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Cerco a la pesca masiva de tiburones para amputarles las aletas, de la que España es potencia mundial

Un marrajo.

Raúl Rejón

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En algunas partes del mundo hay una sed casi insaciable de sopa de aleta de tiburón. La demanda de escualos para esta receta, sobre todo en Asia, ha provocado tal sobrepesca que un tercio de las especies ya está en peligro de extinción. Y España es uno de los líderes mundiales de esta industria. En el último mes se ha estrechado el cerco a las capturas masivas para luego amputar aletas que acaben en un caldero.

En unas semanas, la inclusión de casi cien especies en la lista de control de la Convención de Comercio de Especies Amenazas y la inminente prohibición de comerciar con aletas de tiburón en EEUU han cambiado el panorama.

Escaso consumo, ventas masivas

Aquí apenas se consume, pero España es el tercer pescador mundial de tiburón, según la FAO –y el primero muy destacado de la Unión Europea–. Los escualos son carne de comercio exterior: solo al mercado de Hong Kong, Singapur y Taiwán ha exportado un promedio anual de más de 2.800 toneladas entre 2003 y 2020. El siguiente en el ránking europeo es Portugal con un media de 36 toneladas al año.

De hecho, a pesar de que –como dice la regulación pesquera– “los tiburones no son un ingrediente tradicional de la dieta, pero sí constituyen un elemento necesario de los ecosistemas marinos”, la Unión Europea, aporta mucho de todo el tiburón que se procesa en ese mercado asiático. En el mismo periodo de 18 años, estas regiones declararon importar 188.000 toneladas. 53.000 de ellas llegaron desde la UE, de las que 51.000 provinieron de España.

Esa captura intensiva de tiburones ha diezmado sus stocks. Los datos evidencian que la sobrepesca ha llevado ya cerca de la extinción a un tercio de todas las especies de tiburones y rayas de los océanos. Y la mitad de las variedades oceánicas como el tiburón blanco o el pez martillo afrontan peligro de extinción.

¿Qué está cambiando? Hace poco, el 15 de diciembre pasado, el Congreso de los EEUU aprobó la prohibición del comercio de aletas de tiburón. Falta el refrendo del Senado, pero la norma terminará con la importación y exportación en el país.

“Esta ley apartará para siempre a EEUU del devastador comercio de aletas cuya demanda provoca la muerte de millones de tiburones al año”, afirma la vicepresidenta de la organización Oceana en ese país, Beth Lowell. Las estimaciones dan un rango de entre 26 y 76 millones de tiburones pescados al año.

Los pescadores de tiburones norteamericanos se han quejado porque, afirman, al no impedir la norma pescar escualos y vender el resto de su carne provocará que, en aguas menos reguladas, se tiren las aletas para descargar los cuerpos.

“Es imposible implementar regulaciones para especies protegidas de tiburón cuando el comercio general de aletas todavía está permitido”, analiza Nils Kluger, de la organización Stop Finning. Este colectivo prepara una petición formal a la Unión Europea para que no se permita el comercio de aletas de escualos.

Desde 2013, la ley europea prohíbe cortar las aletas en alta mar como se hacía antes y todavía hacen otras flotas mundiales. Se apresa un escualo, se le amputan las aletas para venderlas y se desecha el tiburón, aún vivo, que muere como un peso muerto en el mar. A esto se le llama finning.

“Es imposible implementar regulaciones para especies protegidas de tiburón cuando el comercio general de aletas todavía está permitido

Nils Kluger, portavoz de Stop Finning

Ahora, al menos en Europa, todos los tiburones capturados deben ser desembarcados con las aletas y solo entonces pueden cortarse para comercializarlas. Pero el peso de la UE en este mercado ha ido en aumento en los últimos años ya que, de acuerdo al análisis de cifras de negocio realizado por el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), las exportaciones de productos de tiburón hacia Hong Kong, Singapur y Taiwán se han acelerado desde 2017 hasta suponer casi la mitad del volumen total en 2020.

“Eso hace que la UE tenga la responsabilidad de garantizar que su participación en el mercado global no lleve a los tiburones a la extinción”, concluye el examen de IFAW.

En este sentido, Nils Kluger explica que “muchos cargamentos están etiquetados como 'aletas de tiburón' sin distinguir entre variedades”, es decir, una especie en peligro u otra menos amenazada. Y luego añade que, por esta razón, “nuestro objetivo es que la normativa prohíba el comercio de aletas en la Unión Europea –emulando a EEUU– porque eso haría que los pescadores perdieran su interés comercial por los tiburones y se protegerían las especies en peligro”.

100 especies en CITES

Añadido a este movimiento legislativo norteamericano, solo un mes antes de la votación en EEUU, la Convención para el Comercio de Especies en Peligro, CITES, aprobó incorporar unas cien especies de tiburón entre las variedades cuyo mercado vigilan y regulan sus normas de control. Eso hace que casi todas las especies queden bajo su paraguas, mientras que hasta ahora apenas llegaban al 25%.

Estar en los anexos de CITES implica que los países que forman la convención, entre los que está la Unión Europea, deben garantizar que la pesca ha sido legal y sostenible antes de librar las autorizaciones para el comercio internacional de esos productos. En este caso, sobre todo, las codiciadas aletas.  

Porque, al final, casi todo este negocio pivota sobre las aletas –en realidad, cartílago insípido–. La Oficina Oceánica y Atmosférica Estadounidense (NOAA) lo explica así: “Las aletas tienen un valor comercial superior al de la carne tanto de los propios tiburones como de otros pescados, así que son cruciales para cualquier operación de pesca de tiburones. Además, las aletas son más fáciles de transportar que el resto del animal y, aunque sea aprovechable, la carne es menos rentable”.

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