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La contención de la epidemia de Covid-19 busca evitar el impacto económico y de salud de una 'segunda gripe' cada año

En Alemania se dispara el contagio y sigue aumentando en Italia

Belén Remacha / Raúl Rejón

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Fernando Simón, coordinador del Centro Nacional de Emergencias Sanitarias, lo resumió en una de las comparecencias diarias que realiza desde que comenzó la crisis del coronavirus: “Esta no es una enfermedad tan grave ni letal como otras. Pero es nueva, y no queremos añadirnos enfermedades, sino quitarnos”.

Simón, que ejerce de portavoz del Ministerio de Sanidad estas semanas, quería poner en perspectiva por qué es tan importante la labor de contención de la enfermedad en la que llevan más de un mes inmersos, en coordinación internacional. También contextualizar las comparaciones que se han hecho estos días entre Covid-19 y otras patologías. Especialmente con la gripe común. Lo que pretenden evitar los esfuerzos de contención del coronavirus no es tanto una expansión de riesgo de muerte, sino de impacto en la salud pública, como insisten Sanidad y la Organización Mundial de la Salud.

Los registros indican que, con más de 90.000 infectados, COVID-19 ha provocado unos 3.100 fallecimientos –este martes se confirmaba que uno de ellos se produjo el 13 de febrero en nuestro país– lo que supone un porcentaje de mortalidad del 2,8%, que se recorta al 0,7% si no se tiene en cuenta el epicentro del brote, Wuhan (China). La gripe común causa al año entre 290.000 y 650.000 muertes en el mundo, según la OMS. En España se atribuyeron a ese virus 6.300 muertes en la temporada 2018-2019, según el Instituto de Salud Carlos III. Supone en España una letalidad de alrededor del 0,1%, aunque algunos estudios indican que ese porcentaje, oculto bajo otras dolencias, podría triplicarse.

Pero la gripe no constituye solo un problema de letalidad, que por otra parte sí afecta a personas con patologías paralelas y su riesgo aumenta con la edad. La carga económica que ocasiona la gripe en España puede verse desde dos perspectivas: una clínica y otra social. Respecto a la primera, se calcula que los gastos sanitarios ocasionados por las epidemias de gripe rondan los 700 millones de euros a los que se le suman otros 390 millones de gastos indirectos. Unos 1.000 millones. En la parte social se tiene en cuenta que la gripe acarrea un volumen apreciable de bajas laborales: para un paciente de gripe ambulatorio suman nueve días de media mientras que los que terminan en ingreso se van a los 30. Las revisiones lo llaman “pérdida de productividad”.

“Todo el sistema sanitario gira en torno a la gripe”

Lo que suponen todas esas cifras para la sanidad lo explica también Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología. La urgencia, y el motivo por el que organizaciones internacionales, Gobierno y comunidades están invirtiendo tantos esfuerzos, es que, a nivel epidemiológico, el virus no se convierta precisamente en algo parecido al que provoca la gripe común: una enfermedad estacional que, aunque para la mayoría de la gente no es mortal y se haya normalizado, afecta a la salud pública.

Godoy llama a buscar un punto intermedio entre no dejarse llevar por el pánico, y no minimizar el coronavirus. “Hay que tomar las medidas suficientes para evitar tener dos enfermedades así a la vez”, dice, pero al mismo tiempo, entiende que compararlo con un virus conocido ayuda a la gente a comprender. Aunque queramos evitarlo, “hay que relativizar: convivimos ya con virus similares y nos adaptaremos de una forma u otra”.

A Javier Padilla, médico de atención primaria en la Comunidad de Madrid, también le preocupan que las equiparaciones banalicen la realidad de ambas enfermedades. “La campaña de gripe, entre vacunas y asistencia, supone que durante los tres meses que dura, todo el sistema sanitario gira en torno a ella. Como patología concreta y como patología que desestabiliza todo. Incorporar el coronavirus cíclicamente, junto a la gripe, supondría más carga en el sistema y más carga de enfermedad para los más vulnerables”, sintetiza el también autor del libro ¿A quién vamos a dejar morir?.

Él cree que todo radica en que “el discurso sobre la salud lo enarbolamos personas que nos encontramos fuera de grupos de riesgo. Debemos tomar conciencia de que las medidas de prevención que se apliquen a toda la sociedad han de ir encaminadas a beneficiar también a las personas de mayor vulnerabilidad”. Además de eso, recuerda, “aún es complicado afirmar cosas como 'es una gripe más', porque los datos de mortalidad no se pueden conocer fidedignamente”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha insistido a nivel global en lo mismo que estos expertos: las autoridades tienen que trabajar para contener la epidemia de COVID-19 y que no se convierta en una enfermedad estacional como la gripe.

La OMS esgrime que otra gripe añadiría una presión muy grande a los sistemas de salud, sobre todo en aquellos países que tienen sistemas sanitarios más débiles que los europeos y por tanto más tasa de mortalidad. Utiliza datos para ilustrar por qué es importante evitarlo: “La gripe continúa siendo una de las mayores amenazas para la salud pública mundial. Cada año se registran en el mundo cerca de 1.000 millones de casos, de los cuales entre 3 y 5 millones son graves, y entre 290.000 y 650.000 personas fallecen por causas respiratorias relacionadas con la gripe”.

Una epidemia sin vacuna

Existen otros factores que diferencian los efectos de ambos virus, señalaba este martes la OMS, como la tasa de contagio, la proporción de casos graves y que con la gripe “ya no es posible la contención”, así que no tendría sentido llevar a cabo acciones en ese sentido. Y otro importante: para la gripe existe vacuna, con su correspondiente campaña anual dirigida a grupos de riesgo; para el Covid-19, todavía no, y parece que tendrá que esperar meses. La Unión Europea calcula que, sin vacuna, las hospitalizaciones derivadas del virus gripal supondrían una factura extra de 11.500 millones. En España, a las campañas estacionales de vacunación en mayores de 65 años se les atribuye un ahorro superior a 450 millones de euros, sobre todo por los ingresos hospitalarios que se evitan.

La gestión de la gripe común supone también una sobrecarga de los centros sanitarios y de sus profesionales que no se resuelve. En enero de este 2020, previamente al pico de la temporada de gripe, el Sindicato de Enfermería denunció la “saturación y colapso” en hospitales de 11 comunidades por la “falta de recursos humanos” para atender la creciente demanda. Se materializa en “pacientes en camillas y sillas de ruedas por los pasillos de los centros, retrasos en los resultados y profesionales absolutamente desbordados”. Una situación que, aun siendo previsible, se repite invierno tras invierno, y que los expertos temen que, si no se controla la epidemia de coronavirus, se duplique o empeore el que viene.

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