El misterio del mijo en Japón: por qué no aparece en las ollas de hace 2.500 años

Las ollas Yayoi todavía se utilizaban para cocinar pescado y otros alimentos silvestres

Ada Sanuy

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La expansión de la agricultura desde la península de Corea hacia Japón, hace unos tres milenios, marcó un hito en la historia del archipiélago. El arroz y el mijo, dos cultivos básicos en la dieta asiática, fueron introducidos en paralelo por comunidades migrantes procedentes del sur de Corea. Sin embargo, un nuevo estudio coordinado por las universidades de York, Cambridge y el Instituto Nacional de Investigación del Patrimonio Cultural de Nara, y publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), plantea una paradoja: mientras que el arroz acabó convirtiéndose en un pilar alimentario, el mijo prácticamente no dejó huella en la cocina japonesa primitiva.

El equipo de investigación ha analizado 260 fragmentos de cerámica procedentes de asentamientos de la Edad del Bronce en Corea y de los periodos Jomon Final y Yayoi en el norte de Kyushu. Mediante un análisis de residuos lipídicos, identificaron un biomarcador específico del mijo común solo en las muestras coreanas. En contraste, en las cerámicas japonesas, no se detectaron señales de su cocinado, a pesar de que las impresiones de semillas y los restos vegetales confirman su presencia física en los mismos asentamientos.

Tradiciones culinarias resistentes al cambio

“El análisis de residuos orgánicos ha sido crucial para captar cómo se usaban realmente estos cultivos”, explica la arqueóloga Jasmine Lundy, de la Universidad de York. “Nos ofrece una ventana directa a las prácticas culinarias de las primeras sociedades agrícolas”. Aunque el arroz y el mijo llegaron juntos, solo uno de ellos fue adoptado activamente en la cocina japonesa. Según el profesor Oliver Craig, también de York, “esperábamos encontrar rastros de mijo, dado que sabemos que formaba parte de la dieta en Corea. Pero su ausencia tanto en residuos cerámicos como en huesos humanos nos sorprendió”.

Este fenómeno no se puede atribuir a razones ambientales, ya que el mijo crece igual de bien en Japón que en Corea. Todo apunta, según los investigadores, a una cuestión cultural. Las poblaciones Jomon, anteriores a la agricultura intensiva, ya contaban con una rica tradición de pesca, recolección y cultivo de plantas silvestres, que continuaron incluso tras la llegada de nuevos alimentos. Las ollas Yayoi, por ejemplo, siguieron utilizándose para cocinar pescado y productos silvestres, sin mostrar signos claros de dedicación exclusiva al arroz o al mijo.

Mijo de corral japonés

Un caso no tan excepcional

Aunque se detectan cambios en las formas de la cerámica o en las herramientas agrícolas, la cocina, entendida como práctica social y cultural, permaneció estable durante siglos. “La historia alimentaria japonesa no se transformó de inmediato con la llegada del cultivo”, apunta Craig. “El ‘boom del arroz’ tardó tiempo en consolidarse. Esto demuestra que la cultura culinaria puede resistir incluso frente a transformaciones tecnológicas profundas”.

Situaciones similares se han documentado en otras regiones del mundo. En el sur de Escandinavia, por ejemplo, la caza y la pesca persistieron mucho tiempo tras la adopción de la agricultura, mientras que en otras zonas de Europa se abandonaron casi de inmediato. Según Shinya Shoda, del Instituto de Nara, este patrón de resistencia cultural ante la innovación técnica es más común de lo que se creía, y pone en entredicho la idea de que la evolución tecnológica conlleva siempre cambios rápidos y generalizados.

Implicaciones para el presente

El estudio también invita a reflexionar sobre cómo se adoptan hoy en día nuevas tecnologías o dietas. En palabras de Enrico Crema, investigador del proyecto ENCOUNTER en la Universidad de Cambridge: “Estos hallazgos nos recuerdan que no todas las innovaciones penetran por igual en todas las sociedades. Las costumbres culinarias, especialmente, pueden ser extraordinariamente resilientes y selectivas”.

El trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre la expansión de la agricultura en Japón, financiada por el Consejo Europeo de Investigación. Gracias a técnicas como la espectrometría de masas y el modelado isotópico, el equipo está reconstruyendo no solo qué se comía, sino también cómo se preparaba y qué tradiciones influyeron en esas elecciones. En última instancia, el llamado “misterio del mijo” muestra que en la cocina, como en la historia, no siempre triunfa lo más práctico, sino lo más profundamente arraigado.

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