Cuestión de estrategia

Como muchas personas a las que nos emocionó el movimiento 15M, cuando surgió Podemos estuve ahí. Fui integrante de uno de tantos Círculos creados para la participación activa. Incluso formé parte de un periódico que publicábamos a veces en papel y otras para comunicaciones en redes. El entusiasmo fue general y tan intenso, que cada cual se involucró voluntariamente al máximo. Pero la decepción empezó a cundir cuando vimos los límites que desde la dirección se imponían cada vez que se intentaba hacer alguna denuncia, trasladar críticas, opiniones o protestas.

Por eso decidimos crear un órgano que uniera a varios círculos de una misma región a fin de plantear los problemas específicos que teníamos en común. La reacción de dirigentes de la Comunidad fue un golpe autoritario sin posibilidad alguna de diálogo. Desde entonces, es lo que vi reproducirse en Podemos provocando dimisiones de personas muy valiosas, miembros de la fundación del partido. Desde mi punto de vista, el verticalismo empecinado se ha llevado al extremo de imitar casi las conductas infantiles que calificamos como caprichos. A ello se sumó también un personalismo sostenido por encima de cualquier criterio democrático. El resultado es inevitable: pérdida de credibilidad, gritos en lugar de diálogo, descalificaciones generales, etc. Tengo la convicción de que si Irene Montero y Victoria Rossell hubiesen dimitido por los errores con la ley del sí es sí, Podemos habría recuperado más puntos de todos los que perdió en las pasadas elecciones.