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The Guardian en español

Los tártaros de Crimea acusan a Rusia de secuestros y detenciones políticas

Imagen de archivo de una concentración en Crimea a favor de Rusia

Shaun Walker

Moscú —

Activistas de derechos humanos advierten del endurecimiento de la campaña de acoso en Crimea contra los tártaros. Dicha campaña incluye secuestros, detenciones y juicios políticos.

Los tártaros de Crimea han vivido en esta región durante siglos antes de que fuese habitada por rusos y ucranianos, pero actualmente solo son el 13% de la población de Crimea. Durante la anexión rusa de esta región en 2014, los tártaros boicotearon en su mayoría el apresurado referéndum y los líderes de esta comunidad defendieron la permanencia de Crimea como parte de Ucrania.

Dos años y medio después, los tártaros de Crimea acusan a Rusia de intentar atemorizarlos hasta la sumisión. En una columna escrita para the Guardian, el activista tártaro Ayder Muzhdadbayev, señala: “Todavía no hay alambre de espino en este nuevo gueto híbrido de Vladímir Putin. En su lugar hay una propaganda televisiva llena de odio, una vigilancia absoluta y abusos constantes”.

Cada semana hay nuevas informaciones de tártaros de Crimea detenidos, interrogados o simplemente desaparecidos. “Ya se han dado cuenta de que no pueden conseguir que los tártaros amen a la autoridad, así que el objetivo ahora es silenciarlos”, indica Ilmi Umerov, de la ciudad crimea de Bakhchisarai. “Si tienen miedo, no hablarán, no alzarán la voz contra las injusticias y no gritarán que Crimea es Ucrania”, añade.

Umerov fue el alcalde de Bakhchisarai, capital histórica de los los tártaros crimeos, durante nueve años antes de la anexión rusa. Permaneció en el cargo los primeros meses tras la anexión de Rusia pero después renunció, afirmando que no podía servir a un régimen de ocupación. Fue en ese momento cuando realmente empezaron sus problemas.

Ha sido acusado por las autoridades de “separatismo”, una acusación que conlleva posibles penas de prisión, por declarar públicamente que Crimea es parte de Ucrania. En agosto, un tribunal de la capital de Crimea, Simferópol, le ordenó someterse a un examen psiquiátrico. Pasó tres semanas encerrado en un centro psiquiátrico y todavía se enfrenta a un futuro juicio.

Tanya Cooper, investigadora de Ucrania en Human Rights Watch, califica el trato a Umerov como “un intento vergonzoso de utilizar la psiquiatría para silenciarle y manchar su reputación, una práctica popularmente utilizada contra los disidentes en la Unión Soviética”.

Algunos tártaros de Crimea han decidido trabajar con los rusos, ya sea sin convicción o desde la creencia de que encontrar algún tipo de colaboración con las autoridades rusas es la mejor opción, dado que aparentemente su presencia será de largo recorrido. De los líderes de la comunidad que permanecen opuestos al dominio ruso, a muchos se les ha denegado la entrada a Crimea, como al histórico líder tártaro crimeo Mustafa Dzhemilev, que actualmente reside en Kiev. También se han iniciado procesos criminales contra ellos.

Otro líder de la comunidad, Akhtem Chiygoz, está siendo juzgado en Simferópol por los disturbios estallados durante la anexión, cuando fuerzas prorrusas se enfrentaron con activistas tártaros causando la muerte de dos personas. Testigos aseguran que Chiygoz intentaba calmar a las partes.

“En mi opinión es un rehén y el Kremlin tiene que celebrar un juicio amañado para asegurarse de que quedan claros los riesgos de protestar”, afirma Nikolai Polozov, abogado de Chiygoz.

Aunque los disturbios ocurrieron en un periodo en que Crimea seguía siendo parte de Ucrania, algo reconocido por la propia Rusia, el Gobierno de Putin ha aprobado una ley por la que se pueden juzgar sucesos del periodo ucraniano bajo la legislación rusa. La enmienda “va completamente contra el derecho internacional”, señala Polozov.

Para otros tártaros de Crimea existe una sensación constante de que algo malo podría ocurrirles en cualquier momento, especialmente a aquellos que levantan la voz. Los tártaros de la región informan de visitas frecuentes de agentes de los servicios de seguridad rusos ofreciéndoles una existencia pacífica a cambio de información sobre la comunidad.

En mayo, el activista Ervin Ibragimov desapareció en Bakhchisarai. Una grabación de una cámara de seguridad parece mostrar cómo Ibragimov fue forzado a entrar en un coche policial de tráfico. No se ha sabido de él desde entonces.

“No sé por qué ocurrió, pero estoy seguro que fueron autoridades rusas o personas relacionadas con ellas”, afirma su padre, Umer Ibragimov, en una conversación telefónica desde Bakhchisarai. También asegura que su hijo había notado a gente siguiéndole en los días previos al secuestro.

La fiscal jefe de Crimea, Natalia Poklonskaya, sugirió que alguien se podría haber disfrazado de agente policial de tráfico “como una provocación para hacer que las autoridades en Crimea parezcan malas y así desestabilizar la situación”.

Desde la anexión rusa, todos los medios independientes en la península han cerrado. Destaca el caso del canal de televisión tártaro ATR, que publicó noticias de la anexión que no coincidían con la versión rusa de los acontecimientos, y al que el año pasado las autoridades crimeas negaron la licencia.

“Los tártaros de Crimea no son los únicos que están siendo reprimidos en este territorio, pero destacan porque son el único grupo de población compacto que sigue sin ser leal a Rusia y el único que está ahí para expresar su oposición y discrepancia”, explica Krasimir Yankov, de Amnistía Internacional, quien viajó recientemente a la región.

Para el exalcalde Umerov, la vida bajo el mandato ruso parece profundamente injusta, dado especialmente que la comunidad tártara de Crimea pasó más de cuatro décadas en el exilio en Asia central, habiendo sido deportados masivamente por Joseph Stalin por supuesta colaboración con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Tras décadas de espera y sueños, finalmente se les permitió la entrada en 1989.

Pero incluso si acabase yendo a prisión, dijo, nada podría convencerle para dejar Crimea otra vez. “Crimea es mi tierra, luchamos durante años para volver aquí tras ser deportados y no existe absolutamente ninguna circunstancia que pueda hacerme dejar voluntariamente Crimea. Punto final”, sentencia Umerov.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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