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La inmunidad, el buen tiempo y ómicron prometen un periodo de calma en Europa tras la tormenta de la sexta ola

Una grada en el estadio Santiago Bernabéu durante un partido. EFE/Rodrigo Jiménez

Sofía Pérez Mendoza

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A estas alturas, ya nadie se atreve a afirmar que no volverá a haber una ola como la sexta. Ni que esta ha sido la última. No sabemos todavía si la COVID-19 terminará siendo una enfermedad de los inviernos (estacional) o si los picos y los valles se sucederán a lo largo de todo el año; tampoco con qué intensidad. Pero a corto plazo, al menos, la coincidencia de tres elementos hace pensar que se abre un “largo periodo de tranquilidad”. Que, después de la tormenta, llega la calma.

Es la previsión con la que trabaja la Organización Mundial de la Salud en la región europea, que concibe los próximos meses como “una oportunidad única” para controlar el virus por la alta inmunidad de la población tras una ola explosiva en contagios y el acceso a las terceras dosis; por la subida de las temperaturas una vez se supere el invierno, que favorecerá las actividades en exteriores; y por la menor virulencia asociada a la variante ómicron, la dominante en Europa.

Uno de cada tres contagios registrados en el continente desde marzo de 2020 se han dado en lo que llevamos de año y en España la mitad de los más de 10 millones de casos corresponden a la sexta ola. Sanidad no aporta datos de qué porcentaje de la población se ha infectado, pero algunos del último CIS dan una idea de la magnitud. El 12% de los encuestados contactó en diciembre con los servicios médicos por síntomas de COVID-19 y solo en la primera semana de enero el 6%. Tampoco hay fecha prevista para una quinta ola del estudio ENE COVID, que ha medido desde abril de 2020 el estado serológico de la población española. La OMS cuenta con que el virus habrá infectado al 50% de la población europea entre enero y marzo.

“Europa se ha colocado en una condición muy aventajada por la coincidencia de dos cosas. Una de ellas, ómicron, no estaba planificada y se junta con la alta cobertura vacunal. Eso protege al vulnerable y da margen para diseñar una respuesta que pueda ser diferente y proporcional a las cargas que proporciona el virus”, explica Ildefonso Hernández, que fue director general de Salud Pública entre 2009 y 2011 y ahora es portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS). Las tasas de vacunación superan el 70% en la mayoría de países aunque el este europeo arrastra cifras muy reducidas, como el 33% en Bulgaria o el 41% en Rumanía. España se sitúa en el 81% y casi la mitad de la población tiene una dosis de refuerzo.

Entre los epidemiólogos hay diversidad de opiniones. Mientras unos se muestran más optimistas, otros aún se contienen a la hora de hablar de un cambio de etapa. “La sensación es de evolución, un punto de pequeño optimismo tras un golpe fuerte, pero todavía muchas personas están hospitalizadas. Comparto que hay que aprovechar los momentos de calma, aunque todavía no estamos ahí”, sostiene el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares Pedro Gullón, para quien la sexta ola ha sentado un precedente “a la vez descorazonador y esperanzador” sobre cómo encarar una explosión de contagios sin adoptar prácticamente restricciones y con pocas actuaciones de control.



Los síntomas de viraje en las estrategias ya son perceptibles en Europa, donde los países han iniciado una etapa de relajación de restricciones pese a las altas incidencias. “Creo que es posible responder a las nuevas variantes que inevitablemente emergerán sin necesidad de volver a las medidas disruptivas que necesitamos antes”, auguró el viernes el doctor Hans Henri P. Kluge, director de la OMS en la región europea.

España, por su parte, se está preparando desde hace un mes para esa esperada ventana. La Ponencia de Alertas y Planes de Preparación y Respuesta, formada por técnicos y expertos de las comunidades autónomas, está inmersa en el diseño de un nuevo sistema de vigilancia de la enfermedad que permita monitorizarla sin poner a todo el sistema a su servicio, como ha sucedido desde marzo de 2020. Aún no hay plazos cerrados para presentar el documento pero será “pronto”, según fuentes cercanas al órgano técnico. El Ministerio de Sanidad siempre ha asumido que habría que esperar a tener la sexta ola bajo control para dar cualquier paso y ese momento se va acercando.

En las dos últimas semanas, la incidencia acumulada se ha reducido a la mitad, de los 3.381 contagios por cada 100.000 habitantes registrados el lunes 24 de enero a los 1.566 notificados este jueves. Los ingresos hospitalarios, pese a que son considerables, también han caído un 15% en siete días. Aunque aún está por ver cuál será la factura en muertes de la explosión de contagios, el único indicador al alza. Enero ha dejado un balance de al menos 4.000 muertes. Hacía meses que no se registraba un número tan alto de decesos, pero quedan lejos de las 11.000 defunciones de hace un año, cuando España empezaba a vacunarse y los contagios fueron muchos menos, pese a la virulencia de la tercera ola.



La dificultad de llegar a una circulación muy reducida

La OMS asemeja el escenario previsto para los próximos meses con un “alto el fuego” que podría “traernos una paz duradera”, pero a condición de que los estados hagan algunos deberes, como preservar la inmunidad “a través de la vacunación y las dosis de refuerzo”, poner en el centro a los vulnerables, intensificar la labor de vigilancia de nuevas variantes y promover el autocuidado.

Los epidemiólogos compran el periodo de calma que pronostica la OMS, aunque algunos dudan de que pueda alcanzarse una transmisión tan residual como la que se dio a la salida de la quinta ola en España con la gran capacidad de contagio de ómicron. “Con las pocas medidas y la transmisibilidad de la variante, no sé si se va a llegar a una circulación tan reducida del virus. Pero incluso así es posible que medidas muy establecidas, y que contribuyen al control de la transmisión, como las cuarentenas, lleguen a levantarse. Lo ideal sería que pasara, pero no tengo claro si será ahora o dentro de un tiempo”, señala Gullón.

Varias comunidades autónomas, entre ellas Madrid, Castilla-La Mancha, Galicia y Comunitat Valenciana, empujan para reducir ya los aislamientos de los positivos al menos a cinco días de los siete actuales, aunque las evidencias científicas son aún algo limitadas. Es uno de los asuntos más candentes. La Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología (SEIMC) considera que ha llegado el momento de que todos “los cuadros respiratorios leves” se manejen igual, “independientemente del agente causal”, y se centren los esfuerzos “en la protección de los pacientes vulnerables para evitar la enfermedad grave”. Hernández, portavoz de SESPAS, es partidario de revisar las acciones “que producen más cargas que beneficios” y pone como ejemplo “la carga diagnóstica en los servicios sanitarios” que “impide que atiendan a otra cosa”. Desde el periodo navideño, acuciada por la explosión de casos, España solo hace PCR por protocolo a personas vulnerables.

"El beneficio y el perjuicio de cada decisión hay que revisarlo con mucho detalle, sabiendo que la prioridad son los vulnerables

Ildefonso Hernández - portavoz de SESPAS

Las decisiones que vienen por delante no son fáciles. “¿Cuántos casos podemos dejar escapar? ¿Qué consecuencias puede tener? Vamos a movernos en esa tensión”, anticipa Gullón. “El beneficio y el perjuicio de cada decisión hay que revisarlo con mucho detalle, sabiendo que la prioridad son los vulnerables”, advierte Hernández, cuya sociedad científica, SESPAS, ha emitido un posicionamiento que defiende que “hablar ya de que estamos ante una enfermedad endémica y estacional como la gripe puede contribuir a que la población minimice o banalice las medidas preventivas”.

Entre las tareas pendientes, además del cambio que se está pergeñando en el sistema de vigilancia, está la “reordenación de la atención médica” en hospitales y centros de salud. ¿Volver a estar en salas de espera atestadas de personas en los ambulatorios, con vulnerables y jóvenes mezclados? “Lo dudo mucho”, responde Hernández.

Queda también por concretar la reforma y el refuerzo de los servicios de salud pública, con el Centro Estatal de Salud Pública como el elemento más simbólico de ese cambio. El proyecto de Presupuestos Generales del Estado contempla 9,4 millones para su puesta en marcha y el Gobierno prevé que esté funcionando en el primer semestre de este año, aunque todavía no se ha llevado al Consejo de Ministros la aprobación del anteproyecto de ley. “No se trata de decir qué vendrá, sino intentar que con el mínimo coste podamos responder a cualquier eventualidad. Hemos visto una de las peores crisis de salud y nos ha demostrado que los sistemas tienen que estar preparados. Son tareas que con el agotamiento de la gente no se han podido hacer hasta ahora”, concluye el portavoz de SESPAS.

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