El meridiano español que era el punto cero antes que el Greenwich londinense

Faro de Punta Orchilla, en El Hierro.

Adrián Roque

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En el extremo más occidental de España, donde la lava se funde con el océano y el viento sopla con obstinación, se encuentra un lugar que fue el auténtico centro del mundo. Mucho antes de que Greenwich se convirtiera en la referencia global, la Punta de Orchilla, en la isla de El Hierro, fue el punto donde los navegantes y cartógrafos trazaban el meridiano cero. Hoy, un modesto monumento recuerda ese pasado en el que el mapa de la Tierra se medía desde Canarias.

Cuando El Hierro marcaba la longitud del mundo

Desde la Antigüedad, El Hierro fue considerado el “fin del mundo conocido”. Su posición, en el confín occidental, lo convirtió en el lugar perfecto para fijar la línea cero de longitud. Fue en el siglo XVII cuando los geógrafos europeos adoptaron oficialmente este meridiano como referencia. Durante más de doscientos años, mapas y coordenadas partían de aquí.

La historia cambió en 1884, durante la Conferencia Internacional de Washington. Allí, 25 países votaron trasladar el meridiano cero a Greenwich, impulsados por la fuerza naval y económica del Imperio británico. España votó en contra, consciente de lo que significaba perder esa posición privilegiada, pero la decisión estaba tomada. Desde entonces, la Punta de Orchilla cayó en un relativo olvido, aunque nunca perdió su magnetismo simbólico.

Un paisaje volcánico y de silencios

Visitar la Punta de Orchilla es entrar en un escenario de otro planeta. El terreno volcánico, de tonos grises y ocres, se abre hacia un Atlántico azul profundo. Durante el día, los contrastes de luz pintan el horizonte de matices cambiantes; al atardecer, el cielo se enciende en rojizos y dorados que figuran entre los más bellos de Canarias. Y de noche, la ausencia de contaminación lumínica convierte a este punto en un mirador excepcional hacia la bóveda estrellada.

El paisaje está dominado por el Faro de Orchilla, inaugurado en 1933 tras seis años de trabajo. Levantarlo en un entorno tan remoto fue una proeza: la piedra hubo de ser traída desde Gran Canaria, y cada pieza se transportó por caminos casi imposibles. Aunque hoy ya no es el faro más importante del archipiélago, su silueta en medio de la nada sigue siendo un icono de la navegación atlántica.

Tesoros naturales en los confines de El Hierro

El entorno de la Punta de Orchilla guarda rincones que refuerzan la sensación de estar en un territorio único. Muy cerca, se esconde un tubo volcánico que se asoma al mar desde un acantilado, un mirador natural donde se siente la inmensidad del Atlántico.

A pocos kilómetros se encuentra el Sabinar de la Dehesa, un bosque insólito en el que los sabinas, retorcidas por siglos de viento, adoptan formas fantasmagóricas. Sus siluetas inclinadas parecen figuras vivientes que custodian la isla, reforzando la idea de que El Hierro es un lugar donde naturaleza, historia y mito conviven sin fisuras.

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