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La factura ambiental y social de ir a buscar pescado a caladeros remotos para satisfacer la demanda local

Faena en un buque pesquero.

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A medida que las restricciones derivadas de la COVID-19 se aligeran, llega ese momento del año en el que el consumo de pescado se incrementa en las costas españolas porque los y las turistas se inclinan por consumir lo que supuestamente se captura en las aguas que bañan los lugares de veraneo. Sin embargo, nuestro país pasó a depender de caladeros extracomunitarios en 2018; es decir, España ya no genera todo el pescado que consume.

Esto es posible gracias a que el país tiene una de las mayores flotas pesqueras de aguas distantes del mundo, aunque en un alejado quinto lugar, después de China, Taiwán, Japón y Corea del Sur. La pesca en aguas distantes es una práctica que permite sostener operaciones pesqueras fuera de las aguas territoriales, muchas veces en lugares remotos y durante meses. Sin embargo, esta práctica plantea tres graves problemas: su enorme tamaño (y cómo esto se relaciona con la sobrepesca), la falta de transparencia y datos sobre las flotas de aguas distantes y su conexión con la pesca ilegal y otras actividades criminales.

Las prácticas insostenibles relacionadas con las flotas de aguas distantes están vaciando los mares (al tiempo que se llenan de plásticos y vertidos). Entre ellas destaca la captura incidental, es decir, la pesca no intencionada de especies no deseadas o sin valor comercial. Se calcula, por ejemplo, que la captura incidental mata 300.000 pequeñas ballenas y delfines, 250.000 tortugas marinas en peligro de extinción y 300.000 aves marinas cada año. Víctimas colaterales.

Las consecuencias para las comunidades en países en desarrollo son graves: se les priva de trabajo y de fuentes proteína en su alimentación, además dañar el medioambiente.

Escala de las flotas

La capacidad de pesca mundial se ha duplicado desde 1950, impulsada por los subsidios, avances tecnológicos y hambre de pescado. Entretanto, las capturas han disminuido en un 80%. Esto significa que, mientras la capacidad pesquera aumenta, los recursos pesqueros disminuyen.

Gran parte de las flotas internacionales eligen aguas de países en desarrollo con poca capacidad para negociar buenos acuerdos, vigilar sus aguas o imponer sanciones a quienes violan la ley. En general, la migración de las operaciones pesqueras está impulsada por el agotamiento de los recursos pesqueros de países desarrollados, las preferencias de los y las consumidoras en estos países ricos, las preocupaciones sobre la seguridad alimentaria y los intereses económicos y geopolíticos, el acceso a mano de obra barata, la falta de vigilancia, la deficiente gobernanza y el escaso riesgo legal.

Sin embargo, nadie sabe exactamente cuántos buques con capacidad de pescar en aguas distantes hay en el mundo.

Se cree que solo cinco países son responsables del 90% de la capacidad pesquera mundial. A medida que Rusia y los países europeos ralentizaron sus operaciones, las flotas china y taiwanesa crecieron hasta convertirse en las líderes. Un informe del Overseas Development Institute estima que China tiene más de 16.000 buques con dicha capacidad; en comparación, la Unión Europea reporta unos 300.

En otras palabras, casi todos los buques pesqueros son embarcaciones de los países con ingresos altos que eligen pescar en otros países, dado lugar a una especie de 'colonialismo marino'. El crecimiento de la flota mundial se da independientemente de las necesidades de los países en desarrollo.

La falta de transparencia

Para gestionar pesquerías de forma sostenible, los países necesitan buena información sobre las prácticas de pesca. Los datos fiables son necesarios para determinar las cuotas pesqueras y su aplicación, así como el estado de los ecosistemas. ¿Cuánto se pesca? ¿Cómo evolucionan los caladeros? ¿Qué barcos pescan y dónde?

Pero los datos sobre la pesca a menudo no son fiables. Los armadores pueden, accidental o intencionalmente, facturar erróneamente o declarar capturas menores. El aumento de las flotas con capacidad de pescar en aguas distantes socava los esfuerzos de controlar la pesca, ya que es frecuente que los buques no informen sobre sus capturas a las autoridades locales, mientras que el pescado viaja largas distancias hasta los mercados de destino donde no se puede, o no interesa, cotejar los datos.

Las operaciones de pesca a menudo se habilitan a través de acuerdos bilaterales opacos entre los países anfitriones y los operadores. La opacidad de estos acuerdos hace imposible su seguimiento. Como informa Global Financial Integrity, algunas autoridades locales hacen “la vista gorda” debido a diferentes factores, incluida la corrupción y la “diplomacia de chequera”, que hace que el acceso a la pesca se intercambie por proyectos de desarrollo. Esto crea condiciones ideales para que se dé lo que se conoce como la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.

En Fishing for data, ODI exploró los esfuerzos que existen actualmente por respaldar el monitoreo de las pesquerías usando tecnologías digitales, incluidos macrodatos, imágenes de satélite y algoritmos de aprendizaje automático. Hasta el momento, no existe una única herramienta de información pesquera mundial. Las iniciativas privadas que abordan la pesca han visto su potencial socavado por el tamaño limitado y la calidad insuficiente de sus datos y la falta de colaboración. Por ejemplo, los datos de los sistemas de identificación automática (conocidos por sus siglas en inglés AIS) –un sistema de seguimiento que registra la información dinámica de la embarcación a medida que se mueve de un lugar a otro— son útiles, pero las embarcaciones pueden desconectar sus transmisores de señales satelitales para esconder sus actividades.

La conexión con la actividad ilegal

Las flotas de aguas distantes a menudo están relacionadas con actividades ilícitas que van desde pescar en aguas de otras naciones sin permiso a ofrecer datos falsos sobre sus actividades o pescar en detrimento de un ecosistema.

Mientras que la delimitación de zonas económicas exclusivas está pensada para proteger las aguas territoriales, que incluyen 200 millas náuticas de la costa, los barcos que se encuentran inmediatamente fuera de estas zonas escapan las jurisdicciones locales, ya que se encuentran en aguas internacionales. Eso es lo que pasó este año con la flotilla china de casi 300 buques que se instalaron justo fuera de las aguas de las Islas Galápagos, un santuario de biodiversidad marina. Un barco en aguas internacionales se rige por las leyes del país en el que está registrado. Como resultado, un barco chino o ruso en las afueras de la zona económica exclusiva de Ecuador o Senegal se rige por la ley china o rusa, que no contempla proteger la dieta o el trabajo de las comunidades pesqueras locales o la biodiversidad de lugares remotos.

Además, muchos barcos de aguas distantes eligen una bandera de conveniencia. En este caso, están registrados en un país pero son propiedad de una empresa de otro. Los registros más grandes, incluidos Panamá, Liberia y las Islas Marshall, que concentran el 40% de la flota mundial, generan una corriente de ganancias de estas flotas, pero ejercen muy poca supervisión sobre sus flotas.

Las estructuras opacas de registro y propiedad permiten que el lavado de dinero y otras actividades ilícitas no se controlen. Una investigación de C4ADS de 2019 sobre 29 redes de pesca ilegal o irregular indicó que el 60% de estas operaciones además estuvo relacionada con fraude aduanero, tráfico de personas, tráfico de drogas, crimen organizado, lavado de dinero o evasión de impuestos.

La pesca ilegal e irregular daña el medioambiente y los medios de vida y la seguridad alimentaria de las comunidades costeras de países en desarrollo. Este tipo de pesca equivale a decenas de miles de millones de euros anuales en pérdidas, incluida la merma de ingresos fiscales, empleos y el agotamiento de los caladeros. Un informe de ODI de 2016 estimó que, con las políticas adecuadas para limitar la pesca ilegal e irregular, se podrían crear más de 300.000 nuevos puestos de trabajo muy necesarios en África occidental.

La combinación de la escala de la pesca de aguas distantes y la falta de transparencia es catastrófica, ya que permite la sobrepesca y un abanico de actividades ilegales. Ecuador confiscó recientemente aletas de 30.000 tiburones con destino a los mercados asiáticos. En algunos países de América Latina, las poblaciones locales de especies valiosas como el calamar y el pepino de mar están siendo aniquiladas. Se emplea el exceso de capacidad de pescar en aguas distantes para eliminar la competencia de los océanos; algunas especies como los delfines están siendo diezmadas.

Nuestros 250 buques de aguas distantes capturan fletán negro, raya, gallineta nórdica, camarón boreal y bacalao en los mares Atlántico Norte y el Océano Ártico; merluza, calamar y pota vienen del Atlántico Sudoccidental (Malvinas) o de Marruecos y Mauritania; la flota marisquera que captura gamba y langostino y la flota cefalopodera que captura pulpo, calamar y sepia faena en los caladeros de la costa oeste africana y en aguas internacionales se capturan pez espada, tiburones y atunes. Haremos bien en preguntar de dónde viene el pescado que consumimos la próxima vez que nos sentemos en una terraza mirando al mar.

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