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Franco: error histórico de la derecha

El resultado de la votación del decreto para la exhumación de Franco

Rodolfo Irago

El Congreso de los Diputados ha tomado esta semana una decisión histórica, de las que quedan marcadas de verdad en el devenir de un país. Nos ha costado 43 años, pero exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos es una medida imprescindible para poder seguir caminando con memoria, justicia y dignidad.

Queda mucho por hacer en el Valle y en las terribles cunetas de nuestra historia, pero es evidente que ninguna democracia que se precie puede rendir homenaje a un dictador en un monumento de patrimonio nacional.  Solo pensarlo es una aberración.

Esto no debería tener demasiada discusión y, sin embargo, la derecha española ha vuelto a tropezar en la misma piedra. La decisión del Congreso se ha tomado sin el apoyo ni del PP ni de Ciudadanos en lo que sin duda es para ellos, un error histórico que les va a perseguir.

Dos líderes nacidos en democracia, Casado y Rivera han sido incapaces de quitarse para siempre de encima la sombra franquista que arrastra la derecha. Y eso es malo para ellos, pero también es malo para la democracia española.

PP y Ciudadanos podían legítimamente cuestionar la forma elegida por el gobierno para llevar a cabo la medida, pero es una torpeza inmensa poner eso por delante del fondo y la trascendencia del asunto.

Los ciudadanos han vivido con absoluta normalidad este debate, más allá de los 4 nostálgicos que han vociferado su odio y su rencor por los medios este verano y hasta la Iglesia ha entendido que después de amparar y proteger a un tirano durante 40 años, ahora tenía que ponerse al lado de la ley democrática.

Los restos de Franco y el Valle de los Caídos son asignaturas pendientes de la transición que ya es hora de superar. Fue el Rey Juan Carlos I el que decidió enterrar allí al dictador recién fallecido en una España atenazada todavía entonces por el ruido de sables y es su hijo, Felipe VI el que firma el real decreto que lo va a sacar de allí. No le vendría mal a la renqueante monarquía española aprovechar este guiño de la historia como símbolo de los nuevos tiempos.

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