Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.
A mis amigos hetero
Estábamos cenando con una pareja amiga y manteniendo una conversación trivial, cuando mi novia dijo por algún motivo “pues mis amigas hetero...”. No recordamos de qué estábamos hablando pero sí la cara de desconcierto de esta pareja amiga (formada por un hombre y una mujer). Esto se convirtió en una broma interna que aún mantenemos, hasta el punto de haber creado un grupo de Whatsapp llamado 'Lesbis, heteris y viceversa'.
Este medio me propuso que escribiera “sobre la típica coletilla 'mi compañero de trabajo gay, mi compi del gimnasio lesbiana' que hacen muchas personas heteros”. Me plantean si esa fórmula es normalizadora o, por el contrario, supone definir a las personas por su orientación sexual, algo que no se hace con las personas heterosexuales.
Añadiría que esto también ocurre con la identidad de género. Me he descubierto a mí misma diciendo “mi amigo Pepito, que es trans” sin venir a cuento. Sentimos el impulso de explicitar lo que se sale de la norma y no descartaría que sea también un mecanismo de buenrollismo. Ya sabéis, “yo no soy homófoba, porque tengo amigos gays”, “yo no soy transfóbica porque tengo amigues trans”. El amigo o amiga que encarna la alteridad, como comodín para no cuestionarnos nuestra hegemonía.
Aunque nos afearon en Twitter por un artículo de José Luis Serrano en el que establecía paralelismos y diferencias entre la raza y la pluma, realmente creo que ese recurso en ocasiones es útil. Yo, seriéfila empedernida, pienso en el título de este post y me viene la serie de Netflix 'Queridos blancos', en el que una universitaria negra revoluciona su campus con un programa de radio que, con ese título, interpela a la hegemonía.
En un artículo reciente en +Pikara, Mar Gallego hablaba de la necesidad de que las personas blancas (entendiendo blancas como un concepto relativo, porque quienes en España somos blancas en Noruega seríamos personas racializadas) nos revisemos nuestros privilegios y asumamos nuestra hegemonía, prestando atención a los discursos anticoloniales. El caso es que, en ese artículo, Mar llamaba la atención sobre que había presentado a la teórica lésbico-feminista Ochy Curiel como “afrodominicana” y a mí misma como “June Fernández” a secas, sin los apellidos de “vasca” o “blanca”. El motivo es el mismo por el que “mi amigo gay” suena más común que “mi amiga hetero”: sentimos el impulso de aclarar o explicitar lo que se sale de la norma, que es blanca, heterosexual y cisgénero.
Dice Ochy Curiel: “¿Por qué la blanquitud no es un sujeto de investigación?, ¿por qué no hacemos antropología de los privilegios?”. Pero también lo dice con la heterosexualidad. En su ensayo 'La nación heterosexual', Curiel analiza la heterosexualidad no como otra práctica sexual más, sino como un régimen político que afecta todas las relaciones sociales. No es la primera, esta es una de las bases del pensamiento lésbico feminista.
La categoría 'homosexual' se acuñó para patologizar a quienes nos salíamos de la norma, recordaba nuestro colaborador Asier Santamari(c)a en el programa especial de La Sexta Columna por el Orgullo. Ocurre otro tanto con la transexualidad. Por eso es tan importante explicitar el heterosexismo y el binarismo de género como sistemas de opresión. Por eso un recurso de las lesbianas feministas ha sido devolver la pregunta que se nos hace constantemente y que nos hemos hecho desde que tenemos uso de razón: “¿Tú por qué eres heterosexual? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo te diste cuenta?”. Nuestras compañeras de Sangre Fucsia preguntaron a la gente por la calle “¿Eres heterosexual?” y las reacciones son de lo más divertidas:
Ante la sobredosis de banderas arcoiris en torno al 28-J, Irantzu Varela publica este tuit:
Cuando nos preguntan por el papel de los hombres ante el feminismo, las feministas repetimos el mantra de que tienen que revisar sus privilegios. ¿Y si estos días de celebración del Orgullo LGTBI ponemos el foco en el privilegio? ¿Y si pedimos lo mismo a las personas heterosexuales? Como europea y relativamente blanca, un ejercicio que hago cada vez que tomo un avión es acordarme de los privilegios que llevo grabados en mi pasaporte y en mi piel. ¿Y si las personas heterosexuales se acordasen de los gays y las lesbianas cada vez se besasen en la calle? ¿Y si las personas cisgénero nos acordásemos de las trans cada vez que nos desnudamos en unos vestuarios?
Más aún, pensamos el feminismo no sólo como un movimiento por los derechos de las mujeres sino como un movimiento revolucionario que propone alternativas basadas en la justicia social frente a un modelo capitalista y patriarcal incompatible con la vida. ¿Y si reconocéis la aportación social que hace la resistencia al heterosexismo y el binarismo de género? ¿Y si observáis cómo las lesbianas, las personas trans y los gays han extendido formas más diversas y libres de relacionarnos, de expresarnos y de organizarnos?
Sigamos incomodando
La celebración multitudinaria del Orgullo, a la que se han sumado instituciones y medios de comunicación, provoca una tensión interesante. Ya sabemos que en el movimiento LGTBI se reflejaron dos tendencias: la que peleaba por el reconocimiento social e institucional, y la que buscaba hacer la revolución. De ahí surge el movimiento queer, como propuesta radical, antisistema, que no busca igualarse al modelo heteronormativo sino que afirma lo subversivo de las identidades marika, bollera o travesti.
Así, que el Orgullo sea la fiesta más multitudinaria de Madrid o que en Bilbao los comercios estén encantados de colgar estos días la bandera arcoiris, nos provoca emociones encontradas (como cuando debatimos sobre si el feminismo está de moda). Por una parte, es una conquista del movimiento LGTBI. Por otra parte, es preocupante, porque si dejamos de ser percibidas como incómodas, algo está fallando; se está intentando anular el potencial subversivo de las disidencias sexuales y de género.
Porque, y volviendo al principio, ser gay, lesbiana o trans (podemos añadir bisexual, pansexual, género fluido) no es una mera cuestión de “orientación sexual y de género”. Es disidencia.
En las redes sociales de las feministas se ha difundido mucho un artículo de Pilar Aguilar en el que cuestiona el uso de “heteropatriarcado” en vez de “patriarcado” a secas. Andrea Momoitio le respondió en su blog:
Y explica la relación entre cuestiones de la agenda feminista como la brecha salarial, la mutilación genital o la gestación subrogada con las dinámicas de este régimen heterosexual. Ella reconoce que este discurso escuece. De la misma forma que escuece señalar a los hombres como colectivo privilegiado, escuece hablar de heterosexualidad como sistema que provoca violencia tanto en quienes están dentro de él como en quienes disentimos.
Hagamos memoria
Hablamos de Orgullo porque no se trata de “normalizar nuestra opción sexual”. Orgullo es disidencia. Es resistencia. Es memoria.
Hagamos memoria. Conmemoramos una lucha que se prendió cuando marikas, travestis y bolleras de Nueva York se enfrentaron a una policía que practicaba detenciones arbitrarias en sus bares. Eso se está contando en los medios pero no se está recordando a dos mujeres revolucionarias e incómodas que plantaron cara tanto a la policía como a un movimiento gay que en seguida se consolidó como blanco y burgués. Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera eran trans, eran feministas, eran mujeres racializadas, eran radicales. Estaban con las personas LGTBI que vivían en la calle o que estaban en la cárcel. El 28-J es un buen momento para escucharlas. No puedo insertar el vídeo del discurso de Sylvia Rivera en el Orgullo de 1973 en Nueva York, pero hacedme caso y dadle al play:
Hagamos memoria y ampliemos referentes. (Re)leamos el manifiesto de Pedro Lemebel, que leyó en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986. Ahí va un fragmento:
Javier Sáez ha ideado este maravilloso mapa del metro LGTBIQ en el que estoy orgullosamente presente (junto con un montón de colaboradoras de Pikara), y lo explica así:
Mi mensaje para el mundo hetero es que, en vez de cuestionar nuestras plumas y nuestros “guetos” (así llaman a nuestros espacios de supervivencia y a nuestras redes afectivas) reconozcan este legado. Que sigan estas rutas de resistencia y de memoria. Que lean a Ochy Curiel, a Pedro Lemebel, a Marsha P. Johnson, a Sylvia Rivera, a Paco Vidarte, a Empar Pineda. Y si eso les provoca algo, si la piel se eriza, si la mente se expande, si el culo se relaja, vengan a la manifestación del Orgullo.
Sobre este blog
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