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La sombra de la violencia ciega se cierne de nuevo sobre Libia

La sombra de la violencia ciega se cierne de nuevo sobre Libia

EFE

Trípoli —

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La sombra de la violencia se cierne sobre Libia tras el atentado con coche bomba cometido hoy junto a un hospital de Bengasi, en el que han muerto 13 personas y otras 40 han resultado heridas, en su mayoría mujeres y niños, aunque hay versiones contradictorias sobre la cifra de víctimas.

Según las primeras informaciones, la bomba estaba colocada en un vehículo particular que hizo explosión en la calle Beirut, situada en las proximidades del hospital Al Jala de Bengasi.

La explosión, que se oyó en un radio de varios kilómetros, destruyó ocho vehículos y causó la muerte de trece transeúntes que se encontraban en el lugar, indicaron fuentes de los servicios libios de seguridad.

“Los restos de cuerpos de mujeres y niños quedaron esparcidos en varias decenas de metros, lo que imposibilita por ahora las tareas de identificación de los cadáveres. Es una escena horrorosa”, declaró a la cadena de televisión Libia Al Ahrar el portavoz de la policía de Bengasi, Tarek Al Jerraz.

“Varios edificios y locales comerciales han resultado afectados por la onda expansiva, que también ha causado numerosos heridos entre las personas que se encontraban en el interior de sus domicilios”, indicó el portavoz policial.

Por su parte, un miembro del Consejo Local de la ciudad de Bengasi, Yamel Al Warfelli, dijo en declaraciones a Efe que el atentado ha causado 20 muertos y que en el interior del coche bomba viajaba una familia, cuyos miembros también perdieron la vida.

A su vez, una fuente de los servicios de seguridad de Bengasi afirmó que el coche bomba pertenecía a un alto oficial de ese organismo, al tiempo que indicó que había sido cargada de explosivos sin que su propietario se hubiese percatado de ello, lo que daría a entender que actuó de manera accidental como portador de la carga explosiva.

El ministro libio del Interior, Achur Chuayel, hizo una revisión a la baja de la cifra de víctimas y manifestó que tan solo han muerto tres niños, mientras que “unas cuantas personas” resultaron heridas.

Chuayel afirmó que los últimos atentados que se han producido en Bengasi apuntan a que existe “un complot contra Libia”.

“Hay una guerra contra las instituciones del Estado. Hay personas que no quieren que Libia resurja”, afirmó el ministro libio del Interior.

Asimismo, Chuayel declaró que hace diez días presentó la dimisión ante el deterioro de la situación de seguridad en el país, y que esa decisión sigue siendo “irrevocable”.

Poco después del atentado -que podría ser el más letal desde la caída del coronel Muamar El Gadafi, en agosto de 2011- decenas de personas comenzaron a concentrarse en el centro de Bengasi para denunciar la inseguridad reinante en esta ciudad, situada a unos 1.200 kilómetros al este de Trípoli y el lugar donde comenzó la revuelta contra el régimen gadafista.

En los últimos días se han producido cuatro ataques con explosivos contra comisarías de policía en Bengasi, que aunque no han causado víctimas sí han dejado importantes daños materiales y, sobre todo, han sembrado una profunda sensación de miedo entre la población.

En el resto del país, la situación tampoco es muy halagüeña en el terreno de la seguridad, pues las autoridades tratan de imponerse sin mucho éxito a las numerosas milicias locales que contribuyeron a la caída del régimen de Gadafi y que ahora campan por sus respetos en las zonas que controlan, sin aceptar más autoridad que la suya propia.

Incluso en la capital, Trípoli, la sensación de inseguridad y desgobierno también es claramente perceptible, y ni el Parlamento ni el Gobierno de transición consiguen dar una imagen de fuerza o autoridad, en particular entre los diversos grupos de milicianos que circulan por la ciudad fuertemente armados y desafiando la presencia policial.

De hecho, durante dos semanas algunos de estos grupos armados mantuvieron asediadas las sedes de los ministerios de Asuntos Exteriores y Justicia para exigir una ley que excluya de la vida política a los colaboradores del régimen de Gadafi, así como las dimisión del primer ministro libio, Ali Zidán.

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