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Clara Serra: “El verticalismo y el hiperliderazgo debilitan a las organizaciones políticas como Más País”

Clara Serra, exdiputada de Podemos y Más Madrid en la Asamblea de Madrid

Fátima Caballero

Clara Serra (Madrid, 1982) dejó la política el pasado 7 de octubre. Renunció a su escaño en la Asamblea de Madrid y abandonó el partido que Íñigo Errejón comenzaba a lanzar a nivel estatal, Más País. La relación entre ambos (Serra había sido la número dos de la lista a las autonómicas unos meses atrás) era prácticamente nula, pero había logrado pasar más o menos desapercibida ante la opinión pública. Hasta que, a un mes para las elecciones generales del 10N, la decisión de Errejón de presentar una lista por Barcelona alternativa a los 'comuns' de Ada Colau precipitó la dimisión de la hasta entonces diputada madrileña.

Serra lanzó un comunicado muy crítico con la formación, en el que cuestionaba la falta de contrapesos al liderazgo de Errejón. A día de hoy, mantiene que se trata de uno de los mayores problemas y retos a los que se enfrenta su antigua formación. Asegura que los resultados del 10N para Más País no han sido buenos y defiende que “tenía más sentido como una fuerza madrileña que después tuviera un papel en un espacio del cambio plural”.

Serra ha vuelto a su vida de antes, aunque mantiene un pie en la política esta vez fuera de las instituciones. Vuelve a dar clases y sigue muy vinculada al movimiento feminista.

¿Cómo es la vida después de dejar la política en las instituciones?

Un poco más tranquila y saludable en lo personal. He vuelto a recordar lo bien que se puede llegar a dormir. Y llena de cosas muy interesantes que hacer, a las que no me he podido dedicar en estos años y que requieren más tiempo y más calma, como escribir más o pensar algunas cosas a las que quiero dar una vuelta. En ese sentido, tiene muchas cosas muy buenas. Porque la vida dedicada a la política es muy sacrificada.

Su paso por las instituciones fue en la Asamblea de Madrid, donde estuvo cuatro años con Podemos y luego ha estado unos meses con Más Madrid. ¿Cómo ve el gobierno de coalición entre PP y Ciudadanos?

Es grave decir esto, pero una mayor degradación de lo que suponía el anterior gobierno del Partido Popular. Mucho menos capaz de tener absolutamente ninguna propuesta política que presentar de lo que ya planteaba Cristina Cifuentes, que, comparada con Isabel Díaz Ayuso, era una mejor política. En ese sentido, es la muestra de la degradación del Partido Popular madrileño, que a lo largo de estos años ha tenido síntomas muy evidentes. Y Ayuso es uno de esos síntomas más evidentes.

¿Se ha arrepentido en algún momento de haber dado ese paso atrás?

Guardo mucha nostalgia, en el sentido de que es muy satisfactorio hacer política cuando consigues cambiar cosas y también porque hay mucha gente a la que quiero que sigue haciendo política y que son mis compañeros. En ese aspecto, una cierta tristeza. Arrepentimiento no, porque era la decisión que yo quería tomar y estoy contenta con ella.

¿Cómo están sus relaciones con Más País? Cuando decidió dimitir recibió muchos elogios de los que eran sus compañeros y todos coincidían en decir que les gustaría volver a encontrarse con usted.

Con muchos de los compañeros y de las compañeras que siguen ahí mantengo una relación personal muy buena, porque además con muchos de ellos había una relación previa y nos conocemos desde antes, incluso de Podemos. Aparte de relaciones personales que mantener también nos encontraremos en espacios políticos, porque no solamente se hace política en los partidos y, especialmente en este momento político, tendremos que construir espacios de encuentro, de reflexión y de pensamiento. Estos años que vienen por delante en Madrid deberíamos hacer por construir esos espacios colectivos donde seguir encontrándonos. Estoy segura de que ahí estaremos.

Y, ¿mantiene relación con Íñigo Errejón?

No.

¿Entendió que siendo la número dos no la nombraran portavoz en la Asamblea cuando Íñigo Errejón dejó su escaño?

En realidad no le di tanta importancia a esa cuestión. Fue una apuesta de Íñigo, una decisión suya que él tenía toda la libertad para hacer. Y en cualquier caso, le deseo todo lo mejor a Pablo [Perpinyà, actual portavoz de Más Madrid en la Asamblea], que creo que lo hará bien. Pero sobre todo, no es de las cuestiones problemáticas que para mí ha habido en los últimos tiempos.

¿Cuáles serían esas cuestiones?

Tienen más que ver con algo que viene más de fondo, con una forma de funcionar que tiene muchas cosas que mejorar, que ha comportado muchos errores desde el principio de la construcción de Podemos y que luego se ha incorporado también en otros espacios políticos. En ese sentido, el verticalismo y el hiperliderazgo debilitan a las propias organizaciones y es una forma de funcionar con la que no estoy de acuerdo. Es algo de lo que podemos aprender todos en primera persona, porque reconozco que soy una de esas personas que, por ejemplo, en Vistalegre I sí que defendieron cierto modelo de partido para un momento muy concreto y excepcional que se planteaba entonces en el nacimiento de Podemos y que a día de hoy no defendería exactamente igual. Cinco años después, no deberíamos seguir funcionando con determinadas lógicas.

Como la toma de decisiones.

Eso es, me parece más problemático el hecho de que decisiones políticas, como por ejemplo presentarse a las elecciones generales, no tuvieran los espacios de deliberación que deben tener, porque son decisiones en las que una organización no se lo juega todo.

Son decisiones que arrastran al conjunto de una organización y que de alguna manera hipotecan su futuro y sus objetivos. Eso es importante que pase por espacios de deliberación donde se evalúen los pros y los contras, y donde todo el mundo pueda dar su opinión. Me parece una muestra más clara de que una organización se pone piedras en el camino y puede estar más incapacitada para hacer las cosas bien.

En Más País pueden argumentar que se celebraron dos asambleas para tomar la decisión.

Sí, pero en cualquier caso, creo que previo a las asambleas de la militancia de refrendos sí que es importante que los dirigentes políticos deliberen en un espacio donde se pueda debatir y discutir. Eso nunca suele darse en una asamblea de 200 personas. Ha habido un abuso de los refrendos, también en Podemos. Cuando en realidad se apela a la democracia para realmente saltarse espacios intermedios que son muy importantes en los partidos. Hay muchas cuestiones en las que la militancia tiene que estar implicada, pero los cuadros, los diputados, los dirigentes tienen que tener espacios de discusión y eso si nos lo ahorramos, solemos cometer grandes errores.

¿Cómo valora los resultados que obtuvo la formación el 10N?

Evidentemente no son buenos porque se pretendía, según el propio Íñigo Errejón decía, obtener un grupo parlamentario y no se ha logrado. Quizás si hubiera sido un proyecto centrado en Madrid hubiera sido mejor, un proyecto capaz de sacar un mejor resultado. Tenía más sentido como una fuerza madrileña que después tuviera un papel en un espacio del cambio plural, donde hay fuerzas territoriales que tienen todo el sentido de ser. Y quizás si Más País se hubiera conservado como una fuerza madrileña, eso habría acabado dando, paradójicamente, un mejor resultado global en las elecciones generales.

¿Diría que su dimisión y sus duras críticas tuvieron alguna influencia en ese resultado?

No sé cómo se podría medir, en cualquier caso no soy tan clave como para determinar un resultado. Creo que ha habido muchos factores mucho más importantes que mi dimisión. Creo que el hecho de que hubiera una candidatura en Barcelona fue una cosa problemática para mucha gente, para muchos votantes de izquierdas, no solo de Cataluña, sino también del resto del Estado.

Una de sus mayores críticas cuando dimitió fue la falta de contrapesos al liderazgo de Más País, también que el feminismo no estaba presente en la organización, algo que según dio a entender le recordó a su etapa en Podemos. ¿Son iguales los dos partidos?

Lo que diría es que algunos errores, que hemos cometido muchos, no los hemos resuelto en ningún espacio todavía. Y no los hemos resuelto bien porque entre otras cosas, siempre hemos encontrado excusas en el contexto de una batalla interna para echar las culpas al de enfrente. Hay errores comunes y compartidos y habría que realmente reconocer esos errores en los que nos hemos equivocado todos y todas y que además me parece que ahora serían, si los seguimos cometiendo, un lastre para los retos que tenemos por delante.

Insiste en que hay que encontrarse en un espacio más amplio. ¿Eso pasa por reconstruir el espacio del cambio entre Podemos y Más País?

En general pasa por reconstruir un espacio del cambio, en el que considero que hay partidos, como puede ser Izquierda Unida, que tienen una tradición más de partido, pero que también hay mucha gente que se incorporó a este ciclo político a través del 15M y que no venía de la política institucional ni de los partidos, y mucha de esa gente sigue militando y participando en espacios que no son partidos políticos. En este momento político va a ser especialmente importante que un nuevo espacio trascienda a los partidos políticos y quizás que se encuentren en ese espacio más amplio Podemos, Más país, Compromís, etcétera.

¿Se ve participando en la primera línea de ese espacio?

Antes decía que algunos llegamos a Podemos a través del 15M y que no habíamos sido militantes de partidos políticos. Es mi caso. Considerando que el espacio del cambio es más amplio que los partidos, quiero seguir participando de ese espacio desde el movimiento feminista. Así que, por supuesto, creo que quienes no estamos en primera línea tendremos que estar también en otros espacios.

También muchas veces es sano que concibamos que en la política institucional o en la primera línea de la política se puede estar en algunas temporadas y también se puede dar un paso atrás o un paso a un lado, y estar en otros espacios. Es sano, saludable y oxigena además a las fuerzas políticas. Yo he estado durante cinco años haciendo política 24 horas al día y eso hay veces que te distancia un poco de la realidad. Deberíamos normalizar que la gente pueda estar en la primera línea y en otros lugares o volver a la primera línea en otros momentos.

¿Cómo valora el Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos? ¿Cree que saldrá finalmente adelante?

A día de hoy diría que lo más probable es que salga adelante. Por cómo son los números, es evidente que depende de Esquerra y diría que si sale adelante, habrá un acuerdo tanto en los presupuestos catalanes como en la conformación del Gobierno del Estado en la investidura. A día de hoy, lo más probable es que haya una abstención de Esquerra. Y creo que es lo mejor, espero que pase.

Ese entendimiento a las 24 horas de Unidas Podemos y el PSOE, ¿no deja fuera de sitio a Más País? Su principal razón de ser era desbloquear la situación después de las segundas elecciones en seis meses.

Ese entendimiento era una cosa que deseaban todos los votantes progresistas y tenía sentido hacer críticas a esa falta de entendimiento. Pero en parte lo ha habido, no tanto por una voluntad que ha aparecido de la nada y que misteriosamente no existió en todos los meses en los que estábamos esperando que ese entendimiento se produjera, sino por una suerte de correlación de debilidades. Lo que ha producido ese entendimiento es unos resultados electorales que han hecho en cierta medida débil a Pedro Sánchez y débil a Podemos, y han tenido que entenderse.

En un artículo publicado hace una semana en eldiario.es, planteaba que Podemos “no puede conformarse con subordinarse a la manera tradicional de ordenar el tablero político, desplazando un poco 'a la izquierda' las posiciones del Gobierno”. ¿Por qué cree que es un riesgo?un artículo publicado hace una semana en eldiario.es

Siempre ha sido una de las cuestiones que hemos puesto sobre la mesa, en un debate que ha recorrido el espacio del cambio acerca de cuál era nuestra posición con respecto al Partido Socialista. Algunos siempre consideramos, más allá de la cuestión de cómo se podía entrar en gobiernos con el PSOE, que había que conseguir ser hegemónicos en algunas cuestiones o marcar los rumbos de los gobiernos en los que estuviéramos. Es muy importante que esto lo tengamos presente, especialmente en un momento en el que la correlación de fuerzas en términos numéricos es desfavorable para Podemos. Tiene que poner especial empeño en marcar direcciones políticas que no sean las que perpetúen de alguna manera lo esperable. Si hace eso, en realidad la hegemonía será la del Partido Socialista y al final la fuerza de Podemos para cambiar y hacer políticas más transformadoras será menor.

¿Cómo puede evitarlo?

Puede evitarlo, por ejemplo, si un hipotético paso de Podemos por un Ministerio de Igualdad demostrase que tiene una política feminista propia y alternativa. Es lo que ha pasado por ejemplo en el Ayuntamiento de Barcelona. Una de las mayores conquistas en políticas públicas tiene que ver con que Ada Colau ha invertido mucho en hacer feminismo desde Barcelona en Comú, un feminismo propio, un feminismo que no es el del Partido Socialista. En ese sentido, hay una marca propia con políticas públicas muy interesantes y mucho más eficaces. Esta tarea tiene por delante Podemos, que tiene la posibilidad de entenderse con el PSOE, pero aparte hacer un proyecto propio y un proyecto más transformador.

Este jueves un juzgado condenó a 38 años de cárcel por violación a los tres exjugadores de la Arandina. ¿Cómo ha visto esa sentencia?un juzgado condenó a 38 años de cárcel por violación

Por una parte veo que es una corrección con respecto a sentencias que hemos cuestionado mucho desde el movimiento feminista, en concreto en cómo se desarrolló todo el caso de 'la manada'. Fueron muy importantes las críticas que hicimos a los prejuicios machistas que sobreviven en la judicatura en nuestro país y a la necesidad de que haya más formación y más recursos para que la justicia no cometa algunas injusticias. Dicho lo cual, no deberíamos centrar todos nuestros éxitos, o en este caso ver como un éxito, que la sentencia haya sido alta. Me preocupa cierta tendencia a resolver las cuestiones o a ver los éxitos o los fracasos siempre de una manera punitiva.

El tema de la violencia sexual no se va a resolver a través de los castigos, y la transformación de las conductas que buscamos las feministas nunca se consigue por la vía del castigo. Me parece especialmente importante tenerlo presente en un momento en el que Vox, por ejemplo, abandera la cadena perpetua y meter en la cárcel para siempre a los violadores. Frente a esas recetas que siempre, ya digo, son reaccionarias y de la ultraderecha, es muy importante que las feministas avancemos por la vía de la prevención, porque es ese camino el que transforma las conductas. Por cierto, frente al discurso de Vox diría también que en los casos de violencia sexual hay una alta reinserción demostrada a lo largo del tiempo. Las feministas no somos las que queremos la cadena perpetua para quienes cometen abusos sexuales o agresiones sexuales.

¿38 años puede entenderse como una cadena perpetua?

Creo que está bien que se identifique como agresión sexual y en ese sentido estoy de acuerdo con la sentencia. Con respecto a las penas, me parece que podríamos abrir un debate general acerca de si las penas son altas o bajas en nuestro país, que son en general bastante altas. A lo que voy es a que me parecería preocupante que nos alegremos o que las feministas centremos la cuestión en los años de cárcel. No estoy muy de acuerdo cuando el debate social acaba hablando sobre la cuestión de los castigos y de las condenas.

Eso va también en la línea de lo que decía, de lo que para mí es un feminismo más transformador y más radical y más ambicioso que el del Partido Socialista, que a veces ha tenido recetas en mi opinión cuestionables en este sentido. Recuerdo cuando en 2015 vimos con un poco de preocupación esta propuesta del PSOE de publicar la lista de los maltratadores. Era una manera de entender esta cuestión un poco parecida a la de Vox, como si los diera por perdidos. El feminismo, cuando es ambicioso, trabaja por entender que el problema del machismo y de la violencia machista, de la violencia sexual, tiene que ver con la educación y que, por tanto, se puede reparar.

¿Es peligroso que Vox haya roto el consenso de mínimos que había aunado a los partidos en torno a la condena de la violencia de género?

Sí, ha conseguido romperlo y trabaja con relativo éxito en un reclutamiento de muchos hombres. Es muy curioso lo masculinizado que está el voto de Vox, dos tercios de su voto son de hombres: es una brecha de género asombrosa. Vox está trabajando en el reclutamiento de hombres muy enfadados con el feminismo, muy alerta contra lo que consideran un ataque a su existencia y en esa clave hay que leer todas las intervenciones de Abascal a caballo y con dos pistolas. De alguna manera ha venido a decir a los hombres que las feministas queremos acabar con la masculinidad y que él es el refugio de todos esos hombres a los que ya no se les permite existir en el mundo de hoy.

Aquí diría dos cosas: hay una crisis de la masculinidad que explica el auge de la ultraderecha, no solo en nuestro país, sino en muchos otros. Pero que esa crisis de la masculinidad no viene tanto por el feminismo, sino por un cambio de nuestras sociedades por el cual hay una enorme incertidumbre. Es decir, la precariedad creo que es vivida de manera diferente por los hombres que por las mujeres, porque por el rol tradicional a ellos se les dice que tienen que ser los sustentadores de las familias. Ese malestar de la masculinidad me parece que hay que abordarlo y Vox le está sabiendo cómo dar voz.

Ha notado como feminista más hostilidad ahora que se ha normalizado ese discurso negacionista con la violencia contra las mujeres?

Sí noto mucha hostilidad, noto relativo éxito en esta polarización de la sociedad que está tratando de hacer Vox y noto que ahora mismo el feminismo es una cosa que polariza. Hay mucha gente a favor del feminismo, pero también mucha en contra y por lo tanto divide cada vez más a la sociedad en bandos. Es un escenario que le es funcional a Vox y que nosotras no deberíamos propiciar.

¿Cuáles deben ser los siguientes pasos del feminismo para contrarrestar estos discursos?

Tenemos que calmar los ánimos. No debemos entrar en sus provocaciones y morder el anzuelo. Los llamamos “nazis, escoria” o un montón de insultos en redes sociales que no llevan a nada. Más bien debemos mantener la cabeza fría y seguir explicando a toda esa gente, a nuestra sociedad, por qué el feminismo es tan importante. Es muy importante que las feministas expliquemos por qué los hombres tienen más libertad que ganar también con el feminismo y por qué la idea de masculinidad tradicional puede ser una cárcel muy dolorosa. Esto es crucial. En ese sentido, hacen falta muchos hombres feministas que participen en el feminismo no tanto como espectadores que por una cuestión de solidaridad nos apoyan a las mujeres, sino porque les va en ello su propio futuro y su propia libertad. Que más que aliados, haya hombres feministas defendiendo lo importante que es para los propios hombres esta batalla.

¿Qué planes de su futuro inmediato tiene?

Me gustaría escribir un libro con la calma, para reflexionar sobre qué manera de hacer feminismo es más necesaria y urgente en un contexto de auge de las extremas derechas. Me interesa mucho y me quiero dedicar a eso para escribir un libro en los próximos meses. Es uno de los proyectos que tengo en mente.

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