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Después de la persecución y la huida, el crimen acecha ahora a los rohinyás

Después de la persecución y la huida, el crimen acecha ahora a los rohinyás

EFE

Dacca —

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Después de ser perseguidos en Birmania (Myanmar) y huir a la desesperada hasta Bangladesh, la minoría rohinyá se enfrenta ahora en el país de acogida a las redes de tráfico de personas, que se adentran en los caóticos campamentos masificados en busca de jóvenes a las que explotar sexualmente.

“Con tanta gente vulnerable y desamparada viviendo en un área reducida, los asentamientos se han convertido en un objetivo de oportunistas traficantes de personas que buscan explotar a los refugiados”, dijo a Efe Irine Loria, del área de Protección de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Bangladesh.

Sólo en el campamento de refugiados de Kutupalong y los asentamientos adyacentes viven algo más de 600.000 personas, la mayor parte de ellas llegadas desde Birmania tras el estallido de violencia contra los rohinyás el pasado 25 de agosto, que empujó hasta Bangladesh a alrededor de 671.000 miembros de esta minoría.

Desde entonces la OIM ha identificado al menos 40 casos de víctimas de tráfico de personas en los campamentos, “pero esos números están lejos de ser representativos de la situación actual y el impacto sobre las comunidades en riesgo”, explicó Loria.

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), las posibilidades de que estas comunidades sean víctimas de este tipo de explotación aumentan cuando todo el sistema social y económico que las sustentaba se ha venido abajo.

“Es muy difícil cuantificar el número de refugiados vulnerables que se han visto atrapados en el tráfico de personas debido a la naturaleza oculta de esta actividad. Los casos confirmados son escasos y no muestran la amplitud del problema”, aseguró a Efe la portavoz de ACNUR en Bangladesh Caroline Gluck.

Otra de las agencias de la ONU activas en la zona, UNICEF, también confirmó estar al tanto del problema, por lo que intentan evitarlo a través de labores de prevención, con grupos de adolescentes que advierten a otras jóvenes sobre los peligros a los que se enfrentan en esos océanos de chabolas sin luz ni ley.

En ocasiones las jóvenes que caen atrapadas en las redes del tráfico de personas son arrastradas fuera de los campamentos y explotadas sexualmente en urbes próximas como Cox's Bazar, centro turístico del sureste del país.

“En cuanto nos enteramos de que adolescentes de 16 o 18 años han sido traficadas intentamos sacarlas y nos aseguramos de que las llevan a un lugar seguro”, afirmó a Efe un portavoz de Unicef en el país asiático, Benjamin Steinlechner.

El portavoz explicó que los más vulnerables en los campamentos son los menores que no cuentan con la protección de un adulto, una cifra que asciende a al menos 5.575, de acuerdo con datos de la ONU.

La ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) denunció por su parte en un informe difundido en diciembre que al menos 6.700 rohinyás, incluidos 730 niños menores de cinco años, habían sido asesinados en Birmania durante el primer mes de la crisis, lo que obligó a muchos niños huérfanos a huir solos a Bangladesh.

La ONU y organizaciones defensoras de los derechos humanos han denunciado repetidas veces que existen pruebas claras sobre esos abusos en Birmania, que comenzaron cuando un ataque de un grupo insurgente rohinyá fue respondido con una campaña militar.

Incluso el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU ha calificado los hechos de “limpieza étnica” y ha afirmado que hay indicios de “genocidio”.

Las fuerzas de seguridad bangladesíes aseguran que están al tanto de la explotación sexual de mujeres en los campamentos y que tratan de colaborar con las agencias de la ONU para combatir esta lacra, aunque avisaron de que las jóvenes que se prostituyen no siempre han sido forzadas.

“En algunas ocasiones las chicas rohinyás se ven obligadas a dedicarse a la prostitución por la situación que atraviesan y los proxenetas se aprovechan de ello. Obviamente, se trata de un crimen”, aclaró a Efe Ruhul Amin, comandante del Batallón de Acción Rápida, un cuerpo de elite de la Policía.

Se trata en algunas ocasiones, añadió Amin, de “tráfico consentido”, ya que el círculo de la chica contacta con los traficantes para que la saquen de los masificados campos.

“Muchos rohinyás no se acostumbran a ese entorno y están deseando cambiar su destino”, sentenció el comandante.

Azad Majumder

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