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La escuela, camino de completar el curso sin cerrar por la pandemia a la espera de volver a ser 100% presencial

Alumnos atienden durante una clase con medidas por el Covid, en una imagen de archivo.

Daniel Sánchez Caballero

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La escuela se encamina firme a salvar el curso, si por salvar se entiende seguir abierta. El segundo trimestre del año escolar se ha cerrado con el 99,6% de las aulas de centros educativos abiertas y solo dos centros completamente cerrados, según datos del Ministerio de Educación con información de las comunidades autónomas. En el primer trimestre el dato fue algo peor en las dos variables: concluyó con un 0,7% de las aulas confinadas y 35 colegios clausurados. En ningún momento del curso, destaca Educación, se ha superado el 2% de las aulas en cuarentena ni los 43 centros cerrados simultáneamente, pico que se dio a la vuelta de las vacaciones de Navidad. Además, España es de los países europeos que menos tiempo ha tenido cerrados los centros.

El Ministerio presume de la situación escolar. “Cabe destacar que España es de los pocos países que ha mantenido abiertos los colegios durante estos dos trimestres de curso escolar”, señala la cartera que dirige Isabel Celaá en una nota de prensa. La propia ministra recordó hace pocos días en un acto de la Unesco lo importante de que el alumnado acuda cada día (más o menos) a su centro, la organización de la ONU dedicada a la Educación, la Ciencia y la Cultura: “En España creemos que la educación presencial es insustituible”, aseguró. En la misma línea se expresa la directora general de la propia Unesco, Audrey Azoulay: “Los cierres prolongados y repetidos de los centros educativos están teniendo un creciente coste psicosocial para los estudiantes, aumentando las pérdidas de aprendizaje y el riesgo de abandono escolar, lo que afecta de forma desproporcionada a los más vulnerables”.

Este es el mayor “pero” que se está poniendo en estos momentos desde los sindicatos docentes. La presencialidad de la que hace gala el ministerio es de facto semipresencialidad en la mayoría de las comunidades autónomas, y la realidad sobre el terreno es que el día que toca clase online es un día medio perdido para el alumnado. “El problema de este trimestre no es tanto la situación sanitaria como la presencialidad”, sostiene Maribel Loranca, secretaria general de la sección educativa de UGT. “El problema es que no se han cumplido todas las medidas del plan de digitalización”, añade en alusión al anuncio del Gobierno de que dotaría de equipamiento informático tanto a centros como al alumnado más vulnerable.

Toni González, presidente de la Asociación de Directores de Instituto del País Valenciano ADIES-PV, coincide en que pese a las bajas que han salpicando el curso la situación se ha conseguido salvar, que no es poco. Y la cosa va mejorando, asegura, aunque también afirma ser consciente de que todo se puede ir al traste tras la Semana Santa, como ocurrió un poco tras la Navidad. “A partir de febrero es cierto que ha ido bastante bien. Los contagios detectados en los centros están en mínimos desde que empezó el curso y eso da una continuidad [a la docencia] muy buena. En mi centro llevamos un mes sin ningún contagio”, explica, consciente de que solo es un ejemplo concreto.

¿La próxima parada? Recuperar la presencialidad total, responde González, quien en su condición de tesorero de la Federación de Asociaciones de Directivos de Centros Educativos Públicos Fedadi está en contacto con colegas de todo el territorio. “Nuestra idea es planificar con esta vuelta total a las clases”, asegura. “Y si es con COVID, habrá que contratar más profesorado”, como ya se ha hecho este año en casi todas las comunidades, añade.

El consenso en torno a la importancia de la presencialidad está bastante asentado. La ministra hablaba en términos puramente educativos, pero algunos expertos también creen que lo es a nivel de seguridad frente a la COVID-19. “Los colegios reflejarán la transmisión de las comunidades, más o menos alta, pero no la amplifican. Son una buena barrera de contención, un mecanismo para aislar positivos de los niños y que estos no contribuyan a diseminar el coronavirus”, explica Quique Bassat, pediatra y epidemiólogo. Dicho de otra manera, si los menores no van a clase, donde están más o menos controlados con los protocolos sanitarios, estarán en otro sitio y no necesariamente tan controlados.

Bassat, que viene monitorizando los datos de contagios en las escuelas catalanas –una de las pocas comunidades autónomas que ofrece datos desagregados al respecto– explica que la tendencia es clara: se dan picos de contagios en los periodos postvacacionales (el último fue tras la Navidad) motivados por la transmisión en tiempo de ocio, y luego baja y la situación se estabiliza. La evolución de las aulas cuarentenadas durante este trimestre así lo refleja también.

De hecho, como recuerda Educación, el Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC, en sus siglas en inglés) reforzó esta idea en un informe del pasado 23 de diciembre, cuando la incidencia se disparaba: “Hay un consenso general en que la decisión de cerrar escuelas para controlar la pandemia de COVID-19 debería utilizarse como el último recurso. El impacto físico, sobre la salud mental y la educación de los niños de cerrar las escuelas, además del impacto económico a nivel global, sería mayor que los beneficios” de hacerlo.

El inicio de la campaña de vacunación entre el profesorado ayudará a rebajar las cifras, al menos en lo referido a los contagios de adultos. La tasa de contagio entre el profesorado y el alumnado es similar, explica Bassat. Está en torno al 0,15%-0,20%. Es esperable, explica el epidemiólogo, que la transmisión entre su colectivo baje. Aunque, si se quiere llegar a la inmunidad de rebaño que se busca, que se alcanzará cuando el 70% de la población esté vacunada, según las administraciones, habrá que pensar en inocular a los alumnos también, opina Bassat. “Quizá no tanto por ellos mismos, pero sí contribuyen en mayor o menos grado a la transmisión”, matiza. Aún no está decidido, pero este experto sostiene que lo más natural es vacunarlos empezando por los más mayores y hacia abajo (como los adultos), porque los adolescentes presentan una mayor transmisibilidad y también porque tienen un estilo de vida más proclive a los contagios.

Tanto el ministerio como las consejerías de educación han apostado por mantener la apertura y han conseguido apagar la retórica del cierre de escuelas, que sonó con fuerza cuando el pico de la tercera ola coincidió con una ola de frío que dejó imágenes de niños con mantas, gorro y guantes en clase ante la necesidad imperiosa de ventilar y ahora parece silenciada.

El panorama europeo

España está, como afirma Educación, entre los pocos países europeos que no han cerrado su sistema educativo del todo en todo el curso académico. La situación ha ido variando según evolucionaban las olas y actualmente solo tres naciones en toda Europa tienen cerrados los centros, y no del todo: son Portugal, que acaba de reabrir sus escuelas infantiles, Polonia e Irlanda, según datos de la Unesco.

A ellas se une ahora Francia, que venía resistiéndose a la medida. El país galo está inmerso en una cuarta ola, registra tasas de incidencia en torno a los 750 contagios por cada 100.000 habitantes en 14 días y el gobierno de Macron ha acabado cediendo a lo que hasta no hace tanto era muy remoto. Los centros cerrarán tres semanas aprovechando las vacaciones. La situación no deja de ser un aviso a navegantes.

España por el momento se mantiene entre los pocos países entre los 27 que están complemente abiertos, sin restricciones (más allá de la semipresencialidad elegida por la mayoría de las Comunidades Autonómas). Bélgica, Luxemburgo, Finlandia, Austria, Croacia y Rumanía son los otros países que mantienen sus centros operando con normalidad. El resto están funcionando a medias.

Nuestro país también es uno de los europeos, comunitarios o no, que menos tiempo han mantenido cerradas las escuelas debido a la pandemia, según datos de la Unesco recopilados por el diario francés Le Parisien. Destacan en esta lista Islandia, que apenas cerró seis semanas, Suiza (6,4 semanas), Francia (9,7 semanas) y Croacia (10). El siguiente es España, que tuvo sus centros cerrados durante 15 semanas (todas del pasado curso). Los grandes países europeos casi duplican estas cifras: Alemania contabiliza 23,6 semanas de cierre, Reino Unido 26 e Italia 29.

A nivel mundial y desde el inicio de la pandemia, las escuelas han estado cerradas por completo durante una media de 3,5 meses (14 semanas), aunque las diferencias regionales son notables. Los que peor están en ese sentido son los países de América Latina y el Caribe, donde acumulan cinco meses (20 semanas) de cierres completos a nivel nacional de media y hay países, como Guatemala, en los que los niños llevan un año entero sin pisar el colegio.

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