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Mucho más que una DANA: así son los “monstruos” que el calentamiento puede crear en el Mediterráneo

La monstruosa tormenta que se generó en el Mediterráneo el 18 de agosto de 2022 vista desde el satélite Terra

Antonio Martínez Ron

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En la mañana del 18 de agosto de 2022 el día amaneció tranquilo alrededor de la isla de Córcega. El empresario Tobia Papetti y un grupo de amigos navegaban en su yate frente a la costa cuando vieron aparecer en el horizonte una masa de aire turbia que avanzaba a toda velocidad. En el vídeo que grabó aquel día se ve cómo la tormenta los engulle con violencia y en cuestión de segundos son sacudidos por un viento de más de 160 km/h que casi los hace zozobrar. Eran las 8:21 de la mañana y acababan de ser testigos de la llegada de uno de los fenómenos más extremos y destructivos que se han originado en el Mediterráneo.

La lengua de viento y lluvia que Papetti vio llegar desde el barco se había formado por la unión y organización de varias tormentas al norte de Menorca y se desplazó hasta las proximidades de Córcega, donde se estaba registrando una ola de calor marino y el agua estaba a una temperatura de más de 3ºC por encima de la media. Aquello, junto a la vaguada atmosférica en altura, fue el combustible perfecto para desatar lo que se conoce como un derecho, un fenómeno equivalente en violencia a un tornado, pero en el que el viento viaja en línea recta en lugar de rotar y los daños se extienden en un frente mucho más amplio. En aquel punto, la agrupación de tormentas formó una especie de punta de flecha y se deslizó hacia el norte de Italia con vientos por encima de 220 km/h.

Doce horas de caos

El impacto contra la isla de Córcega dejó las cinco primeras víctimas mortales y una decena de heridos, además de causar daños en el aeropuerto y una de las aeronaves. Al tocar el continente, en la localidad italiana de Piombino, el vendaval puso a girar la noria de una feria a toda velocidad y la desarboló como si fuera de juguete. Poco después se llevó por delante las sillas y mesas de la plaza de San Marcos, en Venecia, y atizó con tal furia la fachada del campanile que arrancó uno de sus ladrillos e hirió a varios turistas. En la localidad eslovena de Kranj, el viento desgajó el tejado de un edificio y en el centro de Austria varias torres de alta tensión se desmoronaron al paso del frente como si fueran queso fundido. La violencia y la destrucción fueron equivalentes a los de un huracán de categoría 3.

Finalmente, tras unas 12 horas de sembrar el caos y dejar sin luz a miles de centroeuropeos, la violenta exhalación atmosférica se quedó sin energía y se extinguió antes de llegar al norte de Europa. Había viajado 1.600 kilómetros a través de cinco países, acabando a su paso con la vida de 12 personas

Una vieja sospecha 

El meteorólogo de AEMET y experto en dinámica atmosférica Juan Jesús González Alemán estaba aterrizando en la tarde del 17 de agosto en el aeropuerto de Barcelona cuando vio por la ventanilla del avión cómo se formaba el primer frente. La previsión meteorológica de aquel día anunciaba tormentas al norte de Baleares, pero nada fuera de lo común para la época del año. “En aquel momento ya se estaba cociendo todo”, recuerda. “Noté que la atmósfera tenía mucha energía y ya se veía desde el avión la que se estaba organizando”. Por supuesto, no pudo predecir lo que venía, como no pudo ningún servicio meteorológico, pero cuando empezaron a llegar los datos se puso a analizarlos de inmediato. 

Como especialista, González Alemán lleva años investigando la posibilidad de que el cambio climático intensifique la formación de ciclones tropicales en el Mediterráneo (lo que se conoce como “medicanes”, una contracción de “huracán mediterráneo” en inglés), pero no se podía imaginar que algo todavía más infrecuente, como un “derecho”, se hubiese formado de forma súbita en una zona como aquella y con tal poder destructivo. Mayor incluso que el de los medicanes, aunque más corto en el tiempo. “Para hacerse una idea”, explica, “un derecho es como una fila de tornados corriendo en paralelo, con la misma intensidad del viento, pero soplando en línea recta y recorriendo un tramo de al menos 600 km y con una anchura mínima de unos 100 km”.

Los datos que se recogieron aquel día sembraron una idea en su cabeza que compartió con sus seguidores en la red social Twitter. “Es posible (a falta de investigarlo) que sea el primer evento meteorológico extremo del ”otoño“ en el Mediterráneo que haya sido extremado por las altas temperaturas del mar este verano”, escribió. Un año después, tras muchas horas de trabajo y análisis, él y su equipo de colaboradores han resuelto sus dudas y publican un estudio detallado de lo que pasó aquel día en el Bulletin of the American Meteorological Society. El resultado supera incluso lo que esperaban: no solo han certificado que el aumento de temperatura del mar fue la clave, sino que su modelo indica que la situación se desató, con total certeza, como consecuencia del cambio climático producido por la acción humana.

La “pistola humeante” 

“Lo que esperábamos es que el resultado fuese que sin cambio climático se hubiese formado el derecho, pero no hubiese sido tan intenso”, explica el investigador de AEMET. “Esto es lo que estamos acostumbrados a ver en otros estudios de atribución, como las olas de calor, pero es que aquí lo que vemos no es que el cambio climático ha contribuido a intensificar un evento, sino que ha formado el evento”, subraya. “Es la primera vez que se demuestra que ha sido el detonante de la formación de un evento meteorológico extremo”. 

En ciencias atmosféricas, los llamados “estudios de atribución” se basan en el uso de diferentes modelos climáticos para poder determinar si el cambio climático tiene influencia en un evento extremo. Si al introducir las condiciones preindustriales, el modelo reproduce el mismo fenómeno con menor intensidad, se puede deducir qué parte del aumento es culpa de las nuevas condiciones atmosféricas y no de las variaciones naturales. Para este trabajo, los autores utilizaron una metodología llamada “pseudo global warming” (PGW) y encontraron un modelo que, con los datos de la situación real horas antes, reproducía un fenómeno similar sobre el mismo escenario con gran fidelidad.

“El siguiente paso fue poner el modelo a correr, con los mismos datos, pero con condiciones del periodo preindustrial, es decir, quitándole todo el forzamiento del cambio climático”, explica González Alemán. “Y lo que pasó fue que el derecho no se producía en ninguna de las circunstancias. No que se produjera con menor intensidad, sino que sencillamente no ocurría”. 

Si esto fuera un crimen, este estudio sería el equivalente a pillar al cambio climático in fraganti y con la ‘pistola humeante’ en la mano

Juan Jesús González Alemán Investigador de AEMET

El resultado es novedoso y relevante porque este tipo de estudios de atribución se aplican habitualmente a fenómenos de mayor escala a nivel temporal, como borrascas u olas de calor, pero a medida que se acercan a fenómenos meteorológicos tan localizados como este se pierde precisión. “Es la primera vez que se aplica a una tormenta convectiva y, en concreto, a un derecho”, indica el experto. “Y tenemos un modelo físico matemático que nos está diciendo que si no tuviéramos las condiciones actuales, el evento no se habría producido. No se habría formado un derecho en el periodo preindustrial”. Si esto fuera un crimen, este estudio sería el equivalente a pillar al cambio climático “in fraganti y con la ‘pistola humeante’ en la mano”, asegura.

¿Y el siguiente, cuándo?

Los resultados del trabajo indican que la clave está en el aumento de temperatura que nuestras emisiones ha provocado en el océano, esos tres grados de más que experimentaba el Mediterráneo en la zona de Córcega aquel día sobre la media del periodo 1940-2022. Los autores no han podido establecer a partir de qué temperatura ya no se habría producido el “derecho”, pero el contraste con los diferentes modelos les permite saber que con 1,19 º C de aumento sobre la media preindustrial el fenómeno se sigue disparando. “Hemos hecho pruebas de sensibilidad y lo que vemos es que la diferencia suele aparece a partir del aumento de un grado”, explica González Alemán. 

¿Nos permitirá este trabajo predecir con algo de antelación que este tipo de fenómenos pueden tener lugar? “Si se empieza a observar que el mar se calienta mucho podemos decir que el combustible está disponible”, indica el autor principal del estudio, “pero no se puede saber si se va a formar o no, porque los modelos no están preparados para simularlo bien, aunque los predictores pueden estar alerta a partir de ahora”. 

Respecto a la frecuencia con que se puede producir este tipo de vientos extremos e inesperados, para los que se tienen que alinear una serie de circunstancias atmosféricas muy específicas como aire frío en altura, la cercanía de un sistema de bajas presiones y cizalladura vertical (diferencia en las dirección entre los vientos en diferentes capas), González Alemán advierte de que lo peor puede venir en los próximos años. “Cuando ponemos en el modelo una atmósfera de finales de siglo con cambio climático más avanzado, el evento se vuelve hasta un 50% más intenso y hasta un 300 % más grande”, asegura. “Esto quiere decir que a lo mejor dentro de 30 años podría llegarse a vientos de 300 km/h. Un huracán no llega a tanto, solo los tornados, así que sería muy destructivo y muy peligroso, no tendríamos adjetivos para calificarlo”.

Entrenar para la próxima

El investigador Tomáš Pucik trabajaba en su puesto del Laboratorio Europeo de Tormentas Severas (EESL) aquel 18 de agosto en que se desató el derecho sobre Córcega. “La noche anterior hice un pronóstico de tormenta”, explica a elDiario.es. “Las condiciones parecían extremadamente favorables para tormentas muy violentas. Cuando me desperté por la mañana, lo primero que revisé fue dónde estaban las primeras tormentas del día, por supuesto. Y vi un sistema convectivo masivo acercándose a Córcega. En el radar, tenía forma de arco y aceleraba hacia la isla. Así que sabía que la isla iba a experimentar algunas ráfagas de viento muy fuertes. Sin embargo, me quedé boquiabierto cuando me enteré de varias mediciones de ráfagas de viento superiores a 50 m/s [189 km/h]”. 

En el Laboratorio Europeo de Tormentas Severas (EESL) estamos capacitando a los meteorólogos europeos para que estén mejor preparados para eventos tan violentos

Tomáš Púčik Investigador del EESL

Púčik reconoce que aquella fue una de las situaciones más intensas que ha vivido y adelanta que ya están trabajando en un proyecto para que la próxima vez no les pille por sorpresa. “Nos estamos concentrando en encontrar qué parámetros que describen el estado de la atmósfera antes de la tormenta son más relevantes para la producción de vientos fuertes”, indica. “Otra vía es el uso de modelos de alta resolución que permitan la convección, que pueden simular este tipo de tormentas explícitamente”. En este sentido, el nuevo trabajo de González Alemán demuestra que usar la alta resolución es posible. “La mejora futura de estos modelos también puede aumentar nuestra capacidad para predecir estas tormentas”, añade Púčik. “Y hay que sumarle la formación de pronosticadores: en el ESSL estamos capacitando a los meteorólogos europeos para que estén mejor preparados para eventos tan violentos. Y, por supuesto, hemos analizado este evento en particular muchas veces en nuestros seminarios durante el transcurso del año pasado”.

“Subiendo escalones”

Para José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored, los resultados de este trabajo son otro de los “canarios en la mina” que nos avisan de la magnitud creciente que están alcanzando el calentamiento global y sus múltiples impactos. “Gracias a este estudio”, señala, “sabemos que la convección profunda que propició ese sistema tormentoso altamente organizado fue posible gracias a la ola de calor marina severa que hubo en la zona de génesis del devastador derecho”. A su juicio, estudios como este son muy valiosos para comprender mejor de qué manera está cambiando el comportamiento meteorológico a medida que el calentamiento global sigue subiendo escalones. “Lo más destacable es que, bajo unas condiciones distintas, sin un calentamiento global antropogénico, no se habría formado este derecho”, sentencia.

Estudios como este son muy valiosos para comprender mejor de qué manera está cambiando el comportamiento meteorológico a medida que el calentamiento global sigue subiendo escalones

José Miguel Viñas Meteorólogo de Meteored

Para el veterano meteorólogo Ángel Rivera, se trata de un trabajo importante y pionero. “Viene a demostrar científicamente la intuición que llevamos ya tiempo exponiendo de que la disponibilidad de una mayor energía en la atmósfera conduce a fenómenos anteriormente desconocidos o muy raros en nuestras latitudes”, explica. Sobre la probabilidad de que sucedan más derechos en el futuro, recuerda que su formación requiere de al menos dos ingredientes básicos: gran disponibilidad de energía y una cierta cizalladura vertical del viento. “El primero lo tenemos asegurado casi siempre, así que es probable que su frecuencia aumente”.

Tomáš Púčik cree que los resultados de este estudio son importantes y robustos, y recuerda que en Estados Unidos un trabajo anterior, de 2016, había hecho una atribución similar para la formación de supercélulas con tornados. “En este nuevo estudio los autores muestran claramente que la tormenta es más intensa cuando se incluye la contribución del cambio climático antropogénico y que la tormenta podría ser aún más intensa si se produce un mayor calentamiento”, afirma. Sin embargo, hay un punto en el que no está de acuerdo con los autores. “Ellos dicen que sin el cambio climático, las tormentas serían ‘células convectivas ordinarias’, pero habría tormentas severas y de larga duración incluso sin el cambio climático, aunque este hizo que las tormentas fueran más fuertes y que la franja de viento severo fuera mucho más amplia”, observa.  

Romualdo Romero, catedrático de Física de la Tierra de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), recuerda que para que se produzca un derecho se necesita un “cóctel de ingredientes” muy específico. Él y su equipo estudian los medicanes y las lluvias torrenciales en el Mediterráneo y observan la paradoja de que cada vez habrá un tiempo más anticiclónico, pero los fenómenos extremos aumentarán en frecuencia y violencia. “Todo depende de la energía del mar, pero luego hace falta una configuración de los sistemas meteorológicos muy concreta que sea el gatillo para disparar la pólvora”, asegura. “Al final, en algún sitio, casi seguro esto sucederá”, concluye. “Y si se produce en lugares como el sur de Francia o en el levante español las consecuencias pueden ser especialmente dañinas”.

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