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¿Tiene el mundo razones para temer la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca? La opinión generalizada es que sí. Este blog colectivo de eldiario.es vigilará de cerca al nuevo presidente norteamericano y si es preciso hará la autopsia de lo que quede de Estados Unidos.

La segunda casa de Trump en Florida cuesta una fortuna al contribuyente de EEUU

Donald y Melanie Trump en su palacio de Palm Beach.

Isabel Piquer

Los próximos días 6-7 de abril Donald Trump se reunirá con el presidente Xi Jingpin en la que promete ser una cumbre complicada. Trump no recibirá a su homólogo chino en Washington, sino en su club privado de Palm Beach, Mar-a-Lago, en Florida.

Trump hizo lo mismo el pasado febrero con Shinzo Abe. La reunión en un entorno tan informal, que debía mostrar la proximidad entre los dos países, casi acabó en incidente diplomático cuando los invitados a la cena con el premier japonés colgaron en Facebook el momento en que ambos líderes se enteraron de que Corea del Norte había realizado un nuevo ensayo balístico.

Mar-a-Lago, donde Trump ha pasado cinco de los diez fines de semana de su presidencia, ya se conoce como la “Casa Blanca de invierno” y le está costando al contribuyente estadounidense unos cuantos millones en desplazamientos y medidas de seguridad.

No hay cifras oficiales pero los medios estadounidenses han estimado, basándose en un viaje de Barack Obama a Palm Beach en 2013, que cada escapada de Trump a Florida puede costar algo más de tres millones de dólares. Según estos cálculos, el total ya sumaría quince millones de dólares. La mayor parte se gasta en fletar el avión presidencial, Air Force One.

Los habitantes del condado de Palm Beach, millón y medio de habitantes cuya renta per cápita es mas del doble que la del resto de Florida (algo más de 100.000 dólares al año), no están contentos. Cada vez que viene Trump todo se paraliza. Los vecinos han empezado a quejarse: espacio aéreo cerrado, omnipresencia de los servicios de seguridad, atascos.

Según el periódico local, el Palm Beach Post, que ahora sigue muy de cerca la agenda de Trump, los fines de semana presidenciales ya han costado a la oficina local del sheriff millón y medio de dólares en regular el tráfico y contener a los que vienen a manifestarse. Tres congresistas de Florida han pedido a Trump que pague el coste adicional de su bolsillo.

Trump compró Mar-a-Lago en 1985 por “sólo” diez millones de dólares y lo rehabilitó completamente. La mansión, construida en los años 20, ha sido objeto de numerosos reportajes: las fotos revelan un interior versallesco y dorado. Piscinas, golf, playa... y ha sido el escenario de las bodas de los hijos de Trump.

Para entrar en el club, que cuenta con unos 500 miembros, hay que pagar una cuota de 200.000 dólares (se dobló el precio después de la elección de Trump) y 14.000 dólares anuales.

Después del incidente de la cena con Shinzo Abe, y después de que un invitado colgara en Twitter un selfie en el despacho de Trump en Mar-a-Lago, burlando la vigilancia del Servicio Secreto, la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (Government Accountability Office) ha accedido a examinar las cuentas de los viajes presidenciales y la eficacia del dispositivo de seguridad.

El que no ha dicho nada es Trump. Al presidente estadounidense no le preocupan los gastos que generan sus desplazamientos y “se siente muy a gusto” con sus fines de semana, ha asegurado el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.

La foto de Xi Jinping y Donald Trump en el club privado de Palm Beach el próximo jueves tendrá algo de irónico. A Xi le horroriza el golf y ha hecho de este deporte uno de los símbolos de la lucha contra la corrupción de los nuevos millonarios chinos, cerrando, más de un centenar de clubs en China. A saber qué opinará de los candelabros dorados de su huésped.

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