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La Sala de Salvaciones

El juez Eloy Velasco.

Elisa Beni

Ya está aquí la Sala de Salvaciones. Tal y cómo avancé el pasado domingo en La Señora de las Salas, el CGPJ aprobó el miércoles conceder las dos plazas vacantes en la nueva Sala de Apelaciones de la Audiencia Nacional a los magistrados números 1036 y 1038 del escalafón de la carrera judicial: Eloy Velasco y Enrique López.

La presidencia la va a ostentar, de forma interina y sin saberse hasta cuándo, el propio presidente de la Audiencia Nacional, Jose Ramón Navarro, haciendo uso de una reforma que se realizó también en 2003 y que nunca se había utilizado. Dos de tres son mayoría, ya saben. Será decisivo saber a quién se pone discrecionalmente a presidirla después.

Tenemos pues una nueva Sala facultada para revisar en apelación todas las sentencias dictadas por la Audiencia Nacional. Sí, en todos esos casos, en Gürtel, en Púnica, en Lezo y en los demás que se les ocurran. Una Sala que se creó virtualmente en 2003 con un añadido de “especialización”, pensado para un magistrado concreto, y presidida por el presidente de la Audiencia Nacional utilizando una prerrogativa nunca usada hasta ahora y que se introdujo también en esa fecha.

Todo legal. Todo excepcional. Ingeniería jurídica que ya parece labor de tosca albañilería.

Ayer el interés informativo se centraba en el hecho de que el juez Eloy Velasco fuera a dejar la instrucción de la Operación Lezo para ocupar ese puesto. Siento anunciarles que eso es mirar el dedo. En este asunto la pieza clave siempre ha sido Enrique López, aunque Velasco sabía que si el CGPJ se empeñaba en llevarlo a esta sala clave, él tendría que llegar al rebufo.

Velasco es de la misma promoción que Enrique López y, por tanto, también tuvo la oportunidad de realizar el “cursito” por correspondencia que se convocó en una sola ocasión y sólo para jueces recién salidos. Así que si el CGPJ hacía valer esa especialización para colocar a Enrique López –como el propio López me contó hace 15 años– Velasco sabía que su candidatura iba detrás. Así ha sido.

Somos muy amigos de crear relatos épicos para los jueces. Basta que tomen decisiones que nos parecen de justicia para que los ensalcemos y creemos en torno a ellos una leyenda. Queda muy bonito, pero en pocos casos tiene que ver con la realidad. Velasco ha hecho su trabajo pero en su brújula ha estado desde el principio mejorar su situación profesional. Es muy lícito, pero para realizar los análisis pertinentes no podemos errar el tiro.

El juez Velasco lleva meses intentando abandonar su juzgado. Es sabido que pretendió dos puestos de libre designación del Gobierno, muy bien dotados económicamente, y que mientras era aspirante a ellos acudía muy interesado a los desayunos informativos del ministro Catalá.

Correlativamente, cuando se desvanece esa posibilidad, Velasco desarrolla una gran actividad instructora: solicita al Tribunal Superior de Justicia de Murcia la imputación del presidente autonómico desencadenando su caída, impulsa y desempolva Púnica y lanza Lezo. Las fechas son correlativas y pueden consultarse en las hemerotecas. Así pues todo análisis que pase por decir que la salida de Eloy Velasco del Juzgado Central es una maniobra para manipular la instrucción de estas causas es simplemente erróneo. Aquí Velasco ha ido a lo suyo.

La maniobra más importante pasaba por llevar a Enrique López a la sala de máquinas. López, el juez que ha hecho toda su carrera impulsado por el Partido Popular y dentro de la excepcionalidad. El magistrado que llegó a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional sin haber puesto una sentencia por delito y lo hizo usando el truco de su “especialidad” porque no tenía antigüedad. Ya ven, un especialista en penal que no había puesto jamás sentencias más que por faltas. El magistrado al que el PP se empeñó en llevar al Tribunal Constitucional sin cumplir tampoco los requisitos de antigüedad y que precisó del voto de calidad de Pascual Sala para permitir su nombramiento. Ya lo habían situado en lo más alto. Lástima que delinquiera conduciendo su moto borracho como una cuba por la Castellana y que tuviera que dimitir y, eso sí, volver a la Audiencia Nacional. El magistrado que fue recusado en Gürtel por su proximidad al PP y que ahora toma posesión –con una trampa que hicieron para él en 2003– de la sala que revisará todas las sentencias que preocupan al Partido Popular.

Velasco sabía que el empeño por nombrar a López le arrastraría. Y lo ha hecho. Ahora mandará más, cobrará más y su intervención será muy relevante para algunos. Su horizonte es el Tribunal Supremo. Al Olimpo judicial se puede llegar también mediante la patada hacia arriba. Ejemplos hay.

La interpretación sobre la forma de cubrir los puestos de la nonata Sala de Apelaciones que realizó el gobierno de Aznar tampoco era pacífica, habida cuenta de que tenían pensado a quien querían en ella. Ahora para cubrirse las espaldas, un exdirector general con Aznar (Carlos Lesmes) le encargó al marido de la consejera de Cospedal (Gerardo Martínez-Tristán) que estudiara si la especialidad que alegaban el magistrado que se ha hecho a expensas del PP (Enrique López) y el que fue director general con Zaplana y a cuya mujer colocó Ignacio González (Eloy Velasco) debía primar sobre la antigüedad de todos los demás solicitantes. Perdonen por la traducción, pero estoy segura de que así se entiende mejor. Han decidido que sí.

El día 1 de junio tendremos formada una nueva instancia de apelación con esa composición. Falta por cubrir la plaza de presidente que es de libre designación y depende del CGPJ. Aún ignoro si se la reservan a alguien, pero no es muy aventurado avanzar que ese nombre unido al de López será hacedor de mayorías. Al tiempo.

Tampoco quiero terminar sin advertirles de que la Sala de lo Penal, hasta ahora todopoderosa y a partir de ahora subordinada, también está a la espera de nuevo presidente o presidenta. Aunque hay informaciones que hablan de que el enconamiento entre vocales conservadores y progresistas podría beneficiar a magistrados de consenso (Fermín Echarri o Carmen Lamela) lo cierto es que estas cortinas de humo suelen preceder a los nombramientos y que nada nos dice que no vayan a tener la osadía de nombrar a Concepción Espejel (Querida Concha) para presidir esa sala enjuiciadora.

Respecto al futuro de las investigaciones que ahora lleva Velasco, no veo demasiada preocupación puesto que el juzgado saldrá a concurso por antigüedad. Estaremos alerta.

En este tablero inmundo, cada sala y cada puesto es una posición que conquistar. Sin ningún rebozo. No hay cuartel. No importa quién lo denuncie, aunque sea el Consejo de Europa que ha reprobado la falta de garantías de independencia judicial del sistema español y que consideró contaminados todos los nombramientos de libre designación.

Todo seguirá funcionando mientras no se limpie el modelo que ha sido magreado durante décadas y mientras haya magistrados y fiscales cuyos intereses personales y profesionales les hagan aceptar el amaño de las normas. También mientras los que saben lo que sucede callen.

Están destruyendo las raíces de nuestra democracia. Sin esa base, todo se derrumba. Y el Partido Popular no va a aceptar cambiarlo. No mientras las riendas y los recovecos del control estén en sus manos. Poco importa que las grabaciones de Lezo hayan dejado pornográficamente a la vista la realidad o que su ministro de Justicia y su fiscal general hayan sido reprobados por todos los partidos. Mientras esto sucede, el resto de la carrera judicial sobrevive como puede en locales infectos, con un volumen de trabajo inhumano y sin ninguna esperanza de que el poder político llamado a solucionarlo haga algo. En estas circunstancias apenas pueden levantar la cabeza para ver y denunciar lo que tienen encima.

Sin limpiar esto, de poco sirven las promesas de regeneración. Sin limpiar esto, apenas queda esperanza.

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