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No hay vacaciones de las redes sociales

Fotografía de Peggy_Marco publicada para su libre uso en Pixabay.

Felipe G. Gil

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Hay ganas de vacaciones. A pesar del aumento exponencial de los casos entre la población más joven, el año y medio de pandemia con todas las restricciones de movilidad que ha implicado así como el proceso de vacunación, generan un run-run constante con respecto al primer periodo estival donde podemos llegar a vivir situaciones parecidas a las de la ‘vieja normalidad’. 

Ya en 2017 España era un país donde el uso de redes sociales aumentaba en vacaciones. Según datos de Adglow, el 21% de los españoles utilizaban más las redes sociales durante este período, aumentando esta cifra hasta el 30% en el caso de los jóvenes. Según este mismo estudio se publican el doble de fotografías frente al invierno. Las más utilizadas durante el verano eran Facebook, Instagram y Twitter. Según el estudio de ASUS “Tecnología y verano” en España “un 18% de los españoles afirma que lo primero que mete en su equipaje es el teléfono móvil”. 

Luego vendría la pandemia y el verano pasado, aunque hubo algunas excepciones, la movilidad se redujo bastante y fueron unas primeras vacaciones atípicas. Aún así, el largo confinamiento y el aumento del teletrabajo trajeron consigo nuevos hábitos. La pandemia disparó el uso de redes sociales,  27% más entre enero de 2020 y enero de 2021 de  incremento en el uso de Internet y redes sociales. Y ahora por fin, de nuevo unas vacaciones. Nos lanzamos a las carreteras, aeropuertos y a las redes.

En 1973 los artistas Richard Serra y Carlota Fay Schoolman hicieron un vídeo ensayo sobre la televisión donde se incluían las frases: “Es el consumidor el que es consumido. Tú eres producto de la televisión. Tú eres entregado al anunciante que es el cliente. Él te consume a ti. Tú eres el producto”. Con el paso de las décadas estas frases han sufrido distintas mutaciones y se ha popularizado (actualizadas a nuestro tiempo) como: “Si no estás pagando por el producto, entonces tú eres el producto”. Una sentencia que bien puede aplicarse a nuestra relación con las redes sociales.

La investigadora y periodista Marta Peirano reflexionaba a colación de su último libro hace un par de años sobre los intereses de las grandes plataformas tecnológicas: “No creo que Facebook, Google o Amazon se vayan a convertir en los ‘imperios’. Sí pienso que son herramientas perfectas para la construcción de esos imperios, y creo que esos imperios se están desarrollando con esa herramienta de extracción de datos que permite tener ese poder de predicción y manipulación que no conocíamos hasta ahora”, declaraba. Todo lo que hacemos en redes es el sueño húmedo de cualquier publicista: pueden saber qué buscamos, qué nos gusta, qué no, en qué invertimos más o menos tiempo. Lo que ocurre es que los mecanismos que estas plataformas desarrollan para que permanezcamos atentas a ellas no son inocuos. 

Este vídeo producido por la ONG “Ditch the Label” especializada en salud mental en jóvenes y redes sociales entre otros temas, muestra una visión crítica sobre el uso de redes. Puede ser útil superficialmente pero también es cierto que el debate “las redes sociales son malas” vs “las redes sociales son buenas” es una trampa. En los últimos años hemos podido ver cómo éstas son usadas de forma imaginativa por parte de comunidades que buscan defender los derechos sociales, como el humor antirracista a través de Tiktok, por poner un ejemplo. Lo que sí hay es una tendencia creciente que empieza a ser estudiada por parte de la academia que se podría resumir en: ¿genera ansiedad el uso de redes sociales?

En un estudio, realizado en 2017 por la Royal Society of Public Health y la Universidad de Cambridge para analizar el posible impacto en la juventud británica, los especialistas estudiaron las actitudes hacia estas redes en 1.500 británicos de entre 14 y 24 años con la siguiente conclusión: “Los jóvenes que pasan más de dos horas al día en redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram son más propensos a sufrir problemas de salud mental, sobre todo angustia y síntomas de ansiedad y depresión”.

Any Orben, investigadora del Emmanuel College and Visiting en la Unidad de Ciencias del Cerebro y la Cognición de la Universidad Cambridge ha investigado los efectos de las tecnologías digitales en la salud mental de adolescentes. “Las redes sociales nos dan una perspectiva diferente de cómo encajamos en el mundo. Y creo que incrementa la presión sobre la gente joven: no solo se comparan con sus iguales del colegio o de su entorno, sino con el resto del mundo”, añade. 

Las redes sociales nos ofrecen un carrusel infinito de imágenes. Una actualización que nunca se acaba, como apuntaba Ivan Pintor Iranzo en su ensayo sobre TikTok en CCCB Lab hace unos días. En ese carrusel, a menudo moldeado por las personas a las que seguimos o las que los algoritmos entienden que queremos seguir, se suele construir una imagen del mundo. El efecto recompensa que ofrecen los likes es muy tentador como para no publicar una foto desde esa calita inencontrable hasta la que hemos llegado y desde la que observamos la puesta de sol. Y es que de las redes sociales no parece haber vacaciones porque las usamos todo el rato. 

“Hay una lógica binaria detrás de las redes sociales. Pero no todo es claramente sí o no, claramente me gusta o no me gusta, lo comparto o no lo comparto. Estamos perdiendo convivir con la ambigüedad”, dice Tyler Shores, investigador en temas de bienestar digital“ de la Universidad de Cambridge. Por su parte, Orben apunta hacia otra reflexión: ”Si realmente queremos entender los efectos de las redes sociales en nuestras vidas, necesitamos dejar de pensar en el tiempo que las usamos y pasar a pensar en cómo ese tiempo es usado“. 

Si no vamos a desconectar de las redes, esa podría ser una tarea para estas vacaciones. 

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