El mundo oculto de los delfines más pequeños del mundo: acrobacias e inmersiones de hasta 120 metros de profundidad

Los delfines de Héctor son endémicos de las regiones costeras de Nueva Zelanda

Raquel Sáez

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El delfín de Héctor o delfín de cabeza blanca (Cephalorhynchus hectori), el más pequeño del mundo, siempre ha despertado la curiosidad de la comunidad científica, que no había podido descifrar su comportamiento debajo del agua. Ahora, una nueva investigación publicada en la revista Conservation Letters arroja datos reveladores y sorprendentes sobre sus movimientos. 

A través de un mapeo, científicos de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) han detectado que estos cetáceos realizan unas sorprendentes acrobacias bajo el mar. En concreto, realizan movimientos de barril e inmersiones de hasta 120 metros de profundidad. Además, son capaces de alimentarse boca abajo cerca del fondo marino, según describen. 

“Hay algunas inmersiones realmente impresionantes”, explica Ilias Foskolos, científico de la Universidad de Auckland y autor principal del estudio. Este subraya lo sorprendente de sus movimientos: “Bajar hasta 120 metros es algo bastante grande para un animal de 1,4 metros de largo; no era lo que esperábamos”.

Monitoreando a los delfines

Aproximadamente 15.000 delfines de Héctor viven en las aguas costeras alrededor de la Isla Sur, su único hábitat. Muchos se localizan en santuarios de mamíferos marinos, unos espacios que buscan asegurar su protección y desarrollo frente a actividades como la pesca. 

Para describir el comportamiento del delfín más pequeño del mundo, se colocaron dispositivos de grabación de sonido y movimiento llamados DTAG en 11 delfines de Héctor mediante ventosas. Esa prueba se realizó en el Santuario de Mamíferos Marinos de Clifford y Cloudy Bay, en la parte superior de la Isla Sur de Nueva Zelanda.  

Según mostraron las grabaciones, los delfines cambiaban de táctica según dónde se alimentaban. Cerca del lecho marino, se desplazaban lentamente, volteándose para atrapar peces planos y bacalaos. A media agua, intensificaban su actividad, realizando volteretas para capturar pequeños bancos de peces. La mayor distancia a la que nadó un delfín en alta mar fue de 15 kilómetros.

Además, los científicos crearon animaciones de las inmersiones de un delfín, acompañadas por los sonidos de los clics de ecolocalización del mamífero, que se transforman en un zumbido como el de una herramienta eléctrica cuando apuntaba a una presa.

“A pesar de ser un estudio preliminar, podemos apreciar claramente la utilidad del DTAG para comprender riesgos como las interacciones con artes de pesca o embarcaciones”, sostiene la profesora de la Universidad de Auckland, Rochelle Constantine. La especialista defiende seguir con este tipo de trabajos para “comprender mejor cómo minimizar los riesgos para los delfines y conocer su comportamiento en otros lugares”.

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