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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

Vieja antes de los 40

Ilustración de Núria Frago para el artículo Demasiado viejas para improvisar

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Tenemos miedo a envejecer pero, sobre todo, a parecer viejas. Un miedo ilógico a que se nos noten los signos de la edad cuando lo natural de la vida es precisamente envejecer. Las que crecimos con el feminismo de los 70 y 80 luchamos contra los cánones de belleza para huir de ese mundo castrante y tortuoso del estar guapas. Nuestra adolescencia transcurrió entre libros que nos hicieron pensar, música punk que enseñaba a no ser tan dóciles y ropas anchas para no marcar nuestros cuerpos ya que no deseábamos resultar sexualmente atractivas. Una manera de luchar contra el machismo y el acoso de entonces, haciéndonos feministas sin saberlo, para las adolescentes que nos sentíamos incómodas con el rol tradicional femenino y queríamos librarnos de los estereotipos imperantes.

Ahora el mundo ha cambiado y precisamente en la cultura mainstream nos va a empoderar la belleza. Estamos tratando de encajar en el mundo luchando para sentirnos igual de bien que las guapas y jóvenes. Queda poco de aquello de liberarnos de las torturas de la belleza. Pese a las Top models y el auge de la anorexia de los años dos mil, fuimos sucumbiendo a la cultura Inditex. Como contraportada, modelos en poses imposibles o tiradas por los suelos, bajo los zapatos de grupos de hombres dominantes, han posicionado muy arriba esta industria del cuerpo de las mujeres que no ha hecho más que crecer, despedazándonos en porciones, igual que la carne en el mostrador de la carnicería.

El sociólogo Pascal Monfort alerta sobre cómo, en una sola generación, las jóvenes han asumido la idea de que su apariencia tiene un impacto considerable en todos los ámbitos de sus vidas. Un buen look significa una buena red de contactos, un buen novio, incluso un buen trabajo. Muchas asumen que no hace falta estudiar porque pueden ser modelos, influencers o montar una tienda de moda. La precariedad laboral de las universitarias afecta al hecho de que sean más atractivas otras salidas y la belleza es una ventaja intrínseca para el éxito personal en las nuevas generaciones. Ven en la moda y la imagen sus únicas posibilidades de ascenso social y un símbolo de estatus, algo alentado por las influencers.

Los filtros de Instagram o Tiktok causan daños en la percepción de la propia imagen con consecuencia directa en la negativa autoestima de las personas, debido a la tendencia a compararse con influencers y a objetivar sexualmente el propio físico. Afecta al estado de ánimo y genera insatisfacción corporal. La comparación conduce a una autoimagen negativa en la que se termina envidiando lo que poseen aquellas personas con las que se comparan. Las mujeres y las niñas suelen estar acostumbradas a mirarse a sí mismas en ojos de los otros, posibilitando la fragmentación de sus cuerpos, de manera que pueden aceptar una evaluación de ellas que no tenga en cuenta a su persona, ignorando sus características no físicas. Así se empiezan a considerar un objeto observado y evaluado.  

Las influencers perpetúan el ideal de la belleza tradicional vinculado a la hipersexualización corporal o los rasgos normativos de los estereotipos de belleza: joven, blanca y delgada, de entre 25 y 30 años. La semidesnudez y la fragmentación corporal aparecen en sus publicaciones en un 17 y 19 por ciento, según un análisis realizado en el estudio La influencia de instagram en la creación y reproducción del ideal de belleza femeninos. El mundo influencer está ligado al consumo de productos de moda o belleza y la promoción de estos productos tiene un papel central en un 71 por ciento de sus publicaciones. Casi un 50 por ciento de las personas que siguen a influencers experimentan un impacto negativo en su autoestima y la percepción de su imagen. De esta manera se marcan objetivos imposibles de alcanzar para la mayoría de las personas.

Pero, ¿qué nos ocurre a las mayores? Según la escritora Mona Chollet, “la ausencia de ideales políticos y la invitación permanente al consumo reactivan las representaciones históricas que confinan a las mujeres al papel de criaturas principalmente decorativas (…) No existir sino a través de la belleza y no sobrevivir sino a través de la mirada de los hombres”. En el episodio Bellestorios del podcast Dos rubias muy legales, Raquel Córcoles y Henar Álvarez, se lamentan con 35 y 38 de ser vistas como viejas. En tono de humor hablan de nuestro declive a esas edades y de cómo el resto te ve vieja con menos de 40 años y, en alguna ocasión, utiliza el término de forma despectiva.  

Ambas hablan constantemente de su deconstrucción en un podcast de gran alcance mediático y confiesan que les cuesta salir de casa sin peinarse y sin las uñas hechas. En el episodio ponen ejemplos de amigas que rondan los 40 y no se plantean separarse porque han perdido valor en el mercado con la edad. ¿Seguimos siendo valoradas por cómo nos ven ellos? Prosiguen con el relato de otra amiga de 33 años que ha sacado un disco y no puede subirse al escenario por ser mayor. ¿Qué pensaría Chavela Vargas? Al final, añoran tiempos pasados en los que no había tanta presión por envejecer y en los que señoras viejas, como los personajes Elvira o Morticia o la actriz Glenn Close podían resultar atractivas y sexys con más de 40. 

Sabemos que las revistas femeninas nos ofrecen la respuesta a nuestros problemas: hacernos más atractivas físicamente. Y sabemos que es algo que el paso del tiempo hace imposible cumplir. Que nuestra autoestima dependa de ser guapa y no envejecer es de un sadismo de manual con el que no debemos transigir. Los trucos y consejos de influencers o de las revistas apuntalan nuestra inseguridad, nos juzgan con una mirada maligna, nos hacen sentir peor y nos recuerdan las mentiras sostenidas para perpetuar el miedo a estar solas y a ser invisibles, que es lo que nos convierte en eternas consumidoras de belleza. 

A esto hay que sumarle que el uso de filtros en las redes sociales modifica la realidad e incrementa la desvalorización de nuestros cuerpos, haciendo que en el imaginario colectivo se vaya instalando que las mujeres cada vez somos viejas más pronto. La insatisfacción permanente y la sumisión a unas normas de belleza cada vez más estrictas e inalcanzables han hecho que, pese a haber luchado por el derecho a no ser atractivas ni sexis, haya ido disminuyendo la resistencia que en algún momento mostramos muchas mujeres a esta injusta y cruel presión estética. Esta presión no solo persiste, sino que crece con la aceptación de esos cánones por parte de las generaciones más jóvenes y la resignación de las mayores.

Mona Chollet alude en su libro Belleza fatal al debilitamiento del discurso feminista para explicar cómo se ha perdido esta parte de la lucha de las mujeres. La industria ha aprovechado la coyuntura para desandar algunos pasos y el feminismo mainstream está resultando más alineado con el capitalismo y menos combativo con respecto de esto, salvo en algunos reductos más disidentes. El hecho de que declaradas feministas reconocidas del momento hablen de la belleza y la juventud como un valor en alza que poseen, debería hacernos reflexionar. Que les parezca más importante ser atractiva y sexi a cualquier edad o en cualquier cuerpo como sinónimo de empoderamiento y de lucha nos aleja de poder declararnos insumisas de la belleza.

Es cierto que hay nuevas tendencias inclusivas como el body positive y otras que luchan contra la discriminación edadista, alineadas con la idea de que una mujer gorda o una de más de 60 también son sexis y quizás sería más interesante la aceptación de los cuerpos reales y de las marcas que deja la edad. Esas modelos canosas que parecen tener 25 con la intención de las marcas de cubrir el cupo inclusivo, no son el tipo de mujeres mayores reales. Es necesario hacer resistencia a esta industria que hace de nuestro cuerpo el producto y de nuestra autoestima el desencadenante de compra. No se trata de convertirnos en un nicho de mercado más que explotar para que cuerpos no normativos puedan resultar atractivas. Hemos dejado que la cirugía estética se asiente, la belleza domine el discurso y la hipersexualización sea el único lugar posible. Hemos dejado que el feminismo mainstream defienda tintes, tacones, uñas, maquillajes y la tiranía del look, con el discurso del empoderamiento que da ser guapa y sexy. Todo bajo el paradigma del respeto y la sororidad con las que quieren estar guapas y convirtiendo esta perversidad en norma que nos excluye a las demás. Estamos perdiendo la posibilidad de reivindicar que no queremos ser normativamente guapas, que no queremos torturas de belleza, que no deseamos gustar, que tenemos derecho a lucir nuestros cuerpos sin resultar atractivas a los hombres y que queremos envejecer, como dice Anna Freixas, con nuestros cuerpos de viejas. De viejas de 80 con cuerpos reales de 80.

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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

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