En primera persona

Por qué viajo sola (y algunas cosas que te recomiendo si piensas hacerlo)

Algunos apuntes sobre viajar sola.

13

– “¿Y no te aburres viajando sola?”

Es probable que viajar solo (en mi caso, sola) sea una de las mejores formas de autoconocimiento que existen y, pese a arriesgarme a caer en el cliché, creo que hay pocos viajes más sorprendentes que aquellos que nos llevan al interior de nosotros mismos. 

Siempre bajo mi punto de vista, la explicación es bastante sencilla: pasamos gran parte de nuestro tiempo (en casa, en el trabajo o disfrutando de nuestro tiempo libre) rodeados de otras personas a las que, a poco que tengamos un mínimo de empatía, tratamos de dar un espacio en nuestro día a día, y no hay nada de malo en ello. Además, el poco tiempo que pasamos en soledad, solemos llenarlo ocupándonos de tareas y quehaceres que dejan poco margen para preguntarnos “¿qué estaría haciendo ahora mismo o hacia dónde se moverían mi cuerpo, mis pies o mis pensamientos, si no tuviera ninguna obligación en un horizonte cercano?”

Pienso que es aquí donde el hecho de emprender un viaje en solitario cobra más sentido: relacionamos los viajes con un descanso de lo habitual, lo conocido, lo obligatorio. Si, además, lo hacemos sin compañía, el viaje se convierte en un enorme lienzo en blanco en el que el autorretrato final está prácticamente garantizado.

Por qué (a veces) viajo sola

Creo que poca gente inicia un viaje en solitario sabiendo exactamente lo que va a encontrar y, en muchas ocasiones, ni siquiera lo que ha ido a buscar. 

Personalmente, las motivaciones de mi primer viaje en solitario coinciden con las de otros muchos viajeros que viajan solos, ya sea habitualmente o de forma eventual, porque si he encontrado un patrón a lo largo de los años, es que quien viaja en soledad una vez, repite.

Relacionamos los viajes con un descanso de lo habitual, lo conocido, lo obligatorio. Si, además, lo hacemos sin compañía, el viaje se convierte en un enorme lienzo en blanco

Mi primer viaje a solas llegó, como el de muchas otras personas, después de una ruptura amorosa. En aquel momento no era capaz de darle sentido al impulso que me hizo cargar la tienda de campaña en el maletero del coche e instalarme, durante cinco días, en una bonita zona de acampada al sur de Francia.

Tampoco hace demasiado tiempo que encontré una posible explicación a este fenómeno que se repite más de lo que podemos imaginar: romper un vínculo con la persona con la que has estado transitando la vida hasta ese momento puede generar un cierto sentimiento de soledad ante el mundo que, tal vez de manera inconsciente y como pasa con todos los miedos, creemos que nos será más fácil superar si, efectivamente, nos enfrentamos al mundo –sobre todo, a un mundo desconocido– en soledad. Una especie de entrenamiento para lo que pueda venir de aquí en adelante.

De aquello han pasado ya unos cuantos años en los que he vuelto a viajar sola, al menos, un par de veces al año, aunque los motivos –supongo que por suerte– han sido otros. Pero todos ellos los descubrí ya en aquel primer viaje en solitario.

Aún recuerdo de manera muy vívida despertar la primera mañana, dentro de aquella tienda de campaña, teniendo un diálogo mental conmigo misma: “¿Qué hago hoy?”. La respuesta fue: “Absolutamente lo que me apetezca en cada momento”. Y creo que es ese sentimiento de absoluta libertad, de poder decidir sobre la marcha, al margen de horarios, lugares que 'habría' que visitar sí o sí o negociaciones más o menos intensas con otras personas, lo primero que engancha de esta manera de viajar.

También fue en ese viaje donde aprendí que viajando sola es mucho más fácil entablar relación con otras personas; en ocasiones llega a parecer increíble pero creo que tal vez porque ni siquiera cuando viajamos solos dejamos de ser seres sociales, al menos, en mi caso, me siento más abierta a entablar conversación con casi cualquier persona que encuentre en mi camino, y eso, además de enriquecedor, ha traído a mi vida algunas nuevas amistades que aún perduran, pese a la distancia y el paso del tiempo.

La tercera razón por la que sigo viajando sola de vez en cuando es la que explico en las primeras líneas de este artículo y tal vez la más importante: encontrarse sola y despojada de lugares, personas y rutinas comunes, facilita la reflexión, el autoconocimiento y, sobre todo, un 'hacerse caso' que, demasiado a menudo, pasamos por alto.

Creo que es ese sentimiento de absoluta libertad, de poder decidir sobre la marcha, al margen de horarios, lugares que 'habría' que visitar o negociaciones con otras personas, lo primero que engancha de esta manera de viajar

Recomendaciones para un primer viaje en soledad

Creo que para una persona que nunca se ha planteado la idea de viajar en solitario o que, si lo ha hecho, ha visto sus ganas vencidas por el miedo, lo más sencillo es elegir un destino que ya se haya visitado antes.

Esto elimina algunas de los inquietudes más latentes y te permite despreocuparte de ciertos asuntos logísticos como orientarse en el lugar de destino, el ambiente que se respira en la ciudad, pueblo o entorno natural al que se viaje o, simplemente, dónde comer, dormir o encontrar una farmacia o un supermercado.

Que nadie piense que el hecho de adentrarse en lo desconocido en un lugar que ya se conoce va a restarle algo de magia al hecho de emprender un primer viaje en solitario porque, insisto, el viaje suele acabar siendo hacia el interior, por mucho que las calles o senderos por los que vayamos a transitar nos resulten familiares.

Mis dos primeros viajes en solitario fueron a los dos lugares a los que más he viajado a lo largo de mi vida: las Landas francesas y Lisboa, y en ambos sitios encontré rincones y lugares desconocidos hasta entonces y, sobre todo, respuestas a preguntas que ni sabía que me estaba formulando antes de emprender el viaje.

Creo que para una persona que nunca se ha planteado la idea de viajar en solitario o que, si lo ha hecho, ha visto sus ganas vencidas por el miedo, lo más sencillo es elegir un destino que ya se haya visitado antes

Si se quiere explorar un destino nuevo, algo que suele aportar cierta seguridad es contar con un contacto local, que puede ser desde la típica persona conocida de conocidos hasta el propietario del alojamiento que hayas alquilado. Hilando con esto, si va a ser un viaje largo, en el que vas a estar moviéndote entre diferentes puntos, recomiendo llevar reservado el primero de los alojamientos y dejar los demás a expensas de lo que el viaje y el cuerpo te vayan pidiendo.

Viajar sola siendo mujer

Personalmente, nunca he tenido ningún problema relacionado con el hecho de ser una mujer y estar viajando sola, aunque sí que intento tomar algunas medidas de seguridad extra en las que no suelo reparar cuando voy acompañada.

Puede que la más evidente sea evitar transitar por lugares oscuros y solitarios, especialmente cuando viajo a una ciudad. Si no me queda más remedio que hacerlo, suelo avisar a alguna persona en el momento y volver a hacerlo cuando he llegado al alojamiento o lugar conocido y seguro.

Además, desde que viajo en furgoneta, intento no pernoctar en lugares en los que no haya, al menos, otra furgoneta o autocaravana pasando la noche. Si solo hay otro vehículo, suelo acercarme a ellos, preguntar si van a pasar la noche y dejarles saber que me voy a quedar ahí.

El último asunto con el que sigo lidiando –aunque cada vez menos– cuando emprendo un viaje sola es la preocupación que estos siguen provocando en familiares o amistades cercanas; aquí no queda más remedio que aplicar esa empatía de la que hablaba antes y mantenerlos medianamente informados de mis pasos y, sobre todo, tomarse todo el tiempo que haga falta para explicar, a quien lo necesite, que no hay nada de valiente en viajar en solitario sino, más bien, en intentar transitar la vida sabiendo estar a solas con una misma que, al final, es el destino compartido de cada uno de mis viajes.

Etiquetas
stats