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Un listón más bajo para los chicos que para las chicas en la Ruta Quetzal: ¿discriminación positiva pero al revés?

Expedicionarios de la XXVII Ruta Quetzal (año 2012) en Colombia.

Marta Borraz

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Cuando Íñigo de la Quadra-Salcedo, hijo de Miguel y organizador actual de la popular Ruta Quetzal ideada por el periodista en 1979, hizo el cribado de solicitudes para determinar qué jóvenes de 16 y 17 años participarían este año en la expedición, se encontró con que la inmensa mayoría de las plazas las ocuparían chicas. Al viaje van quienes mejores expedientes académicos tienen; la selección se hace en base a las notas medias más altas, y ahí ellas sobresalen. Siguiendo esta regla, del total de 200 puestos disponibles conseguían uno solo 26 chicos y 174 chicas, un 87%, algo a lo que la organización quiso poner coto, según ha adelantado El País. ¿La solución? Rebajar el listón para los chicos.

Así, según consta en la página web de la Ruta Quetzal, que partirá el próximo 1 de julio de Vilanova de Arousa (Pontevedra), la nota de corte es diferente en función del sexo, ligeramente inferior para ellos. Por ejemplo, en Catalunya es de 10 para las expedicionarias y 9,29 para los chicos, mientras que en Cantabria es de 9,82 y 9,64, respectivamente. Según explica la organización, el objetivo es “garantizar la proporción adecuada de participantes seleccionados en ambos sexos” y evitar que ellos se vieran disuadidos a participar en próximas convocatorias. Hay que tener en cuenta que tradicionalmente el número de aspirantes femeninas son muy superiores y constituyen el 67% del total.

La decisión ha abierto un debate sobre la pertinencia de la medida en un momento en el que arrecia el cuestionamiento por parte de algunos sectores de las las llamadas cuotas de género, encaminadas a lograr la equidad en la representación de las mujeres sobre todo en política y empresas. ¿Es equiparable? ¿Se le puede llamar a lo que ha hecho la Ruta Quetzal discriminación positiva?

Reequilibrio y no desigualdad

María Olivella, coordinadora de la Unidad de Igualdad de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), explica que la discriminación positiva “es una acción que se hace para compensar las desigualdades estructurales del sistema”, no solo en lo que respecta al género, también a la orientación sexual, la discapacidad o el componente étnico. “Es decir, identificamos que hay una discriminación y un sesgo que hace que a parte de la población le sea más difícil acceder a determinados lugares y no por una cuestión de capacidad, sino producto de esa desigualdad. Lo que ha hecho la Ruta Quetzal es otra cosa”, afirma la experta.

Si despuntan ellas en los expedientes académicos no es porque a ellos no se les esté atendiendo o porque históricamente no hayan tenido las mismas oportunidades, como sí ocurre con las mujeres en determinados espacios

Amparo Lasén socióloga de la Universidad Complutense de Madrid

Coincide con ella la socióloga de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Amparo Lasén, para la que “la organización es libre de buscar que haya el mismo número de chicos que de chicas”, pero descarta equipararlo a la discriminación positiva. “No podemos decir que los niños en este punto estén discriminados. Si despuntan ellas en los expedientes académicos no es porque a ellos no se les esté atendiendo o porque históricamente no hayan tenido las mismas oportunidades, como sí ocurre con las mujeres en determinados espacios”, añade.

Lo diferencia de la discriminación positiva porque “no hay ninguna limitación para los chicos para el acceso a la educación en las mismas condiciones que las chicas” el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba Octavio Salazar, que no ve negativa la medida que ha tomado la Ruta Quetzal para su trigésima segunda edición. “Si efectivamente pretenden conseguir una presencia equilibrada de chicos y de chicas, y parece que ellos tienen más dificultades para acceder a los mínimos, podrán establecer, como de hecho han previsto, algún tipo de medida reequilibradora”, asegura.

Distinto le parecería a Salazar si se diera en otros ámbitos. “Cuestión diferente sería si habláramos de acceso a la función pública, por ejemplo. De hecho, en las últimas promociones de acceso a la judicatura cada vez hay más mujeres que hombres, pero en las instancias de poder siguen sin estar. ¿Cabría plantearse algún tipo de medida de reequilibrio? Si llevamos esto al extremo alguien podría proponer algún tipo de medida para favorecer a los chicos en la EVAU, que seguramente tendrán notas más bajas que ellas”. Sí considera el experto que “tendrían sentido”, por ejemplo, acciones positivas para que ellos “estudiaran carreras feminizadas como enfermería, de la misma manera que podríamos aplicarlas a ellas en las carreras técnicas”.

Más allá de la medida

Lasén, por su parte, se pregunta por el objetivo de la convocatoria para la expedición. Si se plantea “para alcanzar la paridad”, la medida puede ser oportuna, pero si es “un premio” para los mejores expedientes “y los acaban teniendo las chicas, habrá que premiarlas a ellas, igual que hacemos por ejemplo en las oposiciones”. “¿Qué problema habría en que todas fueran chicas?”, se pregunta. La socióloga llama a no obviar el hecho de que “socialmente se ve con indiferencia cuando los espacios son 'normales', es decir, cuando hay una representación de varones mucho más alta, pero las alarmas se elevan cuando es al revés. Esto se ve en ámbitos profesionales. Y tiene que ver en muchos casos con el miedo a la feminización de un espacio porque se teme que eso conlleve su desprestigio”, explica.

Olivella pone el foco sobre otra cuestión que “puede llegar a ser discriminatoria” con las chicas. La directora de la Unidad de Igualdad de la UOC asegura que las acciones de discriminación positiva “deben plantearse muy claramente” en las bases de cualquier concurso o acceso a plazas “de forma que uno sabe cuáles son las condiciones en las que juega”. En las bases de participación que constan en la página web de la Ruta Quetzal se especifica que el proceso de selección se haría a partir de las notas medias finales del pasado curso y, de haber empate entre dos, se sortearía la plaza. Es en el apartado en el que se publica la lista de expedicionarios seleccionados cuando consta que las notas de corte entre sexos difieren.

Más allá del debate sobre la pertinencia o no de lo que ha hecho la organización, las voces expertas consultadas coinciden en pensar en el fondo del asunto. ¿Por qué la inmensa mayoría de los expedientes académicos más brillantes a seleccionar para la ruta son de chicas? Salazar sostiene que se trata de un debate necesario que “como sociedad no estamos haciendo” a pesar de que “se está viendo internacionalmente”. No ocurre porque haya unas causas de discriminación, “todo lo contrario”, reitera Salazar, sino que tiene que ver “más bien con determinadas cuestiones sociales y culturales que están incidiendo de manera negativa en los chicos”.

“Me refiero a cómo una determinada socialización, el lugar de desubicación y hasta cierto punto de brújula perdida que tienen los chicos jóvenes en la actualidad está generando consecuencias negativas en ellos. Y una de ellas es una que todas las expertas en educación resaltan: las menores tasas de éxito escolar, las mayores tasas de absentismo, los mayores niveles de abandono y el peor rendimiento académico”, continúa el catedrático. Lasén llama la atención también sobre las diferencias de proporción entre los y las solicitantes. Ellas aspiran mucho más que ellos a la expedición (un 67% de las 1.386 peticiones).

En este sentido, y en términos generales, más que medidas destinadas a reequilibrar su presencia en determinados espacios, Salazar apuesta por trabajar este asunto desde la adopción de políticas “mucho más profundas relacionadas con la masculinidad”, más aún cuando el contexto global sigue siendo el de la infrarrepresentación de las mujeres, sobre todo en espacios de poder.

Porque en su opinión, aunque tras la diferencia de rendimientos académicos entre sexos haya “muchos factores”, considera que una variable clave es que los chicos “no han encontrado cuál es su lugar en un contexto nuevo donde las mujeres han ido alcanzando autonomía. Siguen reproduciendo modelos caducos como el del hombre proveedor u omnipresente” mientras que ellas “han asumido que tienen que trabajar duro, que esta sociedad se lo pone difícil. Y esto les lleva a un sentido enorme de la responsabilidad, a veces con consecuencias negativas por su alta exigencia”, concluye.

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