El meteorito de Colomera, una roca de 140 kg descubierta en 1913 y el más importante de los objetos extraterrestres caídos en España, seguirá en manos particulares y lejos del gran público. Es la consecuencia de que haya fracasado el intento de un grupo de nietos de su descubridor de reclamar su copropiedad ante la Justicia con intención de devolverlo a las vitrinas del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).
En una sentencia de finales de abril, a la que ha tenido acceso elDiario.es, el juzgado número 1 de Almuñécar, en Granada, desestima la reclamación presentada por los nietos del descubridor Miguel Pontes Márquez, para que el meteorito se sumara a la herencia de su abuelo. El juez confirma la propiedad exclusiva del meteorito por parte de la demandada, A. Pontes, la nieta que en 2017 recibió la custodia del preciado objeto tras ser reconocida como única heredera en otra sentencia. Dado que los demandantes han renunciado a la posibilidad de recurrir, según confirman a este medio, se cierra la última vía legal para que el meteorito regrese al museo.
Una roca con historia
La roca de Colomera, que viajó a EEUU en la década de 1960 en el contexto de las misiones Apolo y fue fragmentada para su estudio, estuvo expuesta en el Museo Nacional de Ciencias Naturales desde 1935 hasta marzo de 2017. Fue entonces cuando, en cumplimiento de una sentencia judicial, A. Pontes, se llevó el meteorito a su casa, para sorpresa del resto de sus primos (nietos, como ella, del descubridor), que se enteraron de la noticia por televisión y emprendieron las acciones legales para reclamar su copropiedad.
El abuelo de todos ellos, Miguel Pontes Márquez, descubrió el meteorito mientras realizaba unas obras en la fosa séptica de su casa en Colomera en septiembre de 1913. Como había estudiado farmacia, reconoció el interés científico del objeto, pero no fue hasta después de su muerte temprana, en 1928, cuando varios expertos lo examinaron con detalle. Y fue su primogénito, Antonio Pontes Vílchez, el padre de A. Pontes, quien cedió el objeto al Museo de Ciencias Naturales en 1935.
La reclamación de A. Pontes llegó tras la iniciativa del MNCN, en el año 2008, de llevar el meteorito de vuelta a la localidad granadina donde se halló, Colomera. En la exposición se exhibió el documento original de la cesión, firmado por el director del museo de la época que decía literalmente que el meteorito era “propiedad de don Antonio Pontes”, quien lo donaba “en calidad de depósito” y estaría “siempre a disposición de su dueño, que podrá retirarlo cuando lo estime conveniente”. Tras enterarse de esta cláusula, la hija de Antonio Pontes presentó la reclamación y, tras ganar en los tribunales y recibir una compensación económica, retiró el meteorito del museo.
La importancia de un papelito
En la demanda desestimada ahora, este documento de cesión al museo ha vuelto a tener un peso fundamental. El juez rechaza los argumentos de los demandantes y reconoce la titularidad exclusiva (y excluyente) de A. Pontes sobre el meteorito desde 1998. Y la prueba “plenamente fehaciente” de la propiedad, indica la sentencia, es el recibo expedido por el Museo Nacional de Ciencias Naturales el 20 de febrero de 1935.
El tribunal descarta reconocer el meteorito como parte de ninguna herencia porque el padre de la demandada fue el único que se hizo cargo del “pedrusco” al que nadie prestaba atención. “Durante un tiempo esa piedra careció de relevancia y significado, de ahí que según se deduce de los artículos presentados se usara casi como juguete o entretenimiento por los chavales de la localidad para medir sus fuerzas”, argumenta el juez. “Y precisamente ese escaso valor hizo que llegara a hacerse con ella el padre de la demandada. No se le entregó para que a modo de representante o cabeza de familia se hiciera cargo de ella”.
El juez entiende que en aquel momento Antonio Pontes depositó el meteorito en 1935 “ya como único dueño y propietario suyo” y este hecho era conocido por los familiares. “Todo lo anteriormente expuesto nos conduce sin ningún género de dudas a concluir que el meteorito de Colomera no fue omitido de la herencia de los abuelos de los litigantes; no se incluyó debido a un olvido u omisión, sino porque el mismo fue transmitido a Antonio”, resume la sentencia.
Abiertos a una negociación
Mari Paz, una de las demandantes, se muestra en desacuerdo con la sentencia. “Mi abuelo, cuando murió, tenía un hijo, pero eran cinco hermanos”, dice. “Y tú comprenderás que mi abuelo, que se murió con 52 años de un infarto cuando iba por la calle, ¿le iba a dejar a su hijo el meteorito? ¿Cómo? ¿De qué manera? Una cosa tan clara, no era para perderla”.
Desde el MNCN, también lamentan que se cierre esta vía para el regreso de la roca de Colomera, cuyo hueco sigue estando en el museo. “Siempre pensamos que podríamos recuperar el meteorito porque la intención original de quien lo donó al museo era que estuviera expuesto al público”, asegura su director, Rafael Zardoya. “Es una pena que ya no se pueda estudiar y que la ciudadanía no pueda disfrutar de un patrimonio que debería ser de todos”.
Es una pena que ya no se pueda estudiar y que la ciudadanía no pueda disfrutar de un patrimonio que debería ser de todos
El hijo de A. Pontes, de profesión librero anticuario, celebra la resolución del juez y se muestra abierto a un acuerdo con el museo, incluido un alquiler con opción a compra, como se haría por ejemplo con un cuadro valioso que estuviera en manos de un particular y quisiera adquirir El Prado. “Nosotros seguimos abiertos a un acuerdo, pero la administración ha demostrado que el meteorito le importa un pimiento”, asegura a elDiario.es. En cualquier caso, insiste en que no es su intención vender la roca a terceros y en que se conserva íntegra en un cajón metálico de seguridad, guardado con vigilancia, 24 horas.
Aurelio Nieto, conservador de la colección de Geología del MNCN experto en meteoritos, considera la sentencia una pésima noticia y lamenta que el CSIC no hiciera en su momento ningún movimiento para declarar la roca de Colomera Bien de Interés Cultural (BIC), lo que al menos la haría inexportable y sus poseedores estarían obligados a que los científicos que lo solicitasen pudiesen estudiarla. “La pérdida para la ciencia no se puede cuantificar, pero es un meteorito que tiene un mineral que no hay en la Tierra, que es extraterrestre”, concluye. “No entiendo por qué el Estado no protege este tipo de bienes”.