La historia de Salobreña: el pueblo de Andalucía que fue una isla

Salobreña

Inma Moraleda

Madrid —
28 de septiembre de 2025 12:00 h

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Salobreña, en plena Costa Tropical de Granada, no solo seduce hoy por sus casas encaladas, su castillo nazarí o la luz que baña sus calles empinadas. Detrás de su postal actual hay una historia que sorprende: el peñón sobre el que se alza la localidad fue, en tiempos remotos, una isla rodeada por el mar. 

La vega que hoy se extiende fértil a los pies del pueblo no existía, era una gran bahía donde desembocaba el Guadalfeo. Así lo confirman investigaciones geológicas y arqueológicas que sitúan en el Neolítico los primeros asentamientos humanos en cuevas como la del Capitán, cuando todavía el mar penetraba profundamente en el interior.

El proceso que transformó la isla en tierra firme fue lento y constante. El río Guadalfeo, con sus aportes de sedimentos, fue rellenando la bahía hasta convertirla en la vega holocénica que conocemos. Estudios recientes, según el Ayuntamiento del municipio, recuerdan que durante la Edad del Cobre y del Bronce la colmatación se aceleró, aunque todavía en época romana y medieval el peñón se alzaba como un promontorio destacado frente al mar. Esa evolución geológica es clave para entender la riqueza agrícola actual de la zona y también la singularidad de su paisaje.

Según destaca National Geographic, no solo el peñón donde se asienta Salobreña fue antaño una isla, también el pequeño promontorio que hoy divide sus playas principales permaneció separado de tierra firme hasta tiempos relativamente recientes. Ambos formaban parte de un archipiélago costero que quedó unido al continente gracias a los sedimentos arrastrados durante milenios por el río Guadalfeo, proceso que dio origen a la fértil vega actual. Desde este enclave natural, convertido en mirador destacado de atardeceres, se conservan además vestigios romanos y la memoria de un pasado ligado al cultivo de la caña de azúcar, actividad que marcaría profundamente la identidad económica y cultural de la villa.

De isla a fortaleza: historia y memoria

Con el paso de las civilizaciones, la antigua Selambina fenicia se convirtió en enclave romano y más tarde en alquería musulmana. En el siglo XIV, Salubanya alcanzó la categoría de madina, centro administrativo y político, con el castillo nazarí como símbolo de poder y residencia real. 

La fortaleza, aún hoy dominante, fue palacio y prisión de príncipes, y tras la conquista cristiana pasó a manos de alcaides castellanos. Pasear por sus torres y murallas es viajar en el tiempo y comprender cómo la historia se superpone en capas, igual que la propia geografía del lugar.

La memoria de ese pasado se enriquece con hallazgos recientes que abren nuevas hipótesis. En la Cueva del Tubo, en la pedanía de Lobres, se han encontrado herramientas de piedra y colgantes que podrían datar de entre 20.000 y 30.000 años. Los arqueólogos consideran que existe una alta probabilidad de que se trate del yacimiento paleolítico más antiguo documentado en la Costa Tropical, lo que ampliaría de forma notable la cronología del poblamiento humano en la zona. Estos estudios también investigan cómo era el paleoambiente, la vegetación y la fauna cuando el peñón era una isla.

Hoy, al recorrer el casco histórico de Salobreña, con sus callejones blancos que dirigen hacia el castillo, cuesta imaginar que bajo los pies del visitante hubo una bahía marina. Pero ese es el encanto del lugar: descubrir que cada rincón guarda la huella de un pasado geológico y humano entrelazado. Desde los primeros pastores neolíticos hasta los reyes nazaríes, todos dejaron su impronta en esta villa que pasó de isla a fortaleza y de fortaleza a destino turístico con identidad propia. Mirar el horizonte desde el mirador del peñón es, en cierto modo, asomarse a miles de años de historia condensados en un paisaje único.

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