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Los alimentos contaminados en Bangladesh, una fuente de enfermedad remediable

Los alimentos contaminados en Bangladesh, una fuente de enfermedad remediable

EFE

Satkhira (Bangladesh) —

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Las recurrentes enfermedades por tomar alimentos contaminados en Bangladesh tienen mucho que ver con la falta de higiene y el excesivo uso de químicos, entre otros hábitos que productores y consumidores pueden cambiar.

Aunque no hay información completa sobre el alcance del problema, cada día acuden a los hospitales bangladesíes unas 500 personas que sufren diarreas atribuibles al consumo de alimentos y de agua, según datos recabados por un centro de investigación en el país y recogidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En el origen de esa enfermedad y otras como la hepatitis o el tifus está la contaminación microbiana, que puede darse por las malas prácticas de quienes manipulan esos productos, asevera a Efe el experto de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Shah Monir.

En el caso de Bangladesh, como el de otros países en desarrollo, la falta de agua potable y sin esterilizar, las malas condiciones higiénicas o la incorrecta preparación y conservación de la comida representan una amenaza continua para la salud.

Con acciones simples como lavarse las manos antes de comer y cocinar, un grupo de pequeños agricultores pobres en la zona de Satkhira, en el suroeste del país, trata de poner remedio a un problema que antes daban por descontado.

Sabura Begum ha aprendido esos consejos en un programa de la FAO en el que también les enseñan, por ejemplo, a usar las letrinas y a lavar las verduras antes de cortarlas en trozos para mantener sus nutrientes.

Se muestra satisfecha con el nuevo huerto que ha conseguido plantar en su casa, aplicando métodos naturales en lugar de pesticidas y fertilizantes, que en Bangladesh suelen usarse más de lo debido.

La capacitación técnica también ha ayudado al productor de mangos Abdul Hai a minimizar el uso de químicos y a emplear otras tantas técnicas para vender sus productos a grandes cadenas de supermercados dispuestas a pagar más a cambio de mayor calidad.

“Primero recojo los mangos y los dejo reposar en bolsas especiales en el suelo para que suelten el látex. Luego los llevo a casa y los elijo por su tamaño, desechando aquellos con defectos. Finalmente los empaqueto y los sello para que lleguen en buen estado”, afirma.

Para Monir, resulta importante entrenar a los agricultores y reforzar los vínculos entre la producción y el mercado, incluyendo prácticas posteriores a la cosecha como el transporte, con el fin de garantizar la inocuidad de los alimentos.

Las buenas prácticas deben abarcar toda la cadena alimentaria, “tanto para los productores como para los consumidores”, a quienes hace falta concienciar más, subraya.

Enumera problemas de salud como los derivados de la resistencia a los antibióticos, fármacos que en el país asiático muchas veces se suministran de forma inadecuada a las aves de corral y los peces a través de los piensos.

La presencia en los alimentos de micotoxinas producidas por hongos y el pobre tratamiento de los residuos, que contamina los suelos con restos de metales pesados, son otras amenazas para la inocuidad alimentaria, según el especialista.

El profesor de la Universidad de Agricultura de Bangladesh Kamrul Hasan alude, por su parte, a los esfuerzos que recientemente se han realizado por mejorar la situación.

Solo en 2015 se estableció una autoridad para velar por el cumplimiento de las normas alimentarias y desde entonces se han regulado aspectos como las sustancias contaminantes, los aditivos para la industria, los envases y el etiquetado.

Se han registrado más de trescientos pesticidas de nombre genérico, si bien muchos de ellos ni siquiera están reflejados en la normativa internacional.

Tampoco parece, a juicio de los expertos, que el mercado local esté bien supervisado, con apenas 900 inspectores públicos disponibles en un país en el que hay 2,5 millones de operadores dedicados a la alimentación.

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