Arquitectura mudéjar, un castillo y pueblos medievales: tres paradas imprescindibles para conocer Teruel
Otoño, con las temperaturas más suaves y los días aún soleados, invita a disfrutar de escapadas por algunos rincones de la península que quizá todavía no conozcas. Teruel, situada al sur de Aragón, se alza en un entorno privilegiado donde confluyen los ríos Alfambra y Guadalaviar, creando un paisaje de encanto natural. Su clima continental, con inviernos fríos y veranos cálidos, convierte al otoño en la estación ideal para visitarla y recorrer sus calles disfrutando de su riqueza cultural, arquitectónica y gastronómica.
En este lugar podemos admirar edificios que presentan una arquitectura mudéjar, un estilo artístico y arquitectónico que se desarrolló en la península ibérica durante la Edad Media, especialmente en los territorios de Al-Ándalus. El término mudéjar significa 'dominado' o 'sometido'. Este estilo fue concebido por artesanos musulmanes que trabajan en tierras cristianas y judías. Se caracteriza por el uso predominante del ladrillo y la combinación de elementos arquitectónicos islámicos, como el arco de herradura y los mocárabes. Sus manifestaciones pueden apreciarse tanto en edificios religiosos como en torres y campanarios.
Este tipo de arquitectura es visible claramente en la Catedral de Teruel, especialmente en su torre, fachada y cimborrio. La fachada parece bordada por las formas geométricas que la decoran y resulta muy vistosa gracias a su cerámica vidriada de vivos colores. Otro magnífico ejemplo son las torres de las iglesias de San Pedro, San Martín y del Salvador.
La iglesia parroquial de San Pedro de Teruel es muy conocida entre los habitantes por su campanario, que incorpora elementos propios del arte mudéjar, con muros decorados por arcos entrelazados que forman una especie de sebka (un tipo de decoración geométrica) de estilo almohade. También destacan sus frisos ornamentales con cerámica verde y morada en las esbeltas torrecillas.
Por su parte, los campanarios de las iglesias del Salvador y San Martín representan una etapa de evolución del mudéjar turolense ya en el siglo XIV. Estas dos torres son prácticamente gemelas y se han desprendido de la antigua influencia románica. Aunque presentan algunos rasgos góticos cristianos, exhiben el mejor repertorio de influencias musulmanas, llegando casi al barroquismo. En ellas se pueden apreciar cerámicas de tonos verdes, arquerías entrelazas y ventanas divididas por una columna central con dos aberturas gemelas. Cabe destacar que en el año 1986, la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad al conjunto mudéjar de Teruel.
El castillo de Peracense
Este castillo atesora entre sus muros más de 800 años de historia. Se trata de uno de los mejores conservados y singulares de la zona, de hecho, constituye uno de los principales atractivos patrimoniales y paisajísticos de Teruel.
Lo que más lo distingue es su característico tono rojizo. En sus orígenes este castillo formó parte del sistema defensivo de la Taifa de Albarracín hasta el año 1170 aproximadamente, cuando el emir de Murcia, Muhammad Ibn Mardanis, también conocido como Rey Lobo, cedió este territorio a Pedro Ruiz de Azafra en recompensa por la ayuda prestada contra los almohades. Para quienes deseen visitarlo, es posible durante todo el año, aunque los horarios varían según la época del año por lo que es mejor consultar primero.
Durante el recorrido, podemos explorar el recinto exterior, en el que es posible deleitarse con sus murallas almenadas, dispuestas en un ángulo recto y flanqueadas por varias torres que protegen una amplia explanada. En la actualidad, las antiguas caballerizas albergan los aseos, una sala de exposición y la tienda.
El recinto intermedio, por su parte, está formado por una muralla irregular adaptada a la roca, construida durante la segunda mitad del siglo XIV, en la Guerra de los Dos Pedros. En esta zona se conservan las antiguas estancias donde se refugiaban las tropas y que fueron reconvertidas en museo y sala de actividades.
Finalmente, en el recinto interior puedes encontrar tres terrazas que conducen hasta la cubierta superior, desde donde se puede disfrutar de una vista impresionante del valle del Jiloca.
Pueblos medievales
En la provincia de Teruel se esconden siete pueblos con un encanto medieval incomparable: Valderrobres, Albarracín, Calaceite, Puertominglavo, Rubielos de Mora, Cantavieja y Mirambel. Cada uno conserva parte de su historia y ofrece al visitante un viaje directo al pasado.
Valderrobes es, sin duda, te sumerge en el medievo. Situado en la comarca del Matarraña, muchos lo conocen como la 'Toscana Española' por la belleza de su entorno y su armonía arquitectónica. Nada más llegar, un antiguo puente de piedra da la bienvenida al viajero, mientras que sus rincones y callejuelas empedradas conducen hacia un imponente castillo, que domina el paisaje.
Por su parte, Albarracín es un pueblo amurallado medieval, con calles empinadas, pasadizos estrechos y un casco antiguo declarado Conjunto Histórico Artístico por la Unesco hace casi sesenta años. Pasear por sus calles es como retroceder en el tiempo y descubrir la esencia del medievo en cada rincón.
También en Matarraña se encuentra Calaceite, un lugar que invita a disfrutar de sus espectaculares fachadas y de su arquitectura variada, que abarca desde el gótico hasta el barroco. Sus portales de acceso a la antigua muralla fueron transformados en capillas durante el siglo XVIII, entre las que destacan las dedicadas a la Virgen del Rosario y a San Antonio.
El siguiente destino, Puertomingalvo, impone respeto por su castillo medieval, una fortaleza de origen árabe que a pesar del paso del tiempo conserva parte de su muralla. Sus calles estrechas y empedradas invitan a caminar sin rumbo, rodeadas de casas solariegas del siglo XVI, balcones llenos de flores, portones de forja y hornacinas con santos.
En Rubielos de Mora, las casas esconden talladas en piedra antiguos símbolos medievales que aluden a los oficios que se desempeñaban en cada vivienda. De las siete puertas originales del recinto amurallado hoy solo se conservan dos: el portal de San Antonio y el del Carmen.
Por su parte, Catavieja conserva un trazado urbano típicamente medieval, donde se pueden descubrir las huellas de los templarios, juanistas y carlistas en sus edificaciones. Además, sus miradores naturales ofrecen impresionantes vistas del paisaje turolense, convirtiéndola en una parada imprescindible.
Finalmente, Mirambel destaca por las celosías del Portal de las Monjas, una joya del arte mudéjar que da identidad al conjunto. Su casco antiguo es uno de los mejores exponentes de la arquitectura medieval en la provincia de Teruel. Además, cuenta con senderos señalizados que atraviesan el municipio ofreciendo al visitante la oportunidad de disfrutar de su entorno natural y de la tranquilidad.
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