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De Isidoro a González, pasando por el Azor
La cadena de tv., LA SEXTA, en marzo de 2016, emitió un reportaje sobre la figura de Felipe González. Lo abordaba desde la perspectiva de sus años de gobierno y de los indudables éxitos y logros conseguidos en sus 13 años en la Moncloa azotados por dos crisis económicas, el ruido de sables y la macabra presencia de ETA, pero nada decía de su actividad y declaraciones políticas posteriores a su abandono de la Moncloa. En estos días se cumplen los cuarenta años de su llegada al poder.
En perspectiva, las políticas defendidas por “Isidoro”, antes de su llegada a la Moncloa por aquellos años (en lenguaje de hoy, un perroflauta, filocomunista) eran mucho más radicales que lo que defendía, por ejemplo, Pablo Iglesias en Podemos, cuando nacieron como partido. No es que lo diga yo, allí están las hemerotecas y la DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS del PSOE que figura en mi carnet de militante de aquella época, firmado por su Secretario General, el compañero Felipe González Márquez y que guardo como “oro en paño” (nostalgias del pasado):
“El Partido Socialista declara que tiene por aspiración:
1. La posesión del poder político por la clase trabajadora
2. La transformación de la propiedad individual o corporativa, de los instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, social o común, es decir de la tierra, las minas, los transportes, las fábricas, el capital moneda, etc“
Fdo: Felipe González Márquez
Por supuesto que todo el mundo tiene derecho a ir adaptando su discurso y su práctica política acorde con la evolución de la sociedad y de los tiempos. Por supuesto que la sociedad española de mediados de los 70, nada tiene que ver con la sociedad actual y, por supuesto que, un partido de corte marxista que hubiese propuesto la nacionalización de “los instrumentos del trabajo” y la desaparición de las clases sociales en los 70, no habría tenido ninguna oportunidad de llegar a gobernar y, por ello, fue un acierto transformar el viejo PSOE, en un partido socialdemócrata y pasar a formar parte de la Internacional Socialista, pero de ahí a pasarse parte de la vida navegando en el yate del multimillonario mexicano, Carlos Slim, interviniendo en favor del corrupto empresario, hispano-iraní, Farshad Zandi ante el régimen dictatorial de Sudán o dando conferencias de la mano de José María Aznar, o “poniendo la mano en el fuego” por el corrupto “Molt Honorable Jordi Pujol” o el emérito fugado, o presionando mediante carta a la jueza earvini de Argentina en defensa de Martín Villa, ciertamente hay un abismo personal e ideológico.
Felipe González ya no representa al socialismo democrático forjado a finales de los 70.
La guinda de los despropósitos y deslealtades se produjo en el 39 congreso del PSOE (junio de 2017). Nunca en la historia de los congresos del PSOE (12 en democracia) se había dejado de arropar a su líder el día de su proclamación, por parte de los anteriores líderes. Esta vez ocurrió, con Pedro Sánchez. No sólo fue una actitud miserable, de ninguneo al nuevo líder elegido democráticamente por sus bases, sino que refleja fielmente la incapacidad de entender a la España de hoy.
Hoy, Felipe González, es el político más valorado y citado por la derecha y extrema derecha. Portada de ABC: “González se une a Rajoy en defensa del Rey”. Vox, lo reivindicó en el Parlamento para atacar a Sánchez y hasta sugirió que pudiera encabezar un gobierno de concentración. Jamás González ha dicho esta boca es mía.
Creo que todo empezó en el “Azor”. Me explico, es perfectamente comprensible que, durante el primer gobierno socialista (1982-86) no se dieran las condiciones para recuperar la memoria histórica y acabar con los símbolos franquista. Había que consolidar la democracia, centrarse en la herencia envenenada que supuso la economía y acabar con el drama de ETA que alimentaba el golpismo. Pero a partir de 1987 y con el espaldarazo de la pertenencia a la CEE, España estaba en las mejores condiciones para acabar con su pasado fascista. Una sociedad española masivamente volcada en la socialdemocracia, lo habría vivido con total normalidad y un PP, todavía muy débil electoralmente, no habría puesto mucha resistencia. Sólo había que copiar el ejemplo de Alemania con su pasado nazi, pero las vacaciones de Felipe González en el verano de 1985, a bordo del “Azor” (barco favorito de las vacaciones del dictador), donde el fantasma de Franco hacía de las suyas, marcaron el camino de la vergüenza.
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