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Usuarios de centros de mayores, ante el cierre en Madrid por COVID-19: “Una cosa es prevenir y otra que nos anulen la vida”

Un usuario del centro de día de Puente de Vallecas

Laura Galaup

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“Qué faena, ¿qué vamos a hacer el lunes?, se preguntaba Pilar al enterarse de que la Comunidad de Madrid ha confirmado que va a cerrar 213 centros de mayores que hay en la autonomía por el ”riesgo inminente“ de contagio de coronavirus. Ni a ella, ni a sus compañeras de partida de cartas, ni a los trabajadores del recurso público dirigido a la tercera edad en el que estaba pasando el viernes por la tarde había informado el Gobierno autonómico de esta decisión. ”Espero que el lunes podamos todavía venir porque tenemos ya las clases organizadas“, respondía todavía descreída al enterarse por eldiario.es de esta novedad.

Jesusa, una de sus compañeras de juego, se mostraba más prudente al escuchar esta noticia. “Si es por el coronavirus, lo veo bien. No creo que haya mucho que opinar; mandan los políticos. Si hay un virus y está aquí metido lo pagamos todas”, apuntaba, mientras Pilar se levantaba de la mesa e iba a recoger unas bolas para jugar a la petanca, al darse cuenta de que la medida se iba a implantar de forma urgente. “No me dejarán entrar aquí, pero no pueden prohibirme jugar a la petanca en el parque de al lado que está al aire libre”, decía.

Cinco horas antes de que la Comunidad realizase este anuncio, y coincidiendo con la rueda de prensa diaria de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, los usuarios del centro de mayores Puente de Vallecas mantenían su rutina con clases de baile, lecciones de pintura o ejercicios para trabajar la memoria. La cafetería continuaba a pleno funcionamiento, el salón social conservaba su ajetreo con grupos jugando a las cartas y señoras ojeando la prensa y revistas del corazón.

Por la mañana, el fuerte viento que se registraba a mediodía en Madrid había robado el protagonismo al coronavirus en las conversaciones del salón social de este emplazamiento, a pesar de que Simón ya alertaba de que las autoridades sanitarias habían puesto el foco en los centros de mayores tras los brotes registrados en Madrid y Vitoria. De hecho, la Comunidad de Madrid llegó a enviar una circular a estos recursos en la que ordenaban su cierre tras la confirmación de los primeros casos positivos en residencias de ancianos. Luego, tras su publicación, comunicaron que el documento fue mandado “por error”. 24 horas después han tenido que adoptar esta instrucción para los centros que tienen carácter de “hogares” y “clubs”.

“Hoy en el centro no nos han dicho nada sobre el coronavirus”, respondía a mediodía Pilar, muleta en mano, a la salida de su clase semanal de memoria. “Al que le va a tocar, le va a tocar. Nosotras hacemos lo que nos dicen, nos lavamos las manos. Aunque tanta alarma me parece excesiva”, añadía.

Una de sus compañeras de clase, que también camina apoyada en un bastón, tampoco se mostraba preocupada por el brote en centros de mayores. Esta señora bromeaba asegurando que le parece muy bien que se reduzcan los saludos con besos y apretones de manos debido a esta emergencia sanitaria. Ante este comentario, Pilar, devota de Jesús de Medinaceli, ha explicado que también considera positivo que este año se haya suspendido el tradicional besapié que se celebra cada primer viernes de marzo en la talla de madera que venera.

La muerte de una mujer de 99 años en una residencia de la ciudad de Madrid y un varón de 76 años que era usuario de un centro de mayores en la localidad de Valdemoro ha obligado a las autoridades sanitarias a comenzar a elaborar una estrategia dirigida a estos recursos. Sanidad ya trabajaba con el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) en un protocolo específico de carácter estatal, que todavía no está listo pero que la situación de Madrid parece haber acelerado. En Vitoria también se ha informado de otro foco entre este colectivo, con tres casos positivos en una residencia concertada.

Este viernes, Simón reconocía que están preocupados por esta población por su “fragilidad” y aseguran que estudian medidas como la “posibilidad de reducir la presencia de personas en este tipo de centros, a través de la atención domiciliaria, lo cual requiere de muchas gestiones previas de organización” o “mecanismos de prevención asociados a personal sanitario”.

Frente a estas medidas de prevención, los usuarios reivindican la función de estos centros y optan por mantener la calma. “Ahora mismo en casa no estamos preocupados. Tengo dos hijos y ellos son los que más me preocupan, lo que me pueda pasar a mí no me inquieta. Si me toca, me ha tocado”, ha apuntado Enrique (76 años), que suele acudir al centro de mayores Pío Baroja, en el barrio de Retiro, a tomarse una caña y socializar con algunos amigos.

Por su parte, Carmen, una de las usuarias más jóvenes del centro de Puente de Vallecas ha insistido en que “una cosa es prevenir y otra anular la vida”. “Cuando la gente acude a estos sitios viene por muchos motivos básicos. Ves que hay gente que no puede cocinar, que se llena aquí el tupper y se lo llevan a casa para comer con su pareja, que no puede salir de su domicilio. No podemos frenar su vida por estos asuntos”, ha incidido esta mujer.

“Lo mejor es normalizar la situación e inducir a la gente a que mantenga sus precauciones”, cuenta, a la vez que enseña un bote de gel desinfectante de manos que lleva en el bolso y mantiene una distancia de un metro al interlocutar con otra persona. Media hora después de que saliese Carmen del centro, Conchi emprendía el mismo camino junto a su pareja, al terminar su clase de baile salón. Esta usuaria era una de las pocas que reconoce preocupación por el coronavirus. “Nosotros hacemos lo que nos mandan, nos lavamos las manos y nos protegernos. Hoy en clase han faltado la mitad de los compañeros, y aunque no sabemos por qué no han venido, sí que se ha hablado del tema”, ha señalado.

Conchi no se considera una de las usuarias más perjudicadas por el cierre de los centros. “No nos afectará. Nos quedaremos en casa y saldremos a andar. Con eso me sirve”, reseña. Una postura diferente defiende María Jesús, usuaria asidua de las clases de flamenco del centro Pío Baroja. “No me parecen medidas de prevención, ¿por qué tomarían esa decisión si los políticos se siguen reuniendo en el Senado?”, apuntaba antes de conocer la decisión de la Comunidad de Madrid.

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