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CRÓNICA

El empleo crece al gusto del Gobierno y desmiente la película de terror del PP

Día de compras en Madrid el 2 de enero.

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Octubre fue un mes muy loco para Pablo Casado. Sus declaraciones sobre la economía española describían un panorama dantesco. “La situación de España es terrible y, o el PP llega al Gobierno y desfibrila España en los primeros meses, o al final estaremos abocados a un rescate”, dijo el 1 de octubre con pinta de estar sufriendo una taquicardia. Unos días después, tuvo que bajar el pistón, porque tocaba hablar de vivienda y no quería que se aprobaran medidas excepcionales: “Si tienes un trabajo y una nómina, puedes acceder al alquiler”. Vives en un mundo fantástico. ¿De qué te quejas?

El día 10, se lanzó definitivamente al foso de los cocodrilos con el anuncio de que “España está quebrada”. Y luego comentó: “No es catastrofismo, es realismo y es responsabilidad”. En el Congreso, se había inventado la cifra de seis millones de parados en más de una ocasión. No estrenas una película de terror sin un tráiler que ponga a la gente los pelos de punta.

Tres meses después, Casado ha caído al nivel de pitonisa televisiva en el horario de madrugada y el Gobierno de Pedro Sánchez ha recibido la mejor noticia económica que podía esperar, la que más deseaba. 2021 acabó con 776.478 trabajadores más afiliados a la Seguridad Social y un descenso del paro registrado del 20% (hasta quedarse en 3,1 millones de parados). El número de trabajadores afiliados a la SS llegó a 19,8 millones, lo que es un récord. Ojalá todas las quiebras fueran así.



Cifras como estas en 2021 ayudan a entender por qué el 65,6% de los españoles dice que su situación económica es buena o muy buena (frente a un 22,5% que afirma que es mala o muy mala), según la última encuesta del CIS. Su opinión sobre la situación económica del país es mala, pero es probable que se fijen más en lo primero que en lo segundo cuando llegue la hora de votar.

España no ha dejado atrás la pandemia en términos económicos, tampoco sanitarios. Sí ha conseguido remontar en las cifras que cuentan con más carga política. El índice de desempleo es el primer baremo con el que se mide la responsabilidad de los gobiernos y el que puede hundirlos en la miseria con más facilidad. Todo lo que sea reducirlo de forma significativa es medio trabajo hecho de cara a una campaña electoral.

La recuperación no se ha producido aún en relación al crecimiento del PIB, un hecho que admite distintas interpretaciones de los expertos. Algunos creen que el PIB está siendo “infraestimado”, como María Jesús Fernández, economista senior de Funcas. Otros lo achacan a un descenso temporal de la productividad por toda una serie de razones. Por otro lado, nadie quiere crecer en productividad gracias a un brutal descenso del coste laboral en las empresas causado por despidos masivos, como ocurrió hace menos de una década.

La caída del turismo por la pandemia podría ayudar a entender la evolución del PIB. Antes, aportaba cerca del 12% del PIB con el dato de 79 millones de llegadas de turistas extranjeros en 2019. En 2021 hasta noviembre, sólo fueron 28 millones. El margen de crecimiento para este año es obviamente inmenso.

Políticamente, ningún Gobierno va a ganar unas elecciones sólo presumiendo de PIB. Las grandes cifras macroeconómicas raramente hacen que los votantes se sientan concernidos por ellas, y sí por su economía personal.

Sin embargo, no todo es sol y playas para el Gobierno. Las nubes oscuras tienen la forma de un incremento imprevisto de la inflación, como en EEUU y el resto de Europa. El Gobierno se atiene a la idea de que es “un fenómeno transitorio que se irá corrigiendo en el curso de 2022”, según Nadia Calviño. Ahí Moncloa y Economía están pillados por una situación que condiciona sus cálculos optimistas, y por tanto su credibilidad. Si eso no fuera cierto, no podrían reconocerlo porque con sus comentarios estarían ayudando a que la presión inflacionaria se convierta en estructural. Sería un caso de profecía autocumplida. Los sindicatos se lanzarían a reclamar subidas salariales que estén a la altura de una inflación interanual del 6%. De hecho, es probable que lo hagan pronto.

La inflación es un fuego que derrite la confianza en los gobiernos. Muchos votantes les exigen que tomen medidas para que bajen los precios de inmediato (spoiler: no es posible). La frustración está asegurada.

Las cifras económicas han desmentido tres de los pronósticos más agoreros que hizo el PP el año pasado. El aumento del salario mínimo iba a provocar que el paro se incrementara. Los ERTE se iban a convertir en la antesala de los ERE. Las previsiones presupuestarias de ingresos fiscales estaban totalmente infladas y no se correspondían con la realidad. No, no y no.

Sobre el último punto, la suma de impuestos y cotizaciones sociales superará en unos 8.800 millones de euros la cifra prevista para 2021. “Han creado la casa del presupuesto por el tejado del gasto y ahora intentan cuadrar mintiendo con los ingresos”, dijo Casado en noviembre. Otro augurio del presidente del PP que es difícil encajar con los datos conocidos.

Con tales datos, no puede sorprender que el Partido Popular haya acogido con el ceño fruncido la noticia de la creación de empleo en 2021. Había que cubrir rápido el expediente e ir a otra cosa. Y ante la duda, decir que todo es falso, salvo alguna cosa. Cuca Gamarra admitió que las cifras no eran malas, pero que estaban “dopadas de gasto público estructural que se va a consolidar”. Cualquiera que le escuche pensará que la contratación de personal sanitario extra durante una pandemia es una forma espuria de actividad económica. Que se lo pregunten a los pacientes o a los gobiernos autonómicos, también del PP, que han hecho esas contrataciones en 2021.

En realidad, el PP no estaba el martes para hablar de empleo. Tuvieron que esperar unas horas para encontrar el tema con el que aplicar la estrategia del gato muerto (poner otro tema sobre la mesa para que no se hable de un asunto más incómodo). Lo hallaron en unas declaraciones de Alberto Garzón, que criticó las macrogranjas (el ministro explicó después que se refería a la ganadería industrial de las grandes empresas, no a la ganadería extensiva). Cogieron una frase y llamaron a sus diputados para que exigieran la dimisión del ministro de Consumo. Voilà. Quince tuits por la tarde entre las cuentas del partido y del grupo parlamentario.

El diputado Antonio González Terol se llevó el premio al empleado del mes: “Ah, y a ver si te enteras: Maltratado no está el ganado español, están los venezolanos y cubanos que sufren tus políticas comunistas”. Venezuela y Cuba añadidas a una polémica sobre la ganadería española. Sobresaliente, a menos que hubiera podido meter a ETA en la ecuación, lo que ya sería matrícula de honor.

Es fácil hacer previsiones económicas en el PP. Si los datos finalmente son malos, tienen razón. Si la realidad los desmiente es porque está dopada. Sólo deberían no excitarse tanto cuando hablan de presagios espantosos para la economía. Hay días en que parece que están deseando que llegue la catástrofe. Lo parece tanto que es probable que sea así.

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