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De dictador a héroe: la polémica exhumación de Ferdinand Marcos en Filipinas

EFE/EPA/FRANCIS R. MALASIG

EFE

Manila —

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Casi tres décadas después de su muerte en 1989, el cuerpo del dictador filipino Ferdinand Marcos se llevó en 2016 al Cementerio de los Héroes de Manila. Su controvertido traslado, como el de Francisco Franco en España, ilustró la polarización de un país que no ha cerrado las heridas de su historia.

Desde el 18 de noviembre de 2016, su cuerpo está enterrado en una ostentosa tumba de mármol negro, con la insignia oficial de la presidencia de Filipinas y una réplica de su firma. A los pies del sepulcro se erige un busto de Marcos bañado en oro, flanqueado por tres fotografías suyas.

“Viene gente todos los días a visitar la tumba. Leales a los Marcos, curiosos y turistas, viene de todo”, cuenta a Efe el soldado Belo, que la custodia la sepultura, vigilada las 24 horas del día por reclutas en turnos de seis horas para evitar “actos vandálicos”.

Una pantalla de televisión, en ventilador y una fuente de agua son todas comodidades del soldado Belo en su guardia frente a la tumba de Marcos, que tiene desde hace dos años un curioso invitado: un gato negro y algo arisco que llevó de su casa Imelda Marcos, la excéntrica viuda del dictador de 90 años.

Según Belo, un asistente de Imelda acude regularmente al cementerio y se encarga de alimentar al gato, que restringe sus movimientos al área que ocupa el sepulcro de Marcos y pasa largas horas durmiendo en la alfombra gris que lleva a su tumba.

En el camposanto del sur de Manila -donde están enterrados casi todos los militares filipinos caídos en la II Guerra Mundial y acoge en la plaza central la tumba al soldado desconocido- también descansan los expresidentes filipinos Carlos García y Diosdado Macapagal, pero ninguno de esos mausoleos tiene vigilancia.

El de Marcos es también el único sepulcro cubierto por una carpa, bajo la que se acumulan decenas de sillas de plástico, preparadas para los frecuentes actos de homenaje y misas que allí se celebran.

La figura del dictador despierta todavía hoy una gran polémica en Filipinas, donde sobrevive una importante legión de leales a los Marcos -que apoyan la carrera política de sus vástagos y de su esposa Imelda-, mientras sus detractores lamentan los honores otorgados al autócrata, que expolió el país y cometió flagrantes violaciones de derechos humanos.

Fue el actual mandatario, Rodrigo Duterte, quien autorizó en 2016, recién elegido presidente, el traslado de los restos del dictador al Cementerio de los Héroes de la capital desde el museo-mausoleo de Ilocos Norte, su región natal, donde reposaba su cadáver embalsamado desde 1993, cuando regresó a Filipinas tras morir en Hawai en 1989.

Después de retrasos, apelaciones en el Supremo, y manifestaciones a favor y en contra, Ferdinand Marcos (1965-86) recibió sus últimas exequias el 18 de noviembre de 2016 en ese camposanto reservado a militares y figuras políticas, en una ceremonia privada que se desarrolló en medio del secretismo oficial para evitar protestas.

“Marcos fue nuestro presidente durante mucho tiempo y fue un soldado. Si lo hizo bien o mal, no hay un estudio sobre eso”, expresó Duterte en un escueto comunicado el mismo día del sepelio, para el que se desplegaron 2.000 efectivos de la Policía y el Ejército.

Al contrario de lo que ocurrirá con Franco la próxima semana, Marcos pasó de descansar en su mausoleo familiar a una necrópolis dedicada a héroes nacionales, lo que levantó ampollas entre las asociaciones víctimas de la dictadura y activistas pro-democráticos.

Ellos no olvidan que Marcos gobernó Filipinas con puño de hierro durante más de dos décadas y que bajo la ley marcial (1972-81), unos 70.000 disidentes fueron encarcelados, 34.000 torturados y 3.240 asesinados, entre ellos el líder de la oposición Benigno “Ninoy” Aquino, tiroteado en la escalerilla del avión nada más regresar del exilio en 1983.

“El traslado del dictador al Cementerio de los Héroes fue el inicio de una campaña de revisionismo histórico para lavar el apellido Marcos y allanar el camino a la presidencia de sus hijos”, aseguró Satur Ocampo, preso político entre 1976 y 1985 por su activismo en contra del régimen en grupos de izquierda.

La primogénita de la “dictadura conyugal”, Imee Marcos, es ahora senadora después de haber gobernado la provincia de Ilocos Norte -feudo familiar- durante ocho años; mientras que su hermano Bongbong estuvo a punto de hacerse con la vicepresidencia en 2016 y suena como previsible candidato presidencial para la campaña de 2022.

Ocampo, quien tras la caída del dictador en 1986 no cejó en su activismo político y llegó a ser congresista durante una década, lamenta que todavía nadie de la cúpula política y militar del régimen de Marcos haya sido investigado ni juzgado “por las atrocidades cometidas bajo la ley marcial”.

Los detractores de los Marcos tampoco olvidan que la familia no ha devuelto ni un centavo después de apropiarse de forma ilícita de unos 10.000 millones de dólares del erario público, un salvaje saqueo que convierte a Marcos en el segundo líder más corrupto de la historia, solo por detrás del indonesio Suharto.

Sara Gómez Armas

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