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La colisión de un asteroide con la Tierra: totalmente real pero no acuciante

La colisión de un asteroide con la Tierra: totalmente real pero no acuciante

EFE

Villanueva de la Cañada (Madrid) —

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Los asteroides son los 'ladrillos' con los que se formaron los planetas cuando se desarrolló el Sistema Solar y los que no lograron pegarse a uno de estos cuerpos viajan, desde entonces, por el espacio. Son millones y los científicos han logrado catalogar 660.000 de tamaños distintos.

Los hay de centímetros, de metros y hasta de kilómetros, y más o menos peligrosos.

De esta lista de 660.000 asteroides, 20.304 están catalogados como NEOs -objetos cercanos a la Tierra-, lo que implica que sus órbitas pasan cerca, en términos astronómicos, de la órbita terrestre.

Es en estos, por su posible peligro de impacto con la Tierra, en los que los científicos de la llamada Defensa Planetaria están centrados: los NEOs están a una distancia, en su máximo acercamiento al Sol, de 1,3 unidades astronómicas -una unidad astronómica equivale a la distancia entre la Tierra y el Sol, unos 150 millones de kilómetros-.

Si bien el primero, Eros, se halló en 1898, no fue hasta 2013 cuando se lograron catalogar los primeros 10.000 NEOs y luego se dio el gran salto gracias a telescopios de EEUU y otros países, como el Gran Telescopio de Canarias en La Palma y el Optical Ground Station en Tenerife.

“Se han necesitado menos de seis años para duplicar el catálogo de los NEOs, en comparación con los 115 años que se tardó en descubrir los primeros 10.000 asteroides”, señala a Efe Juan Luis Cano, responsable del sistema de información del Centro de Coordinación de NEOs de la Agencia Espacial Europea (ESA), en Roma.

Y esto ha sido posible gracias a la tecnología, que, no obstante, necesita de “más inversión y de nuevos proyectos”, algunos en marcha como el telescopio FlyEye (ojo de mosca) que comenzará a operar en 2020 desde el monte Mufara (Sicilia) para identificar asteroides.

Porque, añade Cano, si bien no es un “problema acuciante”, el impacto de uno de estos cuerpos con la Tierra sí es real: “Es cuestión de tiempo”, por eso hay que estar preparados y tener los medios para descubrir cuantos más, mejor, e incluso poder desviarlos.

Por eso, tanto la NASA como la ESA les hace un seguimiento. La ESA, en concreto desde su centro en Roma, escudriña a estas antiguas rocas espaciales y publica una lista de riesgo, ahora con 866 candidatos.

En ella se detalla la fecha de su paso “cercano” por la Tierra, el tamaño, la velocidad a la que viaja y probabilidad de impacto a cien años; aunque hay uno cuya cercanía máxima a la Tierra se prevé en septiembre, “ninguno ahora mismo es muy preocupante”, según Cano.

El 30 de junio se celebra el Día del Asteroide, una fecha que tiene detrás a científicos, astronautas o músicos -como el guitarrista de Queen y astrofísico, Brian May- y que pretende sensibilizar sobre la importancia de seguir invirtiendo para rastrear estos cuerpos.

El día recuerda el “evento Tunguska”, cuando un asteroide de unos 40 metros de diámetro impactó violentamente en Siberia el 30 de junio de 1908 causando graves daños y arrasando 2.000 kilómetros cuadrados de masa forestal.

Se han programado actos en muchos países, como una rueda de prensa este miércoles en la sede de la ESA en Madrid, en la que además de Cano, ha estado Michael Küeppers, de HERA, una misión que pretende el envío de una sonda a un sistema binario de asteroides.

Hera constituye la aportación europea a una misión de dos naves denominada AIDA.

En primer lugar, la NASA hará colisionar en 2022 la nave DART en el menor de los dos asteroides del sistema, Didymoon, para modificar levemente su órbita alrededor del asteroide primario, Didymos.

El impacto hará que cambie la duración de su órbita alrededor del cuerpo principal y observatorios terrestres de todo el mundo seguirán los acontecimientos desde una distancia mínima de 10 millones de kilómetros.

Hera llegará en 2027 para estudiar con detalle el asteroide: aunque su llegada sea cinco años después, podrá analizar lo mismo que si hubiera ido a la vez -previsto en un principio-, indica Küppers.

Su objetivo será medir la masa, cohesión interna y órbita desviada. Sus datos permitirán, por primera vez, validar o perfeccionar los modelos numéricos, dejando así lista esta técnica de desvío de asteroides, por si fuera necesaria para salvaguardar la Tierra.

Hera es una versión adaptada de la misión AIM, que no obtuvo fondos en la última ministerial de la ESA. Ahora deberá ser apoyada en la reunión de noviembre en Sevilla, ante lo que Küppers se muestra optimista.

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