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Un pueblo de Albania reza en un búnker del comunismo convertido en iglesia

Un pueblo de Albania reza en un búnker del comunismo convertido en iglesia

EFE

Lin (Albania) —

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Los campesinos del pueblo Lin nunca habían pensado que un día iban a rezar y pedir protección a su san Nicolás dentro de un búnker, símbolo de la violenta dictadura comunista que convirtió Albania en el único país ateo del mundo.

Esta improvisada iglesia búnker ortodoxa, que carece de altar, pero tiene colgados varios iconos en su pared redonda de hormigón y acero es única en Albania, un pequeño país de 2,8 millones de habitantes de mayoría musulmana.

No hay puertas y para entrar uno debe agacharse. En el ventanuco donde los soldados asomaban sus kalashnikov para disparar contra el eventual enemigo hay iconos de Cristo Pantocrátor, santa María, el profeta Elías y otros.

En este lugar exacto los antiguos habitantes de Lin construyeron hace más de dos siglos una pequeña parroquia para venerar a san Nicolás, patrón de las aguas y protector de los marineros y pescadores.

A los pies de este monte se encuentra el espectacular lago de Ohrid, que hace de línea fronteriza entre Albania y Macedonia, lo que en su momento convirtió la colina en un lugar estratégico de observación, además de ser lugar de veraneo del dictador estalinista Enver Hohxa.

Con sus 280 metros el lago de Ohrid es el más profundo de los Balcanes -además de ser uno de los más antiguos del mundo-. Sus aguas prístinas y su rica fauna lo han convertido en Patrimonio de la Humanidad y punto de atracción turística.

Igual que la mayoría de los lugares de culto cristiano y musulmán, la pequeña iglesia de san Nicolás fue destruida en 1967, cuando Hoxha prohibió todas las prácticas religiosas y declaró Albania por Constitución el primer país ateo del mundo.

Los pocos templos que quedaron fueron transformados en almacenes de cereales, polideportivos y cines, mientras que centenares de clérigos fueron perseguidos, asesinados, encarcelados y enviados a campos de trabajo forzoso.

“De las siete iglesias que había en el pueblo sólo quedó una, la de santa Bárbara, que fue transformada en Casa de Cultura, donde se celebraban bodas, fiestas, reuniones del partido y se estrenaban películas”, cuenta a Efe el pope de Lin, Nestor Bicja.

Igual que los demás jóvenes del pueblo, en 1967 Bicja, que entonces solo tenía 13 años, se vio forzado por los comunistas a colaborar en la destrucción de las iglesias de su pueblo.

“A mi primo, el pope Boris Bicja, le prohibieron llevar sotana, le afeitaron la barba y le obligaron a trabajar en la cooperativa”, explica el religioso.

Años más tarde, sobre las ruinas de la iglesia, el régimen de Hoxha construyó el búnker en cuestión, desde el que soldados armados vigilaban día y noche la línea fronteriza del lago para que nadie pudiera escapar hacia la entonces enemiga Yugoslavia. Había que proteger el país de una hipotética invasión extranjera que nunca llegó.

La fuga en el comunismo era considerada traición a la patria, y las personas que lo intentaban morían por los disparos de los guardias fronterizos o eran capturadas y enviadas a la cárcel donde debían cumplir condenas de un mínimo de 15 años.

Aún se recuerda en esta zona la espectacular huida en 1975 de tres hermanos y sus familias en un bote improvisado a partir de dos listones de madera, separados por redes de pesca.

O el caso de dos personas que cruzaron nadando. Para protegerse del frío de las aguas del lago se untaron el cuerpo con lubricante, y para camuflarse se colocaron sandías en la cabeza.

En los años 1970 de la época comunista, Albania acabó sembrada de cientos de miles de búnkeres de diferentes tamaños, fruto de la paranoia del dictador que temía a una imaginaria agresión exterior.

“Es absurdo convertir un lugar sagrado en un lugar de violencia, donde los soldados armados pueden disparar contra cualquiera que intenta huir”, dice Bicja.

En 1991, tras la caída del comunismo y el retorno de la democracia y la libertad de culto, los campesinos de Lin se apresuraron a llevar al búnker sus iconos. Allí empezaron a encender velas y a pedir deseos a san Nicolás.

“Antes iba a rezar al búnker de Enver (Hoxha), pero ya no lo hago porque no puedo subir la colina”, se queja Spasie, una anciana de 81 años.

Además de los ortodoxos, también los musulmanes del pueblo consideran que la iglesia de san Nicolás es un lugar sagrado.

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