Sinsentido Común será un blog de política ficción en el que contaremos cosas que no son reales (aunque lo parecerán y jugaremos a parecer que lo sean, ¿vale?, ese es el pacto).
Ficcionaremos la realidad para que dé más risa aún de lo que ya por sí da. Risa floja, risa histérica, media sonrisa o risa congelada. Eso ya nos lo irán diciendo ustedes (la cara que se les queda al leerlo).
Un blog editado por Silvia Nanclares, Felipe G. Gil y Guillermo Zapata.
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Jardines
Cuando la ciudad empezó a apestar, grupos de señoras empezaron a hacer jardines.
Otro relato para aplacar el final del verano y empezar a trabajar.
Empezó un tufo intenso por toda la ciudad. Una peste insoportable a agua estancada, heces fecales y otros horrores. Para disimular, mientras nadie hacia nada por acabar con la peste, los medios de comunicación y expertos de variado pelaje se pusieron a teorizar sobre el origen de semejante asco profundo. En eso sí coincidían todos, por una vez: motivos no faltaban para provocar el hedor.
Hubo desmayos, soponcios y vomiteras, soluciones improvisadas, light, zero y de otros tipos. El tufo no se iba, pero las máscaras para el tufo se empezaron a vender chachi. Se dijo que una vez pasado el primer susto, el tufo sería soportable una vez que los zancos Premium 6000 que te elevan por encima de la mierda (cómprelos aquí, cómprelos ya) se distribuyeran para ser vendidos a “precios populares” por todos los Carrefour del estado.
Así que “el tufo”, como ya era conocido entre la gente, se quedó y se convirtió en el asco que te acompaña cuando vas a sellar el paro o al trabajo, al cole o a la plaza, al centro de salud recortable, a la red social o a la pisci. Vomitar se puso de moda. Vomitar era el signo de los tiempos y encima adelgazabas, si es que tenías algo que haberte echado a la boca previamente, claro.
Una mañana se juntaron unas señoras de aspecto redondo y juanetes, con vestidos estampados con color cocina y alicatado hasta el techo. Señoras con ojeras apenas disimuladas. Señoras hartas del asco. No podían creer que el tufo se hubiera hecho paisaje cotidiano. No estaban dispuestas a hacer como si tal cosa. Ellas, no.
Hubo que remangarse, meter las manitas en abono, sudar, llevar agua y tener paciencia, pero las señoras hicieron un jardín. El jardín floreció tras meses de trabajo conteniendo la respiración. El jardín hizo que el tufo se mitigara un poco, muy poco, tan solo unos metros alrededor del mismo. Las señoras se sentaban allá a charlar y era de los pocos lugares de la ciudad donde se podía estar “a pelo”, a la antigua usanza, sin máscaras y sin zancos. La voz, claro, se empezó a correr.
Los primeros en llegar en banda fueron los niños. Los padres no encontraban lugar libre de tufo donde dejarles jugar, así que se empezaron a interesar por la iniciativa del jardín de las señoras. Fue así como se contagio la idea y la práctica de currarse jardines en cada zona atufada, que eran ya prácticamente todas. Las Señoras se especializaron en formar y muchas se empezaron a dedicar solo a eso. Otras daban charlas. Lo que algunos ya llamaban el Movimiento Jardines se empezó a expandir. Sus detractores las llamaban despectivamente Las Dinosaurios: eran viejas, estruendosas y pesadas.
Pronto llegaron los concejales buscando institucionalizar, los periodistas buscando espectacularizar, algunas fuerzas del orden buscando prohibir, lxs tuiteros buscando tuitear. Pero las señoras eran más rápidas que todo ello. Deliberadamente, no tenían un discurso armado, ni siquiera un nombre propio (todas habían decidido llamarse Paca, su liderazgo y portavocía era rotativa e intercambiable). Sólo tenían un lema: “En nuestros jardines se prepararan bosques”. Dicen que la cita era de un poeta surrealista, pero, ¿qué más daba ahora? Lo único importante era que cada vez había más jardines que aplacaban el tufo. Y lo mejor es que no habían nacido en contra de él, sino a favor de otra cosa.
La cosa sigue hoy su ritmo deliberadamente lento pero implacable. Cada vez hay más jardines en los lugares más insospechados y recónditos de la ciudad.
Si veis a algunas mujeres remangadas entrando en la sala de juntas de cualquier corporación o consejo de dirección de alguna gran empresa, ya sabéis cuál es su cometido: es preciso hacer un jardín en medio del lodo. Aunque todas las circunstancias sean hostiles. Aunque digan que no hay alternativa. Aunque nos hayan hecho creer que el tufo es tan incontrolable como la meteorología. Que llueve cuando, claramente, nos mean.
Sobre este blog
Sinsentido Común será un blog de política ficción en el que contaremos cosas que no son reales (aunque lo parecerán y jugaremos a parecer que lo sean, ¿vale?, ese es el pacto).
Ficcionaremos la realidad para que dé más risa aún de lo que ya por sí da. Risa floja, risa histérica, media sonrisa o risa congelada. Eso ya nos lo irán diciendo ustedes (la cara que se les queda al leerlo).
Un blog editado por Silvia Nanclares, Felipe G. Gil y Guillermo Zapata.