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La gentrificación es el fin de nuestra convivencia histórica
La culpa es de la progresiva mercantilización de la vida urbana bajo gobiernos del Partido Popular. Dos variables; fondos de inversión y el sector turístico. ¿Las víctimas?, el bienestar vecinal y la sostenibilidad de los entornos urbanos. No es solo un cambio estético sino una transformación estructural del tejido social y económico de las ciudades.Y es un fenómeno global, el turismo descontrolado. Los barrios dejan de ser espacios de vida cotidiana para convertirse en escenarios de consumo. Las casas se transforman en apartamentos turísticos, los comercios tradicionales desaparecen y la convivencia vecinal se sustituye por un flujo constante de visitantes. Es una “expulsión silenciosa” de los habitantes de toda la vida (gentrificación), que se intensifica cuando los gobiernos locales adoptan políticas de desregulación o facilitan la entrada de capital especulativo. Detrás de la aparente modernización o dinamismo económico se esconde una pérdida profunda, la de la identidad urbana, la sensación de comunidad que mamamos y la posibilidad de habitar las ciudades con dignidad. Han fomentado la degradación de nuestros parques y la saturación de los centros históricos como símbolos de esa deriva, donde el espacio público se privatiza de facto a través de la masificación turística. La ciudad, que debería ser un lugar de relación humana y cultura viva, se convierte en un decorado rentable. Estamos ante un modo de entender la política urbana como negocio. Así es el PP, vende nuestro más preciado patrimonio pero, eso sí, pone en cada balcón un trapo de colores personificando la identidad... ¿a quién pertenece la ciudad?, ¿a quienes la habitan o a quienes la explotan? Reflexionemos para repensar modelos de gobernanza que equilibren economía, patrimonio y vida ciudadana.