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El Mobile pasa de puntillas por la grave crisis de suministro de chips que asfixia al sector tecnológico

Circuito electrónico de un ordenador portátil.

Carlos del Castillo

30 de junio de 2021 22:31 h

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Uno de los puntos centrales de la edición de 2021 del Barcelona Mobile World Congress (MWC) ha sido el potencial del 5G. Operadoras y tecnológicas han expuesto la capacidad que tendrá la nueva generación de telecomunicaciones para multiplicar el número de dispositivos que se pueden conectar a una sola antena, así como la velocidad de esas conexiones. Para los ciudadanos, confían, esto supondrá la instauración definitiva del Internet de las Cosas tras varios años de sí pero no. Para las empresas, un impulso dramático a las posibilidades de automatización, robotización y sensorización de procesos productivos. El coche autónomo, a medio camino entre ambas, es uno de los avances más publicitados.

Los directores de multinacionales como el fabricante de chips Qualcomm o el de equipamientos ZTE, así como IBM, Huawei, Amazon Web Services, Telefónica, Verizon, Orange o Deutsche Telekom han adelantado en el MWC que el 5G disparará la cantidad de aparatos digitalizados y conectados a la red. Sin embargo, lo que no se ha tratado en el principal congreso mundial sobre tecnología móvil que finaliza este jueves es la crisis global de desabastecimiento de microchips que asfixia a todo el sector tecnológico y que choca con las previsiones de expansión del 5G y la nueva oleada de dispositivos conectados.

La consultora IC Insights avanza que el 5G, el Internet de las Cosas y la mayor necesidad de equipamientos tecnológicos en el sector de la automoción puede aumentar la demanda de microchips un 19% este 2021. El cálculo es “conservador”, avisan sus analistas especializados en semiconductores, los metales base en la fabricación de circuitos integrados.

“Teniendo en cuenta la escasez de materiales y de petróleo, los actuales planes sobre el 5G son imposibles de llevar a cabo. Por lo menos en los tiempos que se han previsto”, avisa Antonio Turiel, doctor en física teórica, investigador del CSIC y autor de Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar (Alfabeto). “El desabastecimiento de microchips es un problema estructural, muy complejo y con muchas capas”, señala.

Teniendo en cuenta la escasez de materiales y de petróleo, los actuales planes sobre el 5G son imposibles de llevar a cabo. Por lo menos en los tiempos que se han previsto

Antonio Turiel Investigador del CSIC

La crisis de componentes electrónicos ha obligado a retrasar el lanzamiento de algunos móviles, reducir la producción de muchos aparatos de tecnología de consumo o parar las líneas de algunos modelos de automóviles. Fabricantes como Intel, IBM o Nvidia reconocen que la situación va para largo y hablan de 2022 como el año en el que el suministro pueda empezar a “normalizarse”. El sector achaca el desabastecimiento a los problemas para mantener las cadenas de suministro derivados de la pandemia, sumados a la enorme demanda de dispositivos que esta ha generado. Lo considera una cuestión coyuntural.

“Esto no es un problema de cuello de botella”, contradice Julio Carmona, coordinador del área de Digitalización y Contaminación Electromagnética de Ecologistas en Acción. “Ya no es únicamente que haya fábricas o personal o no, es que tiene que haber material que entre en esas factorías. El 5G y el Internet de las Cosas suponen un salto productivista en una época de crisis de recursos en el planeta, de cambio climático”, manifiesta.

Una cadena muy frágil

Pese a que la cadena de distribución y venta de microchips la componen múltiples empresas, como las citadas IBM, Intel, Nvidia, Qualcomm o Mediatek, en la parte de producción esto cambia drásticamente. La Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) se encarga de fabricar el 60% de los chips mundiales y aproximadamente el 90% de los microchips de última generación. Según la consultora Gartner, la siguiente empresa de la lista es UMS, establecida en Singapur, que apenas alcanza el 8% del mercado.

“Es un tipo de negocio que requiere un proceso de fabricación de una complejidad extrema. Hace falta mucha energía, mucha agua, la pureza de los chips tiene que ser muy elevada en el óxido de silicio... todo esto implica unas instalaciones que no están al alcance de cualquiera”, explica Turiel. “Las máquinas para fabricar los microchips son extremadamente caras y pueden llegar a valer en torno a mil millones de dólares. Esto ha concentrado el mercado en muy pocas manos”, abunda.

Esta situación “provoca una fragilidad extrema” en la cadena de suministros en un sector crítico como es la industria digital, avisa el investigador: “En Taiwán ahora mismo hay escasez de agua, una derivada del cambio climático. Ellos normalmente llenan los embalses en época de tifones, pero este año no ha habido ninguno, algo que no ocurría desde hace 58 años. Han tenido que desviar el agua de los campos de cultivo a las factorías y ahora incluso deben importarla”. 

La pandemia ha mostrado las costuras de una línea de producción de la que depende buena parte de la digitalización global. Intel, que hasta ahora solo producía microchips para sus propios productos, ha anunciado una inversión de 20.000 millones de dólares para poner en marcha dos plantas para fabricarlos y venderlos a terceros. El problema es que estas factorías tardan como mínimo unos cuatro años en ponerse en marcha debido a su complejidad.

Escasez de materiales y petróleo

En la fabricación de microchips se emplea un gran número de materiales semiconductores. Algunos de ellos, como las tierras raras ligeras (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, promecio y samario) tienen un “riesgo muy alto” de entrar en rotura de suministros en los próximos años, según el informe Materias primas críticas para tecnologías y sectores estratégicos en la UE de la Comisión Europea.

Otras de las materias primas utilizadas, como el Magnesio o el Germanio, entrañan a su vez un “riesgo alto”. No obstante, el problema no es solo que estos minerales se agoten y no se pueda satisfacer la demanda. Turiel advierte que también “escasean ciertos metales que de por sí no son escasos en el planeta Tierra, pero lo que sucede es que se están viendo afectadas sus cadenas de suministro”. Especialmente por el descenso de la producción de diésel.

“Las actividades de extracción requieren mucho petróleo, mucho diésel. La producción de crudo convencional está cayendo desde 2005, llevamos 16 años de reducciones. Esa caída se ha intentado compensar con biocombustibles, con los petróleos pesados de la franja del Orinoco de Venezuela, el fracking... el problema es que muchos de esos recursos no valen para hacer diésel”, explica el doctor en física teórica, que en abril expuso esta problemática en una comparecencia en el Senado.

“La producción de diésel está estancada y cayendo desde el 2015. Pero es fundamental en las operaciones del minería. Muchas minas están en sitios remotos, sin acceso a electricidad, y la única forma de que funcionen es con grupos electrógenos a base de diésel. Las minas de muchos metales están muy agotadas, lo cual significa que tienes que extraer muchas toneladas de roca para sacar unos pocos kilos de material, que además luego tienes que procesar”, expone. Es uno de los motivos por el que algunos semiconductores han triplicado su precio en los últimos años.

Los problemas derivados del precio del petróleo también se han dejado notar en la producción de plásticos, otro de los elementos clave en las cadenas de producción de microchips.

Contaminación

La minería de tierras raras y otros materiales semiconductores es una actividad muy contaminante. No solo por sus grandes necesidades energéticas, sino también por el impacto de la mina en el ecosistema. “En el caso del Estado español tenemos varios planes de minería auspiciados por estas nuevas necesidades a pesar de que son explotaciones no sostenibles”, avisa Julio Carmona, de Ecologistas en Acción.

La red 5G podría aumentar el consumo energético total de la red entre un 150­% y un 170% en 2026

Ecologistas en Acción

El sector tecnológico asegura que el 5G contribuirá a la reducción de emisiones de carbono, puesto que el despliegue de sensores y la datificación que ello conllevará ayudará a muchas industrias a mejorar su eficiencia energética. Desde la organización ecologista recuerdan que, de momento, la evidencia es otra: un informe de Huawei publicado en agosto de 2020 reconocía que el encendido de la red 5G en China había multiplicado por 3,5 el gasto energético de la infraestructura del 4G.

“La red 5G podría aumentar el consumo energético total de la red entre un 150­% y un 170% en 2026”, exponen desde Ecologistas en Acción. Problemas como este han llevado a la organización a sumarse a la petición de una moratoria en la implantación del 5G, que han apoyado otros 1.000 grupos a lo largo del territorio. “En el Estado español suena raro, pero resulta que es algo que se ha aprobado en un montón de ayuntamientos en Francia o más de 600 en Italia”, apunta Carmona.

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