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DATOS

Las UCI se dirigen a una normalidad prepandemia ante el cierre progresivo de las unidades COVID

UCIs COVID

Mónica Zas Marcos / Raúl Sánchez

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Los hospitales empiezan a bajar la persiana de sus UCIs COVID-19 y algunos hasta se despiden de su último paciente después de diez meses. La presión asistencial respira por primera vez en la pandemia. La realidad entre esas paredes ha sido tan extrema que las personas que trabajan en ellas se resisten a hablar de olas: para los sanitarios de medicina intensiva ha existido un único tsunami que solo ahora empieza a amainar. A finales de esta semana había unas 2.400 personas hospitalizadas y alrederor de 659 en UCI, un 20% menos respecto a la semana anterior. Por comparar: en el pico de la tercera ola llegó a haber 32.000 ingresados en planta y 5.000 en UCI; y el día en que decayó el estado de alarma, eran 8.500 y 2.100 respectivamente.

Durante todo este tiempo, las UCI se han extendido y encogido como un acordeón. En la primera ola, las personas ingresadas ocuparon la totalidad de camas de cuidados intensivos que había entonces en España y además hubo que improvisar un millar más para curar una sola enfermedad. Cafeterías, capillas, pasillos y bibliotecas de hospitales sirvieron como unidades de intensivos hasta que, poco a poco, se habilitaron otras zonas menos singulares. Pero tampoco llegó la tan ansiada ampliación estructural. Antes de la pandemia, en 2019, España contaba con 4.447 camas de cuidados intensivos; en el pico de la tercera ola, llegaron a ser 11.000; y ahora, según las cifras del Gobierno, hay 9.300.

Sobre esa base es la que se mide la ocupación en UCI y en camas ordinarias: la primera está en un 7% ahora mismo y la segunda en un 2%. Ambas en riesgo bajo, aunque depende de la comunidad autónoma que se mire. Madrid sigue encabezando la lista de la ocupacion de UCI con un 14,7%, seguida por Castilla y León con un 11,3% y por Catalunya con un 10,7%. En el otro lado, Galicia, Cantabria, Extremadura, Comunidad Valenciana, Murcia, Baleares y algunas provincias de Castilla La-Mancha, Andalucía y Canarias tienen sus UCIs en el tramo de “nueva normalidad”.

Y, de nuevo, la ocupación por COVID es solo una aproximación. Salvador Morales Conde, presidente de la Asociación de Cirujanos Española (AEC), reconoce que las UCI están ahora a un 120% de su capacidad total. “Estamos operando a niveles mucho mayores que en prepandemia,”, explica. Es el efecto de haber recuperado la actividad quirúrgica tras meses de parón por el coronavirus. “Los cirujanos estuvimos mucho tiempo apoyando a los internistas en las plantas de COVID, pero ahora hemos tenido que duplicar nuestro trabajo habitual”, cuenta.



Muchas de las regiones que están bien en términos de ocupación son las que más aumentaron sus camas UCI, según los datos de Sanidad. Respecto a la dotación prepandemia de 2019, las mayores ampliaciones se encuentran en Murcia (257% más), Asturias (228%), Galicia (198%) o Cantabria (165%), según el Ministerio. Pero los datos cambian si se acude directamente a las consejerías de cada comunidad. En Murcia, por ejemplo, especifican que han vuelto al número de camas UCI básicas (144) con opción de triplicarlas si aumentasen los casos, momento en el que ocuparían zonas de quirófanos y salas de reanimación que ahora mismo han vuelto a su uso habitual. Es decir, la “ampliación” de Murcia es artificial.

Así ocurre en muchas otras regiones consultadas por elDiario.es. En Euskadi, una de las más azotadas en el último tramo de la pandemia, reconocen que la base es de 219 camas y que se puede ampliar hasta las 560 en función del nivel de alerta, siendo el 5 el máximo. En estos momentos tienen 261 pacientes –nivel 2–, pero nunca han pasado de las 400 camas –nivel 3–. Si el nivel de alerta baja, cierran la zona habilitada, pero depende del hospital. En este caso, la ampliación es accesible, pero tampoco es estructural. En Castilla y León tienen un sistema híbrido: ahora hay 398, más del doble de las que habría en una situación normal (166), pero menos de las que hubo en el pico de la pandemia (530). Aun así, no llegan a las que figuran en la base de datos de Sanidad: 444.

Galicia también admite que sus ampliaciones fueron todas temporales, que los 17 pacientes COVID que tienen están en las UCI tradicionales y que el resto de instalaciones han vuelto a su uso habitual. “Salvo otra pandemia, llegan las camas UCI que hay”, afirman fuentes de la Consellería de Sanidade. En Canarias, que según los datos de Sanidad tiene un 94% más de camas que en 2019, ocurre lo mismo. No hay salas extra habilitadas y los espacios que se usaron (salas de rehabilitación, unidades del despertar o quirófanos) ya no sirven para la COVID-19.

Navarra reconoce que, aunque reporta al Ministerio de Sanidad 230 camas, no significa que estén habilitadas. Lo que implica es que en un plazo de 48 horas se podrían transformar en caso de necesidad. También funciona así la Comunitat Valenciana.



Las únicas que aseguran que parte de su ampliación ha llegado para quedarse son Madrid, Catalunya y Cantabria. La más sonada es la del hospital Zendal de Madrid, presentado como un hospital de pandemias que dispone de 140 camas UCI. Por su parte, en Catalunya, el Cínic tiene 7 UCIs y dos de ellas se han quedado disponibles para la COVID-19, mientras que el hospital Can Ruti inauguró en febrero dos plantas con 40 camas de críticos adicionales. 

Por último, en Cantabria, el hospital de Valdecilla dispuso en enero una nueva UCI con 18 camas en una zona sin uso previo que se va a conservar. “La nueva UCI, con un coste superior a los dos millones de euros, financiados por la Consejería de Sanidad del Gobierno de Cantabria, se ha creado con el objetivo de que en el futuro pueda ser utilizado como Unidad de Cuidados Intermedios también adscrita al Servicio de Medicina Intensiva, una vez se supere la pandemia”, explican fuentes de la consejería. Además, este hospital ha reconvertido dos pabellones inferiores en espacios de atención del coronavirus como “ganancia de la pandemia”. 

Los intensivistas alertan de la importancia de echar estas cuentas. El ratio de camas de UCI anterior a la pandemia era de 9 por cada 100.000 habitantes, bastante bajo en comparación con algunos países de Europa –Alemania tiene 33– y con la media de la OCDE (15,9). Con la suma actual, España por fin llegaría a 15 por cada 100.000 habitantes. Pero como hemos visto, los cálculos no son tan sencillos.



“Es verdad que algunas comunidades han mejorado mucho, pero no se pueden mantener todas las camas porque muchas siguen en unidades de reanimación posanestésica, en boxes abiertos o muy alejadas de las áreas de medicina intensiva”, advirtió en su momento María Cruz Martín Delgado, presidenta de la Federación Panamericana de Terapia Intensiva y jefa de Servicio de Medicina Intensiva en el Hospital de Torrejón de Ardoz, en Madrid. “Son necesarias más camas de cuidados intensivos para poder mantener la ocupación por debajo del 80%, porque lo ideal sería tener siempre una cama reservada para una situación de un paciente crítico que necesita de inmediato el ingreso en la UCI”, expresó a EFE Álvaro Castellanos, presidente de SEMICYUC, la Sociedad Española de Medicina Intensiva Crítica y Unidades Coronarias. 

Cuatro usos para una ampliación real de las UCI

José Carlos Igeño, coordinador de Planificación, Organización y Gestión de la sociedad de intensivistas, cree que es pronto para pensar en cerrar las UCIs COVID. “No sabemos cuánto es el tiempo de inmunidad de las vacunas o si va a venir una nueva variante resistente a ellas. No deberíamos lanzar aún las campanas al vuelo y mantener listas las unidades que se abrieron ante un eventual brote, por lo menos, hasta que llegue el invierno”, opina. El presidente de la AEC, Morales, exige tener “la retaguardia cubierta” y que se establezca un plan B para que los gestores de los hospitales no tengan que volver a hacer “ingeniería” para ganar espacio en las UCIs.

En opinión de los expertos, esta es una buena oportunidad para modernizarlas. “A modo de anécdota, en el Hospital Johns Hopkins (Maryland, EEUU) tienen 8 UCIs y una de ellas les da vergüenza enseñarla porque dicen que es muy vieja: tiene 13 años. En España hay muchas que tienen 30”, relata Igeño, especialista del Hospital San Juan de Dios, en Córdoba. 

“Se ha visto, entre otras cosas, que nuestro país necesita más y mejores camas de cuidados intensivos”, asegura Castellanos. El jefe del área en el Hospital La Fe de Valencia aboga por “promover la estratificación asistencial” y separar la atención de los pacientes graves por sus necesidades. Una idea que recoge Igeño, a quien se le ocurren varios usos para las ampliaciones temporales además de la modernización ya mencionada. “Las unidades anexas pueden servir para ampliar las UCI originales de forma permanente. La medicina intensiva está experimentando un aumento de pacientes porque ahora se hacen cirugías complejas que antes no se operaban o se trata a muchas más personas mayores”, explica el portavoz de SEMICYUC.

Otra de las opciones es mantenerlas “abiertas durante los picos epidémicos, como la gripe y otras enfermedades respiratorias”. En tercer lugar, “pueden servir para cuando hay picos de demanda de cirugías, ya que las listas de espera han aumentado muchísimo”. Por último, “otra utilidad importante es la de crear unidades de cuidados intermedios, muy valiosas y que no existen en la mayoría de hospitales”, precisa Igeño.



Antes de darles una segunda vida, y bajo la máxima de que una UCI no es una “cama con un respirador”, todos los expertos solicitan un refuerzo de personal. Lo que denuncian los profesionales que trabajan en ellas es que una cama de UCI no puede contarse como tal sin el equipamiento y los profesionales necesarios, y la mayoría carece de esto último al ser víctimas de un “desgaste profesional”. “Muchos han tenido que doblar turnos y renunciar a libranzas en una situación bastante sostenida en el tiempo”, pone como ejemplo Castellanos.

Además, se necesita una formación muy específica para trabajar en una UCI. No les puede sustituir cualquiera. España es uno de los pocos países que tienen especialidad de Medicina Intensiva, lo que los trabajadores aseguran que influye positivamente en el diagnóstico del enfermo. “Te formas durante cinco años solo para ser intensivista y atender a cualquier tipo de paciente crítico”, reivindicaba la jefa del Torrejón de Ardoz, María Cruz Martín Delgado. Por todo ello, los sanitarios exigen a las comunidades autónomas un plan de contingencia real para las UCI que incluya camas, tecnología y, sobre todo, mano de obra. “No queremos vernos desbordados de nuevo”, advierte José Carlos Igeño.

GRÁFICOS: Raúl Sánchez

Reportaje realizado con información de Candela Canales (Aragón), Laro García (Cantabria), Pau Rodríguez (Catalunya), Ángel Villascusa (Castilla y León), Beatriz Martínez (Galicia), Santiago Cabrera (Murcia), Carlos Navarro (Comunitat Valenciana), Iker Rioja (Euskadi) y Dácil Jiménez (Canarias).

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