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The Guardian en español

“El Gobierno y las empresas se han aprovechado de nuestra ignorancia, pero ahora lo sabemos”

Edward Snowden en una entrevista con la agencia japonesa Kyodo en Moscú en mayo de 2017.,

Ewen MacAskill / Alex Hern

Cinco años después de la mayor filtración de documentos secretos de la historia, Edward Snowden no se arrepiente de nada. Estados Unidos lo tiene en la lista de personas más buscadas. Vive exiliado en Rusia. Sin embargo, se siente satisfecho con la forma en que sus revelaciones sobre vigilancia masiva han sacudido a gobiernos, agencias de inteligencia y las mayores empresas de internet.

En una entrevista telefónica con motivo del aniversario del día en que The Guardian publicó la noticia por primera vez, Snowden recuerda aquel día en que su mundo –y el de muchos otros en el planeta– cambió para siempre. Se fue a dormir en un hotel en Hong Kong y, cuando se despertó, la noticia de que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) había estado absorbiendo los datos de millones de móviles estadounidenses llevaba horas en los titulares.

Snowden supo en ese momento que su vida que conocía había acabado. “Me dio miedo, pero a la vez fue liberador”, señala. “Tenía la sensación de que era algo definitivo. Ya no había vuelta atrás”.

¿Qué ha pasado en los últimos cinco años? Snowden es uno de los fugitivos más famosos del mundo, se ha filmado con su historia un documental ganador de un Oscar, una película de Hollywood y se han escrito al menos una docena de libros. Los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido, a causa de sus revelaciones, han sido llevados a los tribunales para cambiar las leyes de vigilancia. Ambos países han tenido que aprobar nuevas leyes. Las empresas de internet, gracias a la reacción popular en torno a la privacidad, han hecho que el cifrado sea algo generalizado.

Snowden, evaluando los cambios, afirma que algunos activistas por la privacidad se han mostrado decepcionados con la forma en que se dieron los acontecimientos, pero él no está de acuerdo con eso. “La gente dice que no ha cambiado nada, que todavía hay vigilancia masiva. Pero así no es como se miden los cambios. Mira la situación previa a 2013 y mira todo lo que ha pasado. Todo ha cambiado”.

Según él, el cambio más importante ha sido la conciencia pública: “El Gobierno y el sector empresarial se han aprovechado de nuestra ignorancia. Pero ahora lo sabemos. La gente es consciente. La gente sigue sin tener poder para detenerlo, pero lo estamos intentando. Las revelaciones han hecho que la lucha sea más de equilibrada”, explica.

Snowden asegura que no se arrepiente de nada. “Si quisiera estar a salvo, no me habría ido de Hawái” (donde había sido destinado cuando trabajaba para la NSA, antes de marcharse a Hong Kong).

Su propia vida está marcada por la incertidumbre, quizá ahora más que nunca, dice. Su asilo en Rusia depende de un cambio de opinión del gobierno de Putin, y las agencias de inteligencia estadounidense y británica no le han perdonado. Para ellas, el asunto está más candente que nunca. Dicen que su traición les ha perjudicado a un nivel que el público no llega a comprender.

Esto se reflejó en una inusual declaración de Jeremy Fleming, director de la agencia de vigilancia británica GCHQ que, junto con la estadounidense NSA, fue el principal objetivo de la filtración. Respondiendo a una pregunta de The Guardian por el aniversario de la filtración, Fleming alega que la misión de GCHQ era mantener Reino Unido a salvo: “Lo que hizo Edward Snowden hace cinco años fue ilegal y puso en peligro nuestra capacidad de proteger Reino Unido, provocando un daño real e innecesario a la seguridad del país y a nuestros aliados. Debería pagar por lo que hizo”.

El peligro de lo no publicado

La furia de la comunidad de inteligencia en Estados Unidos y Reino Unido no es sólo por lo que se ha publicado –que representa poco más del 1% de los documentos– sino también por lo que no se ha publicado. Explican que han tenido que trabajar suponiendo que toda la información a la que tuvo acceso Snowden ha sido comprometida y la han tenido que desechar.

Las agencias tuvieron otro trabajo más. Al haber tenido que desechar tanta información, tuvieron que desarrollar e instalar nuevos y mejores sistemas, más rápido de lo planeado. Otro cambio llegó en el área de transparencia. Antes de Snowden, las preguntas de la prensa a la GCHQ se encontraban con respuestas de “sin comentarios”, mientras que ahora tienen más voluntad de colaborar. El hecho de que Fleming haya respondido con una declaración demuestra ese cambio.

En su declaración, Fleming expresa su compromiso con la transparencia, pero deja claro que eso no es mérito de Snowden, porque el cambio es anterior a 2013. “Es importante que sigamos siendo tan abiertos como podamos y estoy comprometido con los cambios que hemos comenzado hace más de una década para lograr mayor transparencia”.

Otras personas de los servicios de inteligencia, especialmente en Estados Unidos, admiten a regañadientes que fue por Snowden por lo que comenzaron a debatir sobre dónde se debía trazar la línea que separa la vigilancia de la privacidad. El exdirector adjunto de la NSA, Richard Ledgett, cuando se jubiló el año pasado, afirmó que el Gobierno debería haber hecho pública la información de que poseía una gran cantidad de datos telefónicos.

El exdirector de la GCHQ, David Omand, está de acuerdo con la afirmación de Fleming sobre el daño causado, pero admite que Snowden ha contribuido a que se introduzca legislación nueva. “Ahora tenemos un marco legal mejor y más transparente para la recolección de datos de inteligencia. Por supuesto que esto habría sucedido de todas formas, pero indudablemente sus acciones aceleraron el proceso”, señaló Omand.

El Congreso estadounidense aprobó la Freedom Act en 2015, que limita la recogida masiva de datos telefónicos. Un año más tarde, el Parlamento británico aprobó la polémica Investigatory Powers Act (Ley de Poderes de Investigación).

Ross Anderson, un importante académico especializado en seguridad informática y privacidad, cree que las revelaciones de Snowden fueron un momento trascendental. “Las revelaciones de Snowden fueron uno de esos momentos luminosos que cambian la forma en que la gente ve las cosas”, explica Anderson, profesor de Ingeniería de Seguridad en el laboratorio informático de la Universidad de Cambridge. “Quizá no cambiaron mucho en Reino Unido por nuestra cultura de idolatrar a James Bond y todo lo que hace. Pero en el resto del mundo hizo que la gente comprendiera realmente que la vigilancia es un asunto serio”.

Los legisladores y gran parte de los medios de comunicación británicos no se han comprometido al mismo nivel que sus colegas en otros países europeos, en Estados Unidos, América Latina, Asia y Australia. Entre las excepciones está el diputado liberal demócrata Julian Huppert, que presionó por este tema hasta que perdió su escaño en las elecciones de 2015. “Las revelaciones de Snowden fueron un golpe tremendo, pero han hecho que logremos mayor transparencia en algunas de las agencias sobre su trabajo”, sostiene.

“El contraataque acaba de comenzar”

Una de las revelaciones que más impacto tuvo fue sobre el nivel de colaboración entre las agencias de inteligencia y las empresas de internet. En 2013, las empresas estadounidenses aventajaban a la UE en las negociaciones sobre protección de datos. Las filtraciones de Snowden cayeron como una bomba en medio de las negociaciones y la ley de protección de datos que se aplicó el mes pasado es una consecuencia de ello.

Uno de los efectos más visibles de las revelaciones de Snowden fue la pequeña señal amarilla que comenzó a aparecer en el servicio de mensajería WhatsApp en abril de 2016: “Los mensajes y llamadas en este chat ahora están protegidos con cifrado de extremo a extremo”.

Antes de Snowden, este cifrado lo usaba poca gente. “Si pudiera regresar a 2013”, explica Jillian York, directora del departamento internacional por la libertad de expresión del grupo por los derechos digitales de la Fundación Electronic Frontier, “yo quizá en mi teléfono tendría TextSecure, la versión previa de la comunicación cifrada de la aplicación Signal. Tendría otra herramienta de cifrado de correo electrónico, PGP, pero no la usaría nadie”. La única gran excepción era el iMessage de Apple, que ha estado cifrado de extremo a extremo desde su lanzamiento en 2011.

Los desarrolladores en las grandes empresas tecnológicas, escandalizados por las revelaciones de Snowden, comenzaron a ponerse en acción. Algunos, como los de WhatsApp, aplicación que fue comprada por Facebook un año después de que salieran a la luz las filtraciones, implementaron su propio cifrado. Otros, como Alex Stamos, de Yahoo, dimitieron antes que apoyar más espionaje (Stamos es ahora director de seguridad de Facebook, pero ha anunciado que saldrá pronto de la compañía).

“Sin Snowden”, cuenta York. “no creo que Signal hubiera conseguido financiación. No creo que Facebook hubiera conseguido a Alex Stamos, porque se habría quedado en Yahoo. Estas pequeñas acciones provocaron acciones mayores. No es que estas empresas de pronto dijeran ‘nos importa la privacidad’. Creo que no tuvieron otra opción”.

Otros cambios en el sector tecnológico demuestran que la influencia de Snowden ha sido limitada en muchos aspectos. El ascenso del “altavoz inteligente”, ejemplificado en el Echo de Amazon, ha dejado perplejos a muchos activistas defensores de la privacidad. ¿Por qué, sólo unos años después de un escándalo mundial sobre vigilancia a manos del Gobierno, la gente acepta instalar en sus hogares micrófonos que permanecen siempre encendidos?

“El reciente dilema de privacidad que representa instalar un aparato que puede literalmente oír todo lo que dices es una escalofriante innovación en la era de las cosas conectadas a internet”, escribió el año pasado Adam Clark Estes, de Gizmodo.

Hacia el fin de la entrevista, Snowden recuerda uno de sus primeros alias, Cincinnatus, en homenaje al romano que regresó a su granja tras servir a la sociedad. Snowden explica que él también siente que, una vez cumplido su rol, se ha retirado a una vida tranquila, pasando el tiempo desarrollando herramientas para ayudar al periodismo a proteger sus fuentes. “Creo que nunca me había sentido tan realizado”, afirma.

Sin embargo, aclara que no celebrará el aniversario como un triunfo. Todavía queda mucho por hacer. “El contraataque acaba de comenzar”, asegura Snowden. “Los gobiernos y las empresas llevan mucho tiempo en este juego y nosotros acabamos de comenzar”.

Traducido por Lucía Balducci

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