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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

Andrea es una puta y Viki, fea

Pantallazo de 'Searching for VIKI ERES MUY FEA'

Andrea Momoitio

Este fin de semana he estado en Salamanca porque estoy completamente obsesionada con Vetusta Morla y empezaban allí su gira. Esto puede parecer que no tiene ninguna importancia y, efectivamente, así es. No tiene ninguna importancia, pero si no llego a ir a Salamanca (a gozar con Vetusta Morla, insisto) probablemente no me me hubiese enterado nunca de esta historia. El caso es que me di cuenta de que la ciudad estaba plagada de pintadas y pegatinas con un mismo mensaje inquietante: en portales, en persianas, escrito sobre tuberías, en baños de bares. 

¿Quién ha escrito todos esos mensajes? ¿Por qué lo ha hecho? ¿Desde cuándo están ahí? ¿Por qué nadie los ha tachado de las paredes? ¿Por qué no se han arrancado esas pegatinas? El mensaje es igual de contundente que simplón: Viki eres muy fea. Entonces vinieron a mi memoria muchos de los mensajes escritos en las paredes de mi pueblo, en los baños de mi colegio; los que me dirigieron a mí y los que nunca supe a quién se dirigían, pero todos llenitos de odio y misoginia, con un tufo de venganza y maldad, que tienden a pasar desapercibidos por su apariencia inocente, pero que traen consigo muchos quebraderos de cabeza. Lo sé bien.

Alguien escribió en una de las paredes de una oficina bancaria del pueblo en el que siempre he veraneado este clásico literario, que, claro, me dirigían a mí: “Andrea Momoitio puta”. No sé por qué lo hizo, pero siempre tuve claro quién había sido. Recuerdo perfectamente la vergüenza y el miedo que me daba que pudiera verlo mi familia. No sé si lo leyeron alguna vez, nunca me lo han dicho, pero fueron pasando los veranos, como pasan los inviernos, hasta que dejó de importarme. Estaba en un sitio bastante inaccesible para mi torpeza crónica, así que tampoco intenté borrarlo.

No sé qué habrá hecho Viki. He tratado de resolver el enigma y me he encontrado con que en La Malhablada, un espacio precioso de Salamanca dedicado a los microteatros, proyectaron el año pasado un ‘documental’ de Fauna Moderna en el que trataban, en clave de humor, de desvelar el misterio. Uno de los autores del vídeo, César Valladares, me asegura por teléfono que pretendían reflejar una “situación confusa entre lo que opina la gente y la opinión ficcionada del autor” porque, aunque él sabe de quién se trata, no quiere que se desvele su identidad.

—Pero, ¿Viki existe?–, pregunto.

—Viki es lo de menos. La idea es repetir el mensaje hasta que pierda sentido.

Ni rastro de Viki ni de lo que opina ella de todo esto, pero ante la mesa, un clásico que no parece perder sentido ni vigencia: la misoginia. En este caso, disfrazada de arte, de humor, de cultura alternativa y urbana. Vaya, que el misterioso autor no ha inventado nada.

Sólo hay que darse un paseo por los baños de cualquier estación, visitar los gimnasios de cualquier instituto o leer con atención las paredes de nuestros barrios para darnos cuenta de que es escandalosamente habitual encontrarnos con mensajes de odio contra las mujeres, mensajes que promueven y fomentan los estereotipos de género sin ningún pudor y en la más absoluta impunidad. La que no es una puta, es fea. Por no hablar, claro, de esos mensajes tan habituales también en los que aparecen leyendas del estilo: “Me gusta comer pollas. Llámame” junto a un número de teléfono. Nunca, claro, he comprobado si son números reales, pero ¿qué más da?

Las paredes hablan, vaya que sí que hablan, del papel al que nos han relegado la sociedad y la cultura. Seguimos a cuestas con la clásica distinción entre mujeres buenas y malas, putas y santas, esas a las que te follas —con o sin su consentimiento— o con las que te casas. Evolucionan los códigos y los canales, pero apenas varían los mensajes. Si hay algo que no podemos atribuir al patriarcado es originalidad.

Exista o no exista Viki, sea esto una intervención estúpida o una estúpida intervención artística, evidencia la exposición pública a la que estamos sometidas las mujeres. No encuentro muchas diferencias entre esto y ‘el porno de la venganza’ que denunció Barbijaputa, la misoginia por WhatsApp o los troleos masivos a compañeras feministas en Internet. El mensaje que nos envían está claro: “Si te sales de la norma, te señalaremos sin piedad”. Qué habrá hecho Viki para merecer tal escarnio.

Hace unos años contábamos en Pikara que la campaña ‘Mujeres por la ciudad’, desde diferentes ciudades de América Latina, denunciaba el trato que recibimos la mujeres en el espacio urbano. En Monteviedo se habían instalado diez figuras de madera blanca que sufrieron todo tipo de ataques durante el tiempo que duró el experimento: ¿Vandalismo o violencia machista? Quizá Viki tenga la respuesta.

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