Tokio para principiantes: los consejos de un viajero si vas a visitar la capital nipona por primera vez

Tokio.

Iker Morán

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Nos separan miles de kilómetros. Reales, pero también culturales y sociales porque, como suele decirse, Japón es sencillamente otro mundo. Tal vez por eso es uno de los destinos más deseados por muchos y a los que siempre merece la pena ir para conocer sus grandes ciudades, y también esas zonas rurales más desconocidas y quizás también más interesantes para los viajeros que buscan acercarse en mayor medida al país. 

¿Cómo y cuándo es mejor viajar? ¿Es muy caro? ¿Qué lugares merece la pena no perderse en una primera visita? ¿Qué se come allí o cómo es dormir en un hotel cápsula? La lista de preguntas es muy larga pero haber estado por allí unas cuantas veces permite, al menos, resolver algunas de esas dudas recurrentes cuando se planea un primer viaje. Y también aclarar algún que otro mito sobre Japón, que de esos también hay muchos.

La mejor época para viajar

Japón es un archipiélago formado por cinco islas principales y más de 6.000 pequeñas islas. Merece la pena tener presente ese dato para entender que el país es mucho más que Tokio y Kioto. Por ejemplo, sus paisajes incluyen paradisiacas playas en el Pacífico, y es también un destino muy deseado por los esquiadores. 

De todos modos, es importante tener en cuenta que el verano en Tokio puede ser insufrible por la mezcla de altas temperaturas y humedad, y que los inviernos son contundentes. Primavera es un gran momento para viajar, con el interés añadido de la floración de los cerezos (Sakura), que allí es un auténtico acontecimiento.

Cómo volar

Desde España sólo Iberia cuenta con ruta directa a Tokio, saliendo desde Madrid. Un vuelo muy largo –la guerra en Ucrania obliga a desviar el tráfico aéreo y alargar las rutas– pero sin escalas. Desde Europa, las principales compañías vuelan a la capital y a Osaka, aunque quienes busquen el mejor precio seguramente acabarán volando con Qatar, Emirates o Etihad, que en los últimos años han apostado fuerte por sus rutas, con escala intermedia en sus respectivas sedes en los Emiratos Árabes Unidos, y tarifas más bajas.

Aunque económicas y relativamente cómodas en clase turista, el problema es que no se llega a Japón hasta mediodía o más tarde con lo que, entre los trámites de entrada y el desplazamiento, esa primera jornada la podemos dar casi por perdida. Un detalle a tener en cuenta si no hay muchos días.

Del aeropuerto al centro de Tokio

La mayoría de vuelos internacionales llegan al aeropuerto de Narita, que está bastante lejos del centro de Tokio. Hay muchas guías online que explican las formas de llegar hasta allí y los precios, pero es fácil resumirlo: si no tienes prisa, el autobús (se llama Limousine Bus, pero no esperes nada lujoso, es un simple autobús de línea) es buena opción. Aunque merece la pena pagar un poco más y optar por el Narita Express, que en poco más de una hora te deja en el centro de la ciudad.

Será, además, un primer contacto con el fascinante sistema ferroviario nipón, repartido entre decenas de empresas privadas y bastante complejo para los de fuera. Los trenes de alta velocidad (shinkansen, allí nadie los llama tren bala) son, sin duda, la mejor manera de moverse por el país, y el Japan Rail Pass –un pase para usar todos los transportes de la empresa JR, una de las principales del país–, una buena inversión.

El dichoso jet lag

De camino a Tokio es posible que el sueño te venza. Muchas horas de vuelo, el cansancio del viaje y también la diferencia horaria con el país son el cóctel perfecto para que nuestro reloj se rebele y queramos dormir aunque allí sean las dos de la tarde. Los expertos aconsejan seguir el horario local nada más llegar, así que mejor aguantar y retirarse pronto ese día.

Pese a ello, es posible que el temido jet lag aparezca. Se suele decir que afecta más viajando hacia el este; Japón lo está, y mucho. Así que no es raro despertarse a las 03:00 o 04:00 de la madrugada sin ningún motivo aparente y andar un poco zombi los primeros días de viaje. Por cierto, lo del sol naciente no es una forma de hablar: amanece muy temprano.

Wifi y conexión

Pese a esa imagen de Japón como un país muy tecnológico y avanzado, lo cierto es que no es así. Tal vez en las grandes ciudades, pero no fuera de ellas. No es que no haya robots atendiendo, es que encontrar wifi gratuito en la calle o establecimientos es mucho menos fácil de lo que seguramente imaginamos.

Por eso es importante llevar resuelto el tema de la conexión de nuestro smartphone, que nos vendrá muy bien, por ejemplo, para movernos por allí a base de Google Maps. Se puede alquilar un MiFi (router portátil) en el aeropuerto y devolverlo antes de volver, pero si nuestro móvil es compatible con eSIM, es mucho más cómodo y económico hacerse con una para usarla durante los días de viaje. 

Hay muchas compañías que ofrecen este servicio, con precios que pueden llegar a variar bastante, así que merece la pena buscar un poco para dar con la mejor opción en función de los datos que queramos y los días de viaje.

Yenes en el bolsillo

Otro detalle que seguramente sorprenderá a muchos: pagar con tarjeta de crédito es menos sencillo que en España. De nuevo, en las tiendas y restaurantes de las grandes ciudades no habrá problema, pero fuera o incluso en algún local pequeño tocará pagar en efectivo. Así que es muy recomendable llevar siempre yenes en el bolsillo. También, por ejemplo, para pagar el metro donde las tarjetas de crédito no siempre son una opción en todas las máquinas de venta. Por eso, hacerse con la tarjeta monedero Suica nos evitará tener que pasar por las máquinas del transporte público en cada viaje.

Ahora mismo el cambio del yen respecto al euro es bastante beneficioso para nosotros, por lo que la estancia allí puede salir algo más económica. Como curiosidad, la equivalencia es muy similar a la de las antiguas pesetas, así que quienes tengan ya unos años y recuerden nuestra antigua moneda no tendrán ningún problema para saber que 1500 yenes son unas 1500 pesetas y, por tanto, unos 9 euros. Los precios, por cierto, se marcan siempre sin impuestos.

Arigatô

En Japón no se habla mucho inglés y, en todo caso, sólo en las grandes ciudades. Así que la comunicación será todo un reto y también parte del encanto si queremos vivir nuestro propio Lost in Translation. La sociedad japonesa es extremadamente educada pero también un tanto opaca para los extranjeros, así que si intentamos hablar inglés con alguien que no sepa es posible encontrarse con una sonrisa o con unos brazos cruzados en señal de que esa conversación no va a ninguna parte.

De hecho, si en un restaurante nos sentamos y tenemos la sensación de que atienden antes a las mesas de locales que a nosotros, no es que nos tengan manía, es que seguramente están viendo quién puede ir a hablar en inglés con los turistas. Lo bueno es que casi todas las cartas de restaurante van acompañadas de fotos, lo que facilita bastante el tema. De hecho, muchos locales exponen una cuidada reproducción en resina de cada plato.

Seguridad y limpieza

Buenas noticias para quienes sufren con los estándares de higiene fuera de su país: en Japón todo está muy limpio. Quienes hayan visto recientemente la película Perfect days sabrán muy bien que incluso los baños públicos están inmaculados. También los de los bares y restaurantes, por muy minúsculos que sean.

Las calles también están muy limpias, lo que seguramente sorprenderá a los más observadores al comprobar que no hay papeleras. En Japón cada uno se lleva su basura a casa o, en todo caso, deja la botella o el vaso del café en la tienda donde lo ha comprado o en la siguiente que vea de camino. Cerca de las omnipresentes máquinas expendedoras de bebidas suele haber alguna papelera para dejar desperdicios.

¿Y es verdad que no se puede fumar por la calle? Efectivamente, hay zonas habilitadas para ello pero no se permite ir caminando cigarro en mano. No te parará la policía si lo haces, pero sí te mirarán como a un salvaje. Eso sí, luego hay bares y restaurantes en los que sí se puede fumar. Una pista de esa dualidad nipona que tanto suele fascinar al viajero.

Por cierto, Japón es un país muy seguro. Siempre se dice que puedes dejar el móvil encima de la mesa y no pasará nada. Es posible, pero mejor no hagas el experimento en las zonas más turísticas de Tokio. Respecto a las propinas, no se estilan y nadie entenderá nada si dejas el cambio al tomar algo.

Los baños

Sin ánimo de entrar en el terreno del turismo escatológico, no se puede hablar de un viaje a Japón sin mencionar sus sofisticados retretes. “¿Has probado ya los chorritos?”, suele ser una de las preguntas habituales a las pocas horas de llegar. 

Aunque decíamos que Japón no es tan tecnológico como muchas veces se imagina, parece que los inodoros concentran buena parte del I+D del país: sensores para levantar automáticamente la tapa, sistema de calefacción para que esté caliente y, por supuesto, chorros frontales y traseros –con temperatura e intensidad controlable– para que no haga falta papel higiénico. Que, eso sí, también suele estar disponible.

El despliegue de opciones variará según el lugar, pero como curiosidad para entender la importancia del asunto, en los lugares públicos incluso hay un sistema que emite sonidos pensado para evitar que se escuchen los propios ruidos que uno puede emitir en el cuarto de baño.

Comer en Japón

Si hay un buen motivo para soportar un vuelo de 12 horas y plantarse en Japón es su gastronomía. Hablar de la cocina japonesa en general es tan absurdo como hacerlo de la española, porque las diferencias entre distintas regiones son notables.

El asunto de la comida daría para muchos artículos, pero como consejo básico es mejor elegir qué se va a comer y en función de eso apostar por tal o cual restaurante. Aunque en las llamadas izakayas (tabernas) sí que hay un poco de todo, lo habitual es que si en un local sirven ramen, no haya sushi, y si están especializados en sukiyaki, eso es lo que hay que pedir.

Que el ramen se come muy caliente, sorbiendo de forma sonora, deprisa y normalmente solo es importante saberlo. También que el sushi se puede comer con las manos y que una barra de sushi de calidad donde se elabora y sirve pieza a pieza, puede ser una comida bastante cara. En el otro extremo, las cadenas de sushi giratorio (kaiten sushi) son muy económicas y para nuestro paladar occidental el nivel es muy alto.

Los famosos hoteles cápsula

El espacio se cotiza en una megaurbe como Tokio, así que los hoteles de habitaciones grandes suelen ser caros y en los de precio asumible se economiza el espacio. Pero los más conocidos son los denominados hoteles cápsula, normalmente cerca de las grandes estaciones de tren.

Aunque en cierto modo se han convertido en una atracción turística, originalmente no estaban pensados para nosotros, sino para quienes salían de trabajar –o de fiesta– muy tarde y no llegaban al último tren rumbo a casa. A veces a más de una hora de camino. De ahí que en muchos haya un kit completo (pijama, cepillo de dientes…) para el cliente.

Dormir en ellos es toda una experiencia. Los hay con décadas de antigüedad y otros más modernos y cómodos. Pero pueden ser una opción económica a valorar para estancias cortas. Hablando de no gastar mucho, las tiendas de conveniencia (7 Eleven, Lawson…) abren 24 horas, cuentan con un interesante surtido de comida ya lista o fácil de preparar y están por todas partes. Más de una comida rápida o cena pueden resolver.

Por cierto, si nos quedamos en un hotel con desayuno y hay opción de desayuno japonés tradicional, merece la pena probarlo. Ojo, eso sí, con el nato: es una soja fermentada con fama de ser sanísima pero un olor y sabor que a pocos extranjeros gusta.

Todo está a media hora en Tokio

Tokio es una ciudad gigantesca y no siempre pensada para pasear más allá de las zonas de parques. Las distancias son considerables y esa torre que parece que está ahí al lado o el templo que quieres visitar seguramente implique más de una hora caminando.

Moverse por la red de metro y trenes es la opción más habitual. En hora punta ser uno más entre los miles de personas que van a toda prisa por la estación o son estrujadas en los vagones de metro es también parte de la experiencia. Importante: respeta las colas y puntos de espera que se indican en el andén.

Las grandes estaciones de la ciudad son como pequeños pueblos en sí mismo, así que es habitual acabar un tanto perdido buscando la salida o la conexión con otra línea. Tenlo en cuenta para calcular los tiempos, pero, por experiencia propia, saltar de un barrio a otro en Tokio implica al menos media hora de transporte público.

Por suerte Google Maps suele dar información también sobre la localización de los andenes a la hora de trazar las rutas. La puntualidad del transporte es milimétrica así que si un japonés te dice que te bajes a las 13:27 en la parada que sea, hazlo porque esa es la buena.

Los taxis no son muy económicos, aunque también merece la pena coger alguno para ver la decoración interior, incluyendo seguramente redecillas en los asientos. Otro detalle que puede parecer una tontería pero te ahorrará malas miradas del taxista: las puertas se abren y cierran solas.

Más allá de Tokio

He estado una decena de veces en Tokio y seguramente me queda la mayoría de la ciudad por ver y decenas de platos por probar. Así que nunca es demasiado tiempo en la capital, aunque es verdad que limitar un viaje sólo a Tokio puede hacer que nos llevemos una imagen de Japón poco real. Y que, pasados unos días, probablemente tengamos sobredosis de asfalto, aunque es verdad que hay barrios de las afueras muy tranquilos.

Kioto no hace falta recomendarla porque suele ser parte de casi cualquier viaje. Una ciudad con un ritmo más pausado, con infinidad de templos, una gastronomía propia muy interesante y donde, eso sí, la presencia de turistas es más evidente. 

Osaka se suele decir que es la gran desconocida. Otra gran ciudad, con su propia personalidad y muy animada. Al menos eso dicen los locales, que siempre se definen como mucho más divertidos que los tokiotas. 

Más allá de grandes ciudades, muy recomendable escaparse unos días a zonas rurales donde descubriremos un Japón totalmente diferente, casi más cercano a nuestra España vaciada que a esa imagen de Blade Runner que a veces tenemos del país. Dormir en un ryokan (alojamiento rural) y la experiencia del onsen (baño tradicional japonés) son también parte imprescindible de un viaje por Japón.

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