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Bosnia despierta a la amenaza del yihadismo

Bosnia despierta a la amenaza del yihadismo

EFE

Sarajevo —

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Hamdo Fojnica organizó el pasado agosto un gran festejo en el que invitó a toda su aldea de Osve, al oeste de Sarajevo. El motivo: su hijo se había inmolado en Bagdad, donde asesinó a 24 personas, incluidos seis niños.

Fojnica fue uno de los 19 detenidos el pasado 3 de septiembre en una operación antiterrorista contra una célula de captación de nuevos combatientes para los yihadistas, que dominan amplios territorios en Irak y Siria.

La celebración pública del atentado suicida perpetrado por su hijo y la promesa de seguir reclutando a nuevos “mártires” fue un aldabonazo para las autoridades, que han redoblado en las últimas semanas sus acciones contra quienes apoyan a organizaciones yihadistas en este país balcánico.

“Los detenidos se relacionan con la financiación, organización y reclutamiento de ciudadanos para la participación en conflictos armados en Siria e Irak del lado de grupos terroristas radicales como Frente al Nusra y Estado Islámico”, ha explicado Kristina Jozic, portavoz de la unidad antiterrorista SIPA.

En esa operación, bautizada como “Damasco”, y desarrollada en una quincena de ciudades bosnias, se intervinieron también grandes cantidades de armamento y equipamiento militar.

Según datos del servicio de inteligencia bosnio, 150 ciudadanos de este país combaten en Irak y Siria, mientras que decenas han regresado ya de esas zonas de conflicto. Los medios elevan la cifra de yihadistas bosnios a varios centenares.

En el punto de mira de las fuerzas de seguridad se encuentran destacados miembros de las minoritarias comunidades salafista y wahabí, consideradas las más radicales y rigoristas del islám suní.

Como consecuencia de la conquista de Bosnia en los siglos XV y XVI por el Imperio Otomano, alrededor del 40 % de los 3,8 millones de habitantes de Bosnia-Herzegovina, en su gran mayoría eslavos, profesa la religión islámica, y gran parte son suníes.

El movimiento wahabí y salafista, que según estimaciones no oficiales profesan algunos miles de bosnio-musulmanes, arraigó tras la guerra (1992-1995), en la que también participaron muyahidines extranjeros, que en algunos casos se quedaron a vivir en Bosnia.

“Los combatientes se marcharon, pero han quedado los predicadores que quieren propagar aquí lo que consideran como 'verdadero islám'”, explica a Efe un inspector del servicio de inteligencia bosnio.

Muchos de los radicales de esa comunidad, como es el caso del hijo de Hamdo Fojnica, Emrah, que se inmoló con explosivos el 7 de agosto en un concurrido mercado de Bagdad, son viejos conocidos de las fuerzas de seguridad.

Emrah había sido detenido como cómplice de un ataque terrorista en 2011, cuando el wahabí Mevlid Jasarevic disparó con un fusil automático contra la Embajada de EE.UU. en Sarajevo, hiriendo a un policía bosnio.

Mientras que Jasarevic fue condenado a 18 años de prisión, el tribunal absolvió a Emrah por falta de pruebas. Poco después se marchó a Siria para luchar con el EI.

El cabecilla más importante detenido en la reciente operación es Bilal Bosnic, que tiene cuatro esposas y 16 hijos, y es uno de los lideres de la comunidad wahabí bosnia, que según los medios locales, tiene financiación de Arabia Saudí y Kuwait.

Bosnic es conocido por su radicalismo y por llamar públicamente a los jóvenes bosnios a unirse a las filas del EI.

Tras el ataque a la Embajada de Estados Unidos en 2011, la Comunidad islámica (CI) bosnia ha criticado en numerosas ocasiones la expansión del islamismo radical y las llamadas a la yihad.

“Algunos jóvenes caen víctimas de promesas sospechosas, que a menudo terminan con la muerte. Llamo a la juventud a que no vaya a campos de combate extranjeros para sacrificar sus vidas por intereses ajenos”, ha apelado Mustafá Ceric, líder de la CI.

El problema es que algunos jóvenes encuentran una forma de dar sentido a su vida siguiendo el camino de la “guerra santa” porque, entre otras cosas, la mala situación económica, con un 45 % de paro, les cierra muchas puertas.

Además, la guerra dejó entre los bosnio-musulmanes, que fueron la mayoría de las víctimas del conflicto, un sentimiento de injusticia y abandono por parte de la comunidad internacional.

También circulan insistentes rumores en la prensa de que los saudíes financian la adhesión al movimiento wahabí en Bosnia con unos 200 euros al mes. Una cifra nada desdeñable en un país en el que el salario medio es de unos 425 euros.

“La mala situación económica y la falta de perspectivas son un suelo fértil para el nacionalismo y el fanatismo”, explica a Efe Asim Mujkic, profesor de Ciencias Políticas en Sarajevo.

Aunque en las últimas semanas se han endurecido las leyes para castigar a quienes reclutan, combaten en el extranjero y propagan ideas yihadistas, la deprimida situación económica, uno de los motivos para la propagación de las ideas radicales, está lejos de mejorar.

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