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Cataluña afronta un duelo sin precedentes

Un paracaidista con una bandera catalana con motivo de la diada de San Jordi.

Jordi Mumbrú

Barcelona —

Las elecciones en Catalunya el 25 de noviembre no sólo servirán para formar un nuevo Gobierno en Cataluña, sino que también demostrarán la fuerza real de los independentistas y las posibilidades de que se celebre un referéndum de autodeterminación durante la próxima legislatura. Incluso se podría decir que la unidad de España depende en parte del resultado electoral.

Los partidos son plenamente conscientes de la importancia de este momento y se preparan para una campaña electoral que no estaba prevista y que además será larga, tensa y crucial. La velocidad con la que se han sucedido los últimos acontecimientos –desde la multitudinaria manifestación del 11 de septiembre hasta la apuesta por el referéndum de CiU– plantea unas elecciones nunca vistas y llenas de incógnitas.

Convergència i Unió (CiU)

Los convergentes han demostrado una gran habilidad después de la manifestación independentista. A pesar de que Artur Mas no asistió a la marcha y de que Josep Antoni Duran i Lleida sí que lo hizo pero a favor del pacto fiscal y no de la independencia, da la impresión que la convocaron ellos. Mas ha conseguido recoger el guante de la protesta y ha hecho suyo el discurso independentista si necesidad de pronunciar esta palabra en público.

El político catalán no sólo quiere evitar que sus impopulares medidas de austeridad le pasen factura, sino que aspira a obtener más votos y puede incluso llegar a conseguir la mayoría absoluta. Por este motivo, como en el caso del PP, su obsesión en esta campaña electoral será centrar el discurso en el eje nacional y apartarse del social, defendiendo que todos los problemas habidos y por haber se solucionarían con la “soberanía nacional”.

El candidato nacionalista tiene una ventaja por encima de los demás. Ha tenido mucho tiempo para prepararse. En el momento de convocar elecciones anticipadas, el político catalán ya se había situado donde le interesaba. Su anuncio de que no volvería a presentarse después de que Cataluña logre “sus objetivos nacionales” hizo más creíble un discurso milimetrado. El candidato aspira a quitarle votos a otras fuerzas políticas, especialmente a ERC, con el argumento de que ha llegado el momento de conseguir una amplia mayoría para poder organizar un referéndum.

El giro de Mas, de momento, funciona. El candidato de CiU ha pasado de tener que soportar silbidos y reproches en sus actos públicos a ser aplaudido y tratado como el salvador de la patria. El mundo ideal que representa ser un nuevo Estado de Europa es la baza de CiU es el sueño de un futuro mejor que hace olvidar un presente de paro, de recortes y de golpes de los mossos cuando se sale a protestar.

CiU logró 62 diputados en las pasadas elecciones y se quedó a sólo 6 de la mayoría. Ese es su objetivo.

Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC)

Esta campaña electoral no será nada agradable para el PSC y todo hace pensar que los resultados todavía pueden ser más dolorosos. El debate entre Cataluña y España no es nada cómodo para el partido, que ha tenido que insistir a Rubalcaba que salga en escena agitando la bandera del federalismo. Tras un largo cónclave, donde un sector del PSC se oponía frontalmente al derecho a decidir mientras que otro lo abrazaba abiertamente, se optó por defender un camino intermedio: abrazar el derecho a decidir después de modificar la Constitución.

El PSC propone aprobar primero en el Parlament y luego en el Congreso una reforma de la Carta Magna que permita esta posibilidad, aunque sigue defendiendo un federalismo asimétrico, es decir, terminar con el café para todos. De esta manera, entre el derecho a decidir por las buenas o por las malas y el discurso unionista del PP se abre una tercera vía, que podría atraer a los indecisos.

Pero el PSC tiene otro problema: el candidato. Los socialistas se presentan a los comicios con un líder que, además de no haber sido elegido en unas primarias a la francesa tal y como había prometido él mismo, es todavía un desconocido en la vida parlamentaria. En estas elecciones los socialistas pueden perder votos por distintos flancos.

Por la izquierda soberanista sufren el acoso de ERC y de ICV, que a pesar de no ser un partido independentista ha abrazado sin complejos desde el principio la causa del derecho a convocar un referéndum. También pueden perder votos por el polo opuesto, el del españolismo conservador. Puede haber votantes que, ante la amenaza de la separación de España, compren el discurso del PP, que sin duda defiende con mucha más naturalidad y contundencia la idea de la España unida.

En las elecciones de 2010, el PSC obtuvo 28 diputados, su peor resultado de la historia.

Partido Popular (PP)

El PP es uno de los partidos que tiene más fácil la campaña electoral. La formación de Alicia Sánchez-Camacho ya ha empezado a presentarse como el partido antiindependentista y a oponerse frontalmente a las “aventuras” de Artur Mas. Interpretando el papel más que conocido de los defensores del sentido común y de la España unida, los populares confían en quitarle votos al PSC, seduciendo al sector más españolista, y también a CiU, intentando convencer a sus votantes más moderados.

Para este propósito es clave el discurso del miedo, que defiende que Cataluña va directa hacia el precipicio: “Cataluña quedaría fuera de la UE y del euro, y se retrocederían 25 años de golpe, y además no se podrían pagar las pensiones ni el subsidio del paro”, advirtió la candidata. Como a los convergentes, a los populares les interesa mucho que el debate se centre en el eje nacional Cataluña-España y apartar del debate los recortes sociales, la crisis económica y su gestión.

Si no fuera por el contexto social, el PP podría lograr un gran resultado en unas elecciones donde está en juego la unidad de España, pero es casi seguro (las primeras encuestas ya lo apuntan) que los recortes sociales y las subidas de impuestos de Mariano Rajoy pasarán factura a Sánchez-Camacho. En su primer acto preelectoral, la candidata popular explicó que había propuesto un pacto a los socialistas, “como se hizo en el País Vasco”, para hacer un frente españolista pero que desde el PSC lo rechazaron: “Los socialistas aún tienen muchos complejos para defender a España como tiene que ser defendida”, dijo la candidata.

En las elecciones de 2010, el PP logró un muy buen resultado con 18 diputados en el Parlament de Catalunya.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)

El único partido que ha defendido desde hace años el independentismo sin complejos y sin miedo a pronunciar la palabra tendría que tener por delante una campaña aparentemente fácil, pero pesa sobre él una gran amenaza: que CiU se lleve a sus votantes. Para evitar este trasvase, los republicanos intentarán transmitir el mensaje de que su independentismo es sincero (más que el de CiU) y de que, con ellos, no habrá sorpresas. Si ganan, hay referéndum.

En su lema de campaña incorporarán la idea de que representan “la garantía”, según fuentes del partido. “Nosotros seguro que no nos echamos atrás”, explicó un responsable de la campaña, que puso en duda la veracidad de las promesas de CiU: “Durante toda la legislatura, CiU hubiera tenido la mayoría con nosotros y en cambio ha ido del brazo del PP”. Otra estrategia que utilizarán los republicanos es reforzar su discurso más social, para distanciarse de un partido que ha pactado medidas tan impopulares como la reforma laboral.

ERC logró en los últimos comicios diez diputados y, si juegan bien sus cartas, puede ser el partido revelación.

Iniciativa per Catalunya Verds (ICV)

El partido ecosocialista abraza desde hace mucho tiempo el derecho a la autodeterminación. Alguno de sus dirigentes ha dicho públicamente que es independentista, pero esta no es su causa. ICV no lucha por la independencia sino para dar a la ciudadanía el derecho a decidir democráticamente el futuro de Cataluña. Y lo hace activamente. Esta defensa, que no es oportunista sino que viene de lejos, deja a los ecosocialistas en muy buena posición ante estas elecciones con sabor a referéndum. No irán a quitarle votos al PSC, aseguran, pero se esforzarán para que ningún voto de izquierdas se quede en casa.

Guiados por Joan Herrera, buscarán un “punto de equilibrio entre el debate nacional y el social” y serán muy insistentes con los recortes. Se armarán de argumentos con experiencias y ejemplos que ya existen, para presentar un modelo alternativo al actual, con bancas éticas, mareas amarillas… “Se abre un nuevo escenario, esto es un proceso constituyente e iremos a la ofensiva”, ha explicado a eldiario.es uno de los responsables de la campaña.

Solidaritat Catalana per la Independència

El partido que fundó Joan Laporta (y del que más tarde se fue) logró cuatro diputados en el Parlament en las elecciones del 2010 y desde entonces ha sido incansable en su lucha por la independencia. Lideran campañas ciudadanas en las calles de algunos municipios para colgar banderas independentistas en los balcones, y desde el Parlament no se cansan de insistir en su objetivo político: independencia.

Provocaron una gran polémica en el Parlament al hablar de “expolio fiscal” para referirse al trato que recibe Cataluña. Han propuesto distintas alianzas, siempre con el objetivo de sumar partidos e ir hacia el Estado propio. Su candidato se decidirá por listas abiertas. El favorito es Alfons López Tena, exvocal del Consejo General del Poder Judicial desde 2001 a 2008. Su resultado es incierto, ya que existe el riesgo de que algunos de sus votantes se pasen a CiU.

Ciutadans

El partido de Albert Rivera centra su discurso en contra del nacionalismo catalán y del sistema educativo en catalán. Afronta estas elecciones con el riesgo de que exista un voto útil hacia el PP a favor de la unidad de España. Rivera intentará marcar perfil y atraer los votos de la antipolítica más españolista. En las elecciones de 2010 consiguió tres diputados.

Abstención

Nunca se la espera pero siempre aparece. La abstención gana casi siempre las elecciones aunque el clima de euforia entre los nacionalistas y de urgencia entre los que no lo son hace pensar que el 25 de noviembre no será así. En las pasadas elecciones sólo participó el 58% de los ciudadanos con derecho a voto.

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