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CRÓNICA

Ayuso se pone la armadura y el yelmo cuando Feijóo no está cerca

Díaz Ayuso saluda a su llegada a la primera sesión del debate.

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“Terminamos un verano que parece sacado del infierno”, empezó diciendo Isabel Díaz Ayuso en su discurso del debate del estado de la región de Madrid. Conociendo el estilo incendiario de muchas de sus intervenciones, había que temer lo peor. El fin de la civilización occidental, como mínimo. Pero no, esta vez la presidenta madrileña había sido literal. Se refería a los incendios de este verano. Después de un breve reconocimiento a la figura de Javier Marías, pasó a lo importante. Los discursos de los políticos suelen ser interminables. Por eso, hay que escucharlos con atención al principio. Ahí es donde meten lo que más les interesa. Luego ya toca el listado de promesas, proyectos y anuncios de dudosa culminación.

Evidentemente, lo que más motivaba a Díaz Ayuso era hablar de Pedro Sánchez y de la maldad que rodea al Gobierno central. Se pasó más de media hora con ese discurso, incluyendo de vez en cuando referencias a lo maravilloso que es Madrid, aparentemente un lugar en el que no hay contaminación y dentro de poco no habrá listas de espera. Es un territorio fantástico en que sólo faltan los elfos y los hobbits.

“Sin nuestras propuestas, España se encamina al despropósito bolivariano”, dijo. Esto es un poco como cuando los Rolling Stones interpretan 'Satisfaction' en sus conciertos. Todo el mundo lo espera. Por la misma razón, escuchar un discurso de Ayuso te garantiza que recurrirá a alguno de sus grandes éxitos.

También se puede esperar alguna canción nueva. En esta ocasión, hay que apuntar la referencia a “los que odian los valores occidentales”, en relación a la izquierda. En el universo mental de Ayuso, la Guerra Fría nunca terminó, el enemigo está dentro y hay que acabar con él como sea.

No es el discurso que se suele escuchar a Alberto Núñez Feijóo. Génova ha decidido que al partido no le interesa nada meterse en esas discusiones ideológicas que tanto excitan a Díaz Ayuso y la FAES, preñadas de menciones a guerras culturales y otros duelos a muerte con la izquierda. De ahí que no se vaya a celebrar una convención dedicada a ello, a pesar de que en el congreso del partido que eligió a Feijóo se dijo que se organizaría más adelante.

Eso deja la Asamblea de Madrid como el único lugar en que Díaz Ayuso puede ponerse la armadura y el yelmo y embarcarse en las batallas culturales que tanto le gustan, que en general tienen poco que ver con lo que la mayoría de la gente entiende por cultura. Los demás dirigentes del PP, esos paniaguados que caminan al ritmo que marca Génova, continúan hablando de economía, mientras ella está llamada a metas más elevadas.

Curiosamente, eso no le impidió destacar la “ideologización de la gestión” como uno de los peores defectos de Sánchez. Ella, que se mete un chute de ideología por las mañanas con el café y las tostadas antes de ponerse en marcha.

El mundo personal e intransferible en que vive le permite obviar asuntos que preocupan o incluso alarman a la mayoría de los dirigentes europeos. Sobre el ahorro de energía en tiempos de escasez, no dijo nada. Nada en forma de propuestas concretas para conseguirlo. Lo que sí hizo fue quejarse escandalizada del no muy ambicioso decreto sobre ahorro energético que aprobó el Gobierno. “En el país con más vida en las calles del continente, mandan apagar los escaparates”. Será que las tiendas de ropa cara de la calle Serrano son el último baluarte de defensa de la libertad a ciertas horas de la noche.

Madrid no necesita nada de eso, porque es “la región que matricula la mitad de los coches eléctricos de España”. De momento, es un hito modesto. Se calcula que circulan 674.000 turismos con motor eléctrico e híbrido en España. Son un 2,7% del parque automovilístico, junto a 14,9 millones de vehículos que se mueven con diésel y nueve millones con gasolina. El ranking autonómico de un porcentaje tan bajo de coches eléctricos no da para ser muy efusivo con los elogios.

Como aperitivo del debate que continuará el martes, la oposición le reprochó que varias de las promesas que hizo están recicladas de años o meses anteriores. Ayuso tiene la tendencia de anunciarlo todo en varias ocasiones, porque ya se sabe que la gente tiene mala memoria y se olvida muy rápido.

“Llevan treinta años prometiendo lo mismo”, dijo después el socialista Juan Lobato, que llamó en varias ocasiones “teletienda” al listado de compromisos. “Anuncios reciclados y recauchutados”, los calificó Mónica García, de Más Madrid, “y otros son mérito del Gobierno central”. Alguno de ellos resultan tener 18 años de vida, según la oposición, lo que casi lo convierte en leyenda urbana.

Ayuso presumió de que Madrid fue “la única región en que bajó el precio de los alquileres el año pasado”. Eso sería una experiencia extrasensorial para las personas que buscan un piso en la capital. En julio, hubo un titular que se repitió en varios medios: “El precio del alquiler se dispara en Madrid”. El portal inmobiliario Idealista afirma que el precio del alquiler en Madrid ha subido un 10,3% desde agosto de 2021.

Sobre las promesas de reducir las listas de espera, Javier Padilla, diputado de Más Madrid, explicó en Twitter que en la región “hay más de 730.000 personas esperando una prueba o una primera consulta”. Madrid es la tercera comunidad “con mayor porcentaje esperando muchos días”, y la octava en número de personas en lista de espera (por habitante). Ayuso no concretó cómo va a intentar solucionar el colapso de la Atención Primaria, donde los madrileños están esperando un tiempo que nunca habían sufrido antes para ver al médico de cabecera.

De quien no habló Díaz Ayuso fue de Toni Cantó, que acaba de dimitir de su puesto al frente de la Oficina del Español después de pasar el mes de agosto de vacaciones. Eso se llama gestionar con habilidad la salida de la empresa. El puesto fue creado ex profeso para el político valenciano cuando los problemas legales de empadronamiento le impidieron formar parte de las listas electorales. Es cierto que la aparición de este monumento al transfuguismo –una candidatura local independiente y tres partidos aparecen en su currículum– fue una imposición de Pablo Casado. Ayuso lo asumió e intentó rentabilizarlo en su favor: le creó un chiringuito sobre el español para impedir que los madrileños terminen hablando alguna lengua pagana.

Ayuso no iba a conceder a la oposición el gustazo de hablar de Cantó. Después de catorce meses de escasa actividad, el ex de UPyD y Ciudadanos y ahora en la órbita del PP hasta el próximo cambio se ha llevado en total 87.500 euros de salario. La presidenta no podía conceder ninguna victoria a la izquierda sobre este gasto de dinero público sin más justificación que ser otra de las ideas brillantes de Casado, y por eso se adelantó a las críticas para decir que “la Oficina del Español está teniendo un gran resultado”.

El éxito ha sido tan grande que se cree que Cantó no tendrá sustituto y que el departamento unipersonal quedará integrado en la Consejería de Cultura. La defensa de los “valores occidentales” exige mucho, pero no tanto como para tener que defender un chiringuito zarzuelero.

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