Vietnam con una mochila: la guía de 15 días de una viajera por el país del Sudeste Asiático

Bahía de Ha-Long (Vietnam).

Jara B. Gavín

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El Sudeste asiático es, sin duda, la meta paradigmática de cualquier mochilero: un clima mayormente tropical que no raya en lo sofocante, paisajes espectaculares, gentes amables y, en buena medida, precios asequibles que permiten disfrutar de decenas de experiencias sin temor a romper la cartera. De todos los países que conforman la antigua Indochina tal vez sean, por este orden, Tailandia y Vietnam los más recomendados para un primer viaje con la mochila a cuestas. Desde la capital de Vietnam, Hanói, hasta el sur del país, recorreremos sus rincones imperdibles en una ruta mochilera de 15 días.

La caótica Hanói

O la amas o la odias. Así es la puerta de entrada a Vietnam que, para muchos viajeros, como fue mi caso en este viaje, también suele ser el primer contacto con la cultura asiática y ese característico trajín que parece no cesar a ninguna hora del día ni de la noche.

Para encontrar un poco de paz entre los millones de motos, bicicletas y transeúntes que recorren la ciudad bajo la atenta mirada de un tendido eléctrico al vent que enmaraña cada una de sus callejuelas —y que será una de las primeras cosas que te llamen la atención a tu llegada—, lo mejor es dirigirse a la zona del lago Hoan Kiem.

El siempre animado jardín que rodea el lago hace las veces de pulmón de la ciudad y en él puede visitarse el templo Ngoc Son, uno de los más importantes de Hanói. Muy cerca de él se encuentran dos de las atracciones con más tirón de la capital: la visita a las casas tradicionales de la calle Ma May y el teatro de marionetas de agua.

Tras el cierre de la famosa “calle del tren” por las autoridades vietnamitas en 2019, un día y medio es suficiente para tomarle el pulso a la capital, visitar su mercado nocturno (uno de los mejores lugares para degustar la rica gastronomía típica del país), intentar no contribuir al mercado de las falsificaciones imperante en la zona y poner rumbo hacia un lugar un poco menos concurrido, las montañas de Sapa.

Para ello, sin apartarnos del espíritu mochilero, nos subiremos a un sleeper bus, un autobús nocturno al que, si no eres de sueño fácil, lo mejor es llegar con unas decenas de kilómetros en las piernas para poder descansar durante un largo trayecto en el que los tramos rectos de carretera brillan por su ausencia.

Las montañas de Sapa

La región de Sapa, ubicada al norte de Vietnam, condensa experiencias, paisajes y etnias, y aunque en muchos recorridos de Norte a Sur del país suele quedar en el olvido por estar fuera de ruta, merece mucho la pena.

Sapa es el lugar donde se encuentran los famosos arrozales de Vietnam, dispuestos en forma de terrazas sobre las laderas de las montañas. Para ver el espectáculo en su mayor esplendor, lo ideal es programar la visita antes de la recolecta del arroz, que suele comenzar a finales de septiembre.

Sin embargo, no es la típica postal de los arrozales lo que te atrapará en esta región rodeada de agrestes montañas y plagada de aldeas conectadas por senderos y caminos de barro. En Sapa conviven ocho grupos étnicos diferentes, de los 54 que hay en Vietnam. De entre todas ellas, la comunidad Hmong es la más numerosa y serán precisamente las mujeres Hmong quienes te darán la bienvenida nada más bajar del sleeper bus, ofreciéndote alojamiento en sus propias casas y diferentes trekkings (rutas de senderismo) guiados por los alrededores. Di a todo que sí porque la experiencia es auténtica e inolvidable.

Una buena manera de aprovechar los dos días en Sapa es reservar uno de ellos para hacer un trekking y el otro, lanzarse a la aventura de alquilar una moto —lo harás muchas veces a lo largo del viaje y este es el mejor lugar para iniciarse— para visitar aldeas más apartadas, a las que apenas llegan otras formas de transporte. Es importante cargar víveres en Sapa ciudad, ya que en estas pequeñas aldeas no hay ningún servicio o tienda, y las distancias, aunque cortas en recorrido, se hacen eternas.

Bahía de Ha-Long desde Cat Ba

Si hay un lugar imperdible en cualquier viaje a Vietnam es la mágica bahía de Ha-Long, donde más de 2.000 islotes se alzan sobre las calmadas aguas de la enorme bahía, dando lugar a un paisaje único en el mundo.

Esta maravilla de la naturaleza hace que, sin duda, sea el lugar más explotado de Vietnam, por lo que tendremos que andar con mil ojos para no caer en la típica trampa para el turista y elegir bien cómo y desde dónde visitar la bahía. A poco que se abandonen los circuitos principales, será imposible obviar la acumulación de plásticos y basura que se da en algunos lugares.

La isla de Cat Ba, a la que se puede llegar directamente desde Sapa en otro sleeper bus, es una de las mejores opciones si no se requieren grandes lujos en el alojamiento o las comodidades del velero de madera que nos llevará a recorrer la bahía al amanecer. La isla es casi en su totalidad un parque nacional, además de uno de los destinos preferidos por los mochileros, ya que es posible alojarse, comer y contratar una excursión por la bahía por un precio de lo más ajustado.

Tres días en Cat Ba pueden servirnos para disfrutar del pequeño crucero, combinable con una excursión en piragua a alguna de las bonitas cuevas kársticas; recorrer la isla en una moto de alquiler para disfrutar de su riqueza paisajística y vida salvaje; y no perderse la subida a cualquiera de los miradores de la isla, preferiblemente al atardecer, para conseguir (probablemente) las fotos más impresionantes de este viaje por Vietnam.

A la hora de alquilar una moto es imprescindible revisar que todo funciona correctamente antes de echarse a la carretera, el trajín de jóvenes mochileros hace que muchas de ellas se encuentren en mal estado y no es infrecuente ver a conductores heridos aquí y allá.

El centro de Vietnam

Después de haber recorrido los tres puntos de interés del centro de Vietnam en menos de cuatro días, haber sufrido la peor trampa para turistas de mi historia viajera y no haber podido disfrutar del todo de la bonita Hoi An, mi recomendación es elegir solo dos de estos tres lugares teóricamente 'imperdibles' del centro del país.

El primero de ellos es Tam Coc, en Ninh Binh, conocido como la bahía de Ha-Long en la tierra por tratarse de un recorrido en barca por un río de aguas tranquilas que serpentea alrededor de elevaciones calizas, similares a las de la famosa bahía. Después de un paseo en barca de unas dos horas, hay que subir a Hang Múa, donde 485 escalones nos dejarán en un mirador en el que podremos observar, desde las alturas, el mismo río por el que habremos navegado horas antes. Otro de los mejores paisajes del viaje.

Personalmente, alargaría la estancia en Ninh Binh en detrimento de Hue, la ciudad imperial, y dedicaría otro día a descubrir en moto los alrededores, en los que no hay que perderse las pagodas chinas de Bich Dong, la de Bai Dinh o las grutas de Trang An.

Hue fue, sin duda, la mayor decepción de mi viaje de 15 días por Vietnam, y es que a pesar de haber sido la capital imperial durante la dinastía de los Nguyen, hay poco más que visitar, además del impresionante recinto amurallado en el que vivían.

Además, fue en esta ciudad donde, al bajar del enésimo sleeper bus del viaje, caí en la trampa de alquilar una moto en una agencia de alquiler que no era tal. La mujer con la que hice el trato se hizo cargo de la mochila para llevarla hasta Hoi An, a donde debía llegar tras recorrer en moto un bonito y tranquilo puerto de montaña. Cuando empezó a anochecer y decidí devolver la moto —sin apenas luces— en una de las oficinas intermedias que, en teoría, tenían entre las dos ciudades, me di cuenta de que habían suplantado a la empresa original y, al pedir explicaciones por teléfono y una solución para no correr más riesgos en lo que quedaba de trayecto nocturno, solo conseguí que la empresa pirata retuviera la mochila durante horas, hasta que pude resolver el secuestro de equipaje, dinero mediante.

Tal vez por haber llegado a la que, dicen, es la ciudad más bonita de Vietnam en estas circunstancias, la estancia de dos días no fue todo lo especial que prometía. Y es que, a pesar de haber sabido conservar la arquitectura original del que fue uno de los puertos más importantes de Indochina, de que el espectáculo nocturno de los farolillos de colores sobre el río sea algo único en el mundo o de que en la ciudad se continúe trabajando la seda y la madera de la manera tradicional, Hoi An no deja de ser otro de los puntos turísticos más importantes de Vietnam, lo que ha hecho que la ciudad se oriente cada vez más al turismo de masas.

Ho Chi Minh

Dicen que la ciudad más poblada de Vietnam es también la ciudad con más motocicletas del mundo. Con un tráfico algo más ordenado que el de la norteña Hoi An y también un aire algo más occidentalizado en el que destacan sus altos rascacielos —que no tienen mayor interés—, sí resulta imprescindible la visita al Museo de los Vestigios de la Guerra.

Y es que no hace tanto tiempo de la terrible Guerra de Vietnam y, aunque parezca que en el país nadie habla del tema por ningún lado, es más que recomendable ahondar en este episodio de la historia. Miles de testimonios de afectados de uno y otro bando —hubo soldados estadounidenses que desertaron ante el cargo de conciencia por las atrocidades cometidas—, los efectos del Agente Naranja que aún hoy perduran entre la población y una colección de fotografías en memoria de los fotorreporteros que como Endre Ernő Friedmann (Robert Capa) murieron mientras intentaban contar al mundo lo que estaba ocurriendo, hacen que dentro de este museo sea imposible olvidar.

Una visita dura que recomiendo hacer sin prisa ni tours organizados, y que se puede completar con la excursión a los túneles de Cuchi, un entramado subterráneo de 120 kilómetros desde el que las tropas comunistas del Viet Cong convirtieron el territorio en una trampa mortal para los soldados invasores.

Delta del río Mekong

Llegar al Delta del Mekong —en vuelo interno, desde Ho Chi Ming— es sumergirse en otro mundo. En mi viaje en 2018, además, encontré la ciudad principal, Can Tho, completamente inundada por la crecida del río, por lo que tras algunos momentos surrealistas —incluida la inundación de la furgoneta que me llevaba a la orilla del río—, hice todos los desplazamientos a pie ¡y entre peces que nadaban por las aceras!

Navegar por el río al amanecer, en una vieja barca de madera impulsada por un pequeño motor de gasolina, mientras se contempla la escena que proporcionan un mercado flotante en el que cada embarcación cuelga de su mástil el único producto que comercializa, una vieja lancha que distribuye rico café vietnamita entre los presentes y la gente que vive en las casas que flotan sobre el octavo río más caudaloso del mundo es, simplemente, un recuerdo que te perseguirá toda la vida. Su vida es el río y el río es la vida.

Cuando se abandona el río principal y se comienzan a surcar los estrechos y selváticos canales que también fueron escenario principal de la Guerra de Vietnam, la distancia con esta extraña manera de vivir se acorta.

Puede que no sea la parte más escénica de Vietnam pero el sur del país es, para mí, el recuerdo más valioso e indeleble de este viaje.

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