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Sismógrafos, GPS y sensores de gas y agua para anticiparse al volcán de La Palma

Un científico del Instituto Vocanológico de Canarias toma una imagen térmica de la colada del volcán de La Palma.

Carlos del Castillo

20 de septiembre de 2021 22:25 h

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La erupción del volcán de La Palma puede estar semanas activa. Los científicos prevén que la llegada de la lava al mar marque una nueva etapa, con más explosiones y liberación de gases tóxicos. El trabajo de los técnicos se centra ahora en monitorizar las coladas, cuya temperatura llega a superar los 1.100 grados, así como los gases emitidos por el volcán.

El Instituto Geográfico Nacional (IGN) y el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) llevaban monitorizando las señales que mandaba la naturaleza alrededor de Cumbre Vieja durante años. Las primeras vibraciones sospechosas en la zona se detectaron en 2017. Cuatro años más tarde, la predicción de los científicos del punto por el que brotarían ríos de lava a la superficie apenas se ha desviado 300 metros, siendo uno de los motivos por los que no ha habido que lamentar la pérdida de víctimas humanas.

La Palma es una isla cargada de sensores que han permitido recopilar los datos necesarios para anticiparse al volcán. Una “gran instrumentación” que se centra en tres áreas, ha explicado este lunes a EFE el jefe de detección sísmica del IGN, Juan Rueda. Son la sismología, la deformación y la geoquímica (análisis de gases y aguas subterráneas), “los tres pilares fundamentales de la vigilancia volcánica”.

Detectar temblores

“Las islas canarias tienen una de las mejores instrumentaciones sísmicas que hay a nivel mundial en islas volcánicas”, ha afirmado Rueda. Medir las vibraciones de la tierra es una de las técnicas más antiguas para anticiparse a la erupción de un volcán. “Prácticamente todas las erupciones volcánicas vienen precedidas de señales sísmicas días, meses o años antes de producirse”, explica el IGN. El caso del volcán de La Palma no ha sido una excepción, puesto que los sismómetros detectaron los primeros temblores sospechosos en 2017. La población empezó a sentirlos la semana pasada, cuando el movimiento de tierra conformó un enjambre sísmico.

Los sismómetros se basan en una masa sujeta mediante un sistema elástico, como un muelle, a una estructura fijada al suelo. “Al vibrar el suelo debido a un terremoto, la masa se queda quieta y la estructura se mueve, y este movimiento relativo es transformado en corriente eléctrica, la cual puede ser registrada en un papel, o digitalizada a un ordenador”, detalla el Instituto.

La Palma cuenta con 12 estaciones sísmicas permanentes repartidas por la isla, aunque en los últimos días se han ido añadiendo medidores adicionales ante la posibilidad de erupción. Distribuidos en forma de red forman un array sísmico, que permite detectar con mayor precisión la dirección en la que se mueven las ondas sísmicas.

“Utilizando técnicas de análisis parecidas a las utilizadas por las antenas de telecomunicación, esta herramienta permite detectar con aún más sensibilidad cualquier señal sísmica proveniente del interior del volcán, entre ellas el tremor volcánico, que es un importante precursor de una posible fase eruptiva”, explica el Involcan.

Desde el inicio de la erupción el domingo se mantiene una señal de tremor volcánico de gran amplitud que se registra en todas las estaciones sísmicas, aunque la sismicidad ha disminuido respecto a los días previos.

El suelo se deforma

Cuando la actividad de un área volcánica se acelera, puede deformar el paisaje de forma difícilmente perceptible para el ojo humano. “Estas deformaciones”, detalla el IGN, “se producen cuando la presión interna ejercida por el magma cambia, por lo que son el reflejo de un cambio de la actividad volcánica. De esta forma la detección de deformaciones y su cuantificación pueden dar una información muy útil sobre qué es lo que está ocurriendo en el interior”.

La detección de deformaciones y su cuantificación puede dar una información muy útil sobre qué es lo que está ocurriendo en el interior

Instituto Geográfico Nacional

Este tipo de mediciones se hacen a través de GPS avanzados. Actualmente las geolocalizaciones a nivel usuario pueden posicionar un objeto o una persona con estimaciones por debajo del metro muy rápidamente, aunque “para detectar la deformación ocasionada por el cambio del estado del volcán debe ser muy superior, debiendo ser capaz de detectar deformaciones por debajo del centímetro”, expone el IGN.

“Para conseguir la precisión necesaria en este tipo de aplicaciones se usan equipos geodésicos formados por un receptor y antena de alta precisión”, explica el organismo. La Palma contaba con cinco estaciones permanentes de GPS gestionadas por el IGN, más otra del Instituto Geográfico de Canarias.

Las deformaciones en la isla de La Palma han seguido registrándose tras la erupción, principalmente en la zona más cercana a esta, alcanzando una deformación acumulada máxima de 20 centímetros.

Lo que cuenta el gas

Analizar el gas y el agua es la tercera pata de la vigilancia volcánica, la geoquímica. Una parte del trabajo de los técnicos del Instituto Volcanológico de Canarias este lunes ha sido analizar los gases que estaba expulsando el volcán. Los científicos centran su interés en el dióxido de azufre. Es incoloro, con un olor irritante a azufre en combustión y el principal causante de la lluvia ácida.

La medición de este lunes se ha hecho desde el aire. Los resultados no estaban disponibles en el momento de redacción de esta información. La primera estimación a nivel del suelo realizada en la tarde del domingo determinó que el volcán puede arrojar entre 6.000 y 9.000 toneladas de dióxido de azufre diarias. Cuando pasen 48 horas sin que se detecte rastro de nuevas emisiones, se dará la erupción por finalizada.

Las mediciones de los gases expulsados tras la erupción son claves para supervisar la peligrosidad del volcán para la población y el perímetro de seguridad. No obstante, los gases alrededor de una zona volcánica son uno de los puntos a los que los científicos prestan una mayor atención durante los períodos de calma. En esos momentos uno de los indicadores más importantes es el dióxido de carbono (CO2), debido a que es un gas muy poco soluble en el magma.

“La emisión difusa de CO2 ha cobrado durante los últimos años una gran relevancia como parámetro fundamental en el seguimiento de la actividad volcánica”, destaca el IGN. “Las emisiones se producen de diversas maneras: a través de fumarolas, penachos y columnas eruptivas, pero también de manera difusa a través del suelo en terrenos porosos que permiten su ascenso”.

Pistas en el agua

El movimiento de la tierra y la emisión de gases son las señales más inmediatas que da un volcán. Pero hay otro elemento que puede servir de aviso sobre lo que se mueve bajo la superficie: el agua subterránea. La Palma cuenta con seis estaciones permanentes de control de aguas, además de las campañas específicas que se realizan para medir parámetros concretos.

“Estas masas de agua subterránea están sometidas a la interacción con los gases liberados por el magma, de manera que variaciones en los parámetros físicoquímicos o en la composición de los elementos disueltos en ellas pueden ser indicativas de cambios en el estado de actividad volcánica”, detalla el IGN. El agua, recogida en pozos y galerías excavadas en la roca, se analiza posteriormente en el laboratorio en busca de esas alteraciones.

Estrenamos ‘Un tema al día’, el podcast diario de elDiario.es con Juanlu Sánchez, hablando del volcán de La Palma. Tienes más información aquí. Puedes seguirlo en Podimo y otras plataformas.

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