Los pingüinos primitivos tenían picos afilados como dagas para cazar peces según fósiles hallados en Nueva Zelanda
Los movimientos de un pingüino en tierra pueden dar la impresión de torpeza, con pasos cortos y balanceados que lo hacen parecer más gracioso que eficaz. El cuerpo rechoncho y las alas rígidas refuerzan esa imagen de animal poco ágil, como si estuviera diseñado para todo menos para cazar.
Sin embargo, basta con observarlo en el agua para descubrir una dinámica muy diferente, en la que sus aletas actúan como auténticas hélices y lo impulsan con rapidez hacia su presa. Su alimentación actual se basa en una estrategia muy exitosa, que consiste en atrapar a pequeños peces, calamares o krill con el pico en un único movimiento veloz.
Esta manera de alimentarse, aunque sencilla en apariencia, representa el resultado de una evolución larga que los transformó en especialistas submarinos, un contraste evidente con sus antepasados de picos largos y afilados.
Los fósiles de Nueva Zelanda sacan a la luz especies primitivas con picos en forma de daga
Los fósiles hallados en la formación Waipara Greensand, en la Isla Sur de Nueva Zelanda, han permitido a los paleontólogos reconstruir cómo eran las especies más antiguas de pingüinos. Entre los descubrimientos más recientes destacan cuatro nuevas especies que vivieron entre 62 y 57 millones de años atrás, en un periodo posterior a la extinción de los dinosaurios no avianos.
El análisis de los restos, presentado en la revista Zoological Journal of the Linnean Society, muestra que aquellos animales tenían picos alargados con forma de daga, probablemente empleados para ensartar a sus presas bajo el agua.
El hallazgo de estas especies se suma a otros registros que consolidan la Waipara Greensand como uno de los lugares más relevantes para comprender la evolución temprana de las aves marinas. Allí se han identificado hasta diez especies distintas de pingüinos fósiles, incluyendo ejemplares que alcanzaban dimensiones comparables a las de una persona adulta.
La paleontóloga Vanesa De Pietri y el curador Paul Scofield explicaron en un artículo en The Conversation que estos animales prosperaron tras la desaparición de los grandes reptiles marinos porque aprovecharon nichos ecológicos libres de depredadores y competidores.
Los cráneos fosilizados ofrecen pistas sobre la transformación del pico y la dieta
El tamaño y la morfología de aquellos pingüinos primitivos han despertado un gran interés entre los investigadores. Gerald Mayr, del Instituto Senckenberg de Alemania, subrayó en New Scientist que los fósiles ofrecen “una mirada sorprendente a la evolución más temprana de los pingüinos”.
Entre los restos se encuentran cráneos completos que incluyen el pico, lo que ha permitido estudiar con detalle cómo se transformaron sus estructuras óseas a medida que adoptaban un estilo de vida acuático.
La evolución del pico resulta importante para entender la transición alimentaria de estas aves. Según explicó Tatsuro Ando, del Museo de Paleontología de Ashoro en Japón, en declaraciones a New Scientist, “los fósiles que contienen picos, que pueden indicar la dieta de un ave, son extremadamente raros en pingüinos de periodos anteriores a 23 millones de años”. Gracias a este tipo de hallazgos se ha podido confirmar que los ejemplares más antiguos mantenían picos rectos y prolongados, adecuados para atravesar a sus presas antes de engullirlas.
Las piedras en el estómago confirman hábitos que persisten en los pingüinos actuales
Otro detalle llamativo apareció en el interior de algunos restos fósiles. Los investigadores identificaron piedras en el área del estómago, conocidas como gastrolitos, que los pingüinos actuales también ingieren de forma habitual.
Estas pequeñas rocas facilitan la digestión de los alimentos y podrían ayudar en la inmersión, ya que actúan como lastre en buceos prolongados. Se trata de la primera evidencia de que esta costumbre tiene un origen tan remoto, lo que sugiere que formaba parte del comportamiento de estas aves desde hace millones de años.
La ausencia de depredadores terrestres en Nueva Zelanda desempeñó un papel fundamental en la evolución de los pingüinos. Esa circunstancia eliminó la presión de tener que volar para escapar de amenazas en tierra, y sus alas pasaron a especializarse en la propulsión acuática.
Con el tiempo, estas adaptaciones los convirtieron en nadadores eficaces capaces de colonizar regiones tan distantes como la Antártida, Sudáfrica o Sudamérica, una expansión que solo pudo lograrse gracias a las transformaciones anatómicas desarrolladas en su etapa temprana.
Las investigaciones en la Waipara Greensand continúan abiertas y los especialistas confían en que seguirán apareciendo nuevos restos que amplíen la comprensión de esta historia evolutiva. Cada fósil encontrado no solo añade piezas a un rompecabezas científico, también confirma que Nueva Zelanda fue un espacio decisivo en la diversificación inicial de los pingüinos. Y mientras hoy parecen animales simpáticos que se limitan a engullir krill bajo el agua, sus antepasados revelan un pasado mucho más feroz y sorprendente.
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