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Industria cultural digital: entre la ebullición de ideas y el pánico

En Zaragoza se presentaron varios proyectos culturales en Internet/ EFE

Paula Corroto

Zaragoza —

Abrumador y excesivamente controlado. Así se puede definir el Congreso Iberoamericano de Cultura celebrado en Zaragoza este fin de semana y organizado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Lleno de ponencias y mesas redondas y con unas medidas casi extremas de seguridad. Una metáfora también bastante sólida de lo que representa hoy Internet para las industrias culturales: mucha ebullición de ideas y al mismo tiempo, mucho pánico ante lo que puede acontecer. Nadie pisa con pies de plomo.

El congreso tuvo lugar en el Palacio de Congresos creado con motivo de la Expo del Agua de 2008 y en el nuevo centro de arte y tecnología, Etopía. Ambos pabellones se encuentran en lo que es hoy una especie de páramo a las afueras de la ciudad, que provoca cierta sensación de desamparo, de lo que quedó a medio construir, de lo que pudo ser y no fue. También otra metáfora de lo actualmente vive la industria cultural y su interacción con los modelos digitales. La vida del congreso estuvo, por otra parte, en los pasillos, donde sí se conversaba acerca de nuevas ideas y proyectos, errores y aciertos.

Selección

La tónica del encuentro la marcó la conferencia inaugural del filósofo Daniel Innerarity, quien habló del exceso de información que hoy tenemos los ciudadanos, la cual, según él, “nos hace más tontos”. “Vivimos en un mundo de segunda mano, puesto que está todo mediado”, enfatizó. La confusión –“no se hace distinción entre lo que tiene sentido y lo que no”- y la poca capacidad para la comprensión se revelan como herramientas para convertirnos en “usuarios sumisos”. Ahora bien, para el filósofo no todo son desventajas en el mundo digital: “La disponibilidad de información no es una amenaza, sino una oportunidad”, afirmó. Para él, la clave hoy en día es la selección de los datos. “Dime cómo seleccionas y te diré lo inteligente que eres”, manifestó. El reto por tanto es la discriminación inteligente y esa es la vía que debe transitar la industria cultural en relación con sus productos.

De ello hablaron precisamente los ponentes Hugh Forrest, director del Festival Tecnológico de Austin SXSW Interactive y Molly Barton, directora global de la estrategia digital de la editorial Penguin. El primero manifestó la necesidad de que las industrias culturales se mantengan “actualizadas” constantemente, debido a los veloces cambios del comportamiento de los usuarios, que lo que reivindican es un consumo en su propio tiempo y espacio. Un aliento a la creación de las plataformas que permiten la disponibilidad y el acceso fácil a este tipo de productos.

Para Barton, la industria editorial debe conseguir un mayor nivel de colaboración con sus lectores a partir de las redes sociales. También argumentó que la red puede facilitar la creación. Así habló de la propia start-up que ha creado Penguin, Bookcountry, donde los escritores pueden colgar sus borradores para ser compartidos con otros usuarios y generar ideas entre personas con los mismos intereses. Por otro lado, con respecto a la consabida batalla, Barton señaló la necesidad de lograr un equilibrio entre el libro en papel y en digital, aunque sin profundizar en la estrategia.

Regularización

En este sentido salieron a colación los datos masivos o el llamado Big Data, todos esos datos que manejan las empresas sobre el comportamiento de los usuarios. El investigador de la empresa de innovación británica Nesta, Juan Mateos-García realizó una ponencia en la que destacó los beneficios que para instituciones culturales como la Tate Gallery tiene la posesión de estos datos puesto que puede ayudar a incrementar las audiencias y los ingresos económicos. Más aún en un momento en el que la generación de datos ha crecido en un 1696% entre 2005 y 2012, de ellos, el 90% se ha generado en los dos últimos años. Como dijo David Abraham, CEO del canal de televisión británico Channel 4, se trata de conocer al usuario más que Google y Facebook.

Ahora bien, la proliferación de datos también trae consigo usuarios más vulnerables. Para el sociólogo francés Frédéric Martel, autor de los ensayos Cultura Mainstream y Global gay, y que abogó por una cultura no exenta de subvenciones “porque si no, no sobrevive”, lo más necesario ahora en el entorno digital es su regularización. Una normativa que, además, tiene que basarse en una política común de todos los Estados. “El Consejo de Europa está trabajando en ello. La gestión de la privacidad es competencia del Estado, de la educación y de uno mismo”, manifestó Martel, para quien el reto consiste en conseguir un equilibrio entre el control que ahora mismo se ejerce desde Estados Unidos en Internet y el que países con dictaduras aplican sobre sus usuarios.

Y el pánico

Pero si bien hubo muchas ideas en este congreso con la presentación de múltiples proyectos, muchos de ellos procedentes de América Latina, la intangibilidad de lo comentado fue lo más significativo. El eslogan final podría ser: nadie sabe lo que va a pasar, y los pasos que se dan al respecto son escasos. Es lo que quedó de manifiesto en la mesa dedicada al periodismo cultural digital, donde se reflejaron las posibilidades que ofrece la red, hoy todavía poco alentadas. “Internet es un medio mainstream que permite ofrecer información acerca de lo más antidominante”, recalcó la periodista Elvira Huelbes. En cuanto a la banalización de contenidos que hoy se observa en muchos medios digitales, el reportero mexicano Jorge Tirzo insistió en que “el riesgo no es Internet sino que el modelo que los periódicos están aplicando al digital es todavía el del papel”.

Quizá fue Anxo Armada, ganador del concurso Emprende con Cultura (al proyecto de menos de tres años) con Bandeed, un programa de crowdfunding para la organización de conciertos, quien más se acercó a lo transmitido en este congreso: “Hay que tener una mentalidad más abierta. La industria tiene miedo a equivocarse, pero debe hacer ese ejercicio”.

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