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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

La cruel historia de la canción marinera que se viraliza en TikTok como consuelo en la pandemia

Felipe G. Gil

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Nathan Evans es un joven escocés de 26 años que hasta finales del año pasado trabajaba como cartero del servicio público postal británico (el Royal Mail) y que subía regularmente vídeos a TikTok en los que cantaba versiones de todo tipo de canciones pop. 

En su modesta pero ya nutrida comunidad de seguidores aglutinaba un total de 50.000 personas y decidió preguntar sugerencias de canciones para interpretarlas. Alguien le dijo que cantara “The Wellerman”, una vieja canción popular entre marineros escoceses y neozelandeses del siglo XVIII y XIX. Evans subió una versión editada donde compactaba su voz en varias capas y con distintos tonos.

TikTok tiene incorporado como parte de las herramientas que incorpora para creadores una función denominada como ‘dueto’. Dicha opción permite añadir un vídeo a otro respetando el sonido original y generando uno nuevo. Lleva meses siendo una herramienta muy popular para generar canciones colaborativas entre usuarios que no sé conocen entre sí.

Por alguna razón, la canción de Evans gustó mucho y se fueron añadiendo unos duetos a otros, generando una cadena que viralizó rápidamente la canción. Bajo la etiqueta #SeaShanty o #SeaShantyTok comenzaban a aparecer todo tipo de versiones. Barítonos, violinistas o productores de Bump-house añadieron sus aportaciones.

Probablemente Nathan Evans no esperaba este giro de los acontecimientos rizomático (que ya tiene algún precedente notable, como en el caso de la chica que se quejó de la cantidad de duetos en TikTok...y recibió una ristra de vídeos en forma de dueto en una compilación tan graciosa como imaginativa que recoge la biblia de los memes, Know Your Meme). Tras ganar casi medio millón de seguidores, Evans ha anunciado que ha firmado un contrato con una discográfica y deja su trabajo de cartero. Internet lo ha vuelto a hacer.

“No había escuchado muchos cánticos marinos, pero hace un tiempo descubrí que a la gente les gustaba...ahora todo ha pasado demasiado rápido y me ha cambiado la vida por completo”, contaba Evans a The Guardian. A pesar de su desconocimiento, existe una analogía clara que parece haber calado como explicación de porqué una canción así podría haberse popularizado.

Los cánticos marinos se asocian a priori a la necesidad de levantar el ánimo de los marineros en alta mar. En un estado de aislamiento similar al que podríamos haber vivido durante la pandemia, la música podría servir como vehículo para articular una voz colectiva que nos permita navegar conjuntamente una situación adversa. La analogía parece perfecta para explicar la popularidad hoy de una canción así y de hecho el propio Evans explicaba a Channel 4 News que quizás la canción “mantiene a todo el mundo feliz y ayuda a unir a la gente. Especialmente en estos tiempos en los que estamos aislados, cada uno desde su casa”.

Lo que ocurre es que muchas veces los virales y su repercusión mediática no permiten escarbar qué hay detrás y cuál es la complejidad de un fenómeno. El periodista Chris Taylor explicaba la terrible historia que esconde el cántico: “La alegría de la melodía es engañosa. Wellerman revela una dura historia de explotación y crueldad, que se esconde a plena vista en la letra”.

Taylor explica que los cantantes originales “esperaban azúcar, té y ron” no porque amaran los dulces, la cafeína y el alcohol, sino porque en muchas ocasiones se embarcaban en misiones en altamar sin recibir dinero a cambio. Tampoco parece que la analogía sea tan atractiva cuando se pone sobre la mesa el trabajo en sí que había que llevar a cabo: la caza de ballenas no solamente esconde una historia de explotación laboral antigua. Mirada de cerca es más brillante que un grupo de valerosos hombres viviendo una aventura en altamar. 

La casualidad quiso que la primera versión publicada de la canción (en 1965 por el músico Neil Colquhoun) coincidió con el año en que se prohibió la caza de ballenas en Nueva Zelanda, uno de los lugares donde se había popularizado “The Wellerman”. Pero es que además, la caza de ballenas no solamente era una actividad que sería cuestionada con respecto a preservar la vida de un animal en peligro de extinción, sino además era un negocio cruento y competitivo.

La locura descrita en Moby Dick (1851) del capitán Ahab está inspirada en hechos reales vividos en barcos balleneros por parte de Herman Melville en realidad desvela que el interés por las ballenas era en el fondo una cuestión de dinero. De hecho, la canción de “Wellerman” surge a partir de personajes reales: Joseph Weller, un británico expatriado en Australia que fundó con sus hijos una compañía que daba empleo a 80 personas y cazaba a 300 ballenas por temporada. 

Lo memético suele ser el síntoma superficial de historias que tienen muchas capas y contextos. Es evidente que los pasatiempos digitales nos acompañan en uno de los momentos más difíciles que hemos vivido en la historia contemporánea. Y lo viral brilla tanto que a veces puede cegarnos y dejarnos sin conocer qué historias se esconden detrás de fenómenos pegadizos y juguetones. Quizás esa podría ser el próximo remix.