Masacres neolíticas en Alsacia: nuevas pruebas revelan violencia ritual hace 6.000 años

Vistas aéreas de depósitos masivos humanos relacionados con la violencia del Neolítico Medio Tardío en la región de Alsacia, Francia, analizados en este estudio.

Ada Sanuy

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Un nuevo estudio publicado en Science Advances aporta evidencias de que en el Neolítico, hace unos 6.000 años, las comunidades de Europa central vivieron episodios de violencia extrema que pudieron tener un componente ritual o de celebración de victorias. El análisis de restos humanos encontrados en las localidades de Achenheim y Bergheim, en la región francesa de Alsacia, muestra un patrón recurrente: víctimas enterradas de forma irregular, con heridas traumáticas y prácticas funerarias que difieren de manera clara respecto a otros miembros de la comunidad.

Los investigadores recurrieron a técnicas isotópicas para comparar el origen y la alimentación de las víctimas con la de las personas enterradas de manera convencional. Los resultados indican que no eran forasteros, sino que compartían el mismo entorno geográfico y dietético que sus vecinos. Esta conclusión descarta la hipótesis de que fueran invasores o extranjeros y sugiere que la violencia se dirigió contra miembros de la propia comunidad o de grupos muy cercanos.

Lo que revelan los esqueletos hallados

El estudio revela que los esqueletos presentan lesiones compatibles con ejecuciones masivas, incluidas fracturas craneales e impactos de proyectiles. Además, las fosas comunes reflejan una disposición desordenada de los cuerpos, en contraste con los enterramientos habituales, en los que se respetaban posiciones concretas y prácticas rituales estandarizadas. Esta diferencia refuerza la idea de que estas muertes no formaron parte de un ritual funerario normal, sino de un acto violento e intencional.

Los autores plantean que estas masacres podrían interpretarse como celebraciones de victoria, un fenómeno documentado también en otros yacimientos neolíticos de Europa central. La diferencia entre víctimas y no víctimas no se encuentra en su origen o dieta, sino en el tratamiento que recibieron tras la muerte. El patrón sugiere que la violencia tenía una carga simbólica y que la forma de enterrar los cuerpos formaba parte de un mensaje colectivo dirigido a la comunidad.

Ubicación y atribución cronocultural de los sitios arqueológicos seleccionados para el estudio.

No hay indicios de selección por edad o sexo

El caso de Achenheim, con decenas de individuos enterrados de manera caótica, resulta especialmente revelador. Los investigadores subrayan que no hay indicios de selección por edad o sexo: entre las víctimas hay hombres, mujeres y niños. Esta falta de discriminación refuerza la hipótesis de que el objetivo era eliminar de forma indiscriminada a un grupo entero, quizá para afirmar el dominio de una comunidad rival o como respuesta a tensiones internas.

En Bergheim, en cambio, las evidencias muestran un escenario algo distinto. Allí se observa que algunos cuerpos fueron tratados con más cuidado, mientras que otros fueron arrojados de forma desordenada. Esta variabilidad indica que los rituales asociados a la violencia podían adaptarse al contexto, combinando elementos de brutalidad con otros que posiblemente tenían un significado ceremonial.

El trabajo destaca además la importancia de situar estos episodios en el marco de la transición neolítica en Europa. El aumento de la competencia por los recursos, el asentamiento de comunidades agrícolas sedentarias y la aparición de desigualdades sociales pudieron generar un caldo de cultivo propicio para los conflictos. Las masacres de Alsacia se sumarían así a otras evidencias halladas en yacimientos de Alemania y Austria, configurando un panorama en el que la violencia colectiva formaba parte de la vida cotidiana de estas sociedades.

Finalmente, los autores advierten que la interpretación de estos sucesos como celebraciones de victoria no excluye explicaciones complementarias. Podrían haber sido actos de venganza, ejecuciones ejemplares o rituales de reafirmación del poder. Lo indudable, según el estudio, es que la violencia jugó un papel central en las relaciones sociales del Neolítico, y que el recuerdo de estos episodios quedó inscrito tanto en los restos materiales como en la memoria colectiva de las comunidades que los protagonizaron.

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