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Los periodistas activistas y el robot Isidro

Díaz Ayuso, Casado y Martínez Almeida

Ruth Toledano

La campaña electoral del PP en Madrid está resultando muy ilustrativa. De cómo son y de cómo están. Para empezar, una prueba rápida: ¿cómo se llaman los candidatos del PP a la presidencia de la Comunidad y a la alcaldía madrileñas? He hecho el experimento con unas cuantas personas y el resultado es revelador: la mayoría, ni idea. Algunas aciertan a decir que son una mujer y un hombre, aunque no tienen claro cuál aspira al gobierno de la región y cuál al del municipio, ni mucho menos dar su nombre. Las que están más informadas pueden decir que ella va para la Asamblea y él para el Ayuntamiento. Pero pocas saben si se llaman López o Díaz o Martínez o García. La única certeza es que no es Sánchez.

No saber el nombre de los candidatos a menos de dos semanas de las elecciones da cuenta del ruinoso estado en que se encuentra el partido que gobierna la Comunidad de Madrid desde 1995. La ruina de su formación equivale a la ruina política que nos dejaron sus presidentes, que alcanzó el colmo del oprobio con la caída de Cristina Cifuentes: vergonzosa para la ciudadanía gracias a su desfachatez con el máster y humillante para ella, con el vídeo de las cremas, gracias a las ganas que le tenían sus enemigos de partido. Esa miseria política y moral que representó Cifuentes en el poder -y que venía precedida de un mandato que recurrió a la violencia siendo Delegada del Gobierno en Madrid: bajo sus órdenes, la policía dio muchos palos a la gente que se manifestaba contra la crisis y la corrupción en su partido- no podría tener más coherente sucesión que la de Isabel Díaz Ayuso. Así se llama la candidata del PP a la presidencia de la Comunidad, para quien aún no lo sepa (aunque cada día que pasa, y por estupefacción ciudadana ante sus declaraciones, intervenciones y ocurrencias, va sonando más su nombre).

Es tan absurda la elección como candidata de Díaz Ayuso, su perfil es tan bajo, se entiende tan poco, que cabe sospechar que, tras el escándalo de Cifuentes, el PP tiró la toalla en Madrid y no quiso quemar a alguien con algo más de peso político, alguien a quien reservar para una (hoy quimérica) futura recomposición de la formación popular. Semejante, llamémosle, estrategia habría ayudado a propiciar el cabreado transfuguismo de Ángel Garrido. Esta sería la explicación más favorecedora para el PP. La otra es que el PP considerara que Díaz Ayuso es su mejor candidata para gobernar Madrid. Capaces. Pero luego hay que oírla. Díaz Ayuso va soltando perlas y ahora dice que los periodistas hacen “activismo político” contra ella. Sus enemigos dentro del PP tendrán que acabar poniéndole sus propios vídeos. Por ejemplo, el más reciente, ese en el que dice a la gente del caro barrio de Las Rozas que: “Un día de estos os vais de vacaciones y cuando volváis habrán dado la casa a unos amigos okupas”, en referencia a Podemos. Tiene con el tema okupa la misma falaz obsesión que Ortega Smith.

Por otro lado, el lado municipal, tenemos como candidato a Martínez Almeida, a quien los medios se empeñan en quitar el guion del apellido compuesto, tan evocador, aunque los carteles del PP no hayan dejado pasar ese importantísimo detalle de clase. ¿Qué decir de él? Poca cosa. La primera es que casi nadie (de entre las personas sondeadas por mí al azar) sabía tampoco que fuera concejal, y eso que tiene una ya dilatada carrera de cargos públicos y que sucedió a Esperanza Aguirre como portavoz del grupo popular en el pleno del Ayuntamiento cuando esta dimitió porque Ignacio González acabó en chirona. “La batalla es la misma de Aguirre. Hemos hecho un buen trabajo, aunque ahora estamos en un nuevo proyecto, que es el de Cristina [Cifuentes]. Y desde luego el grupo municipal tiene que funcionar con el partido de Cristina”, dijo entonces Martínez. Era 2017. Nótese que Cristina, Esperanza e Ignacio fueron presidentes de la Comunidad de Madrid y cómo (de qué manera) fueron cayendo. Martínez Almeida viene a vender esa moto híbrida (debe de ser la misma que usó en los atascos que provocó en Madrid Central él mismo, para bochorno de sus propios colegas).

La segunda cosa que puede decirse de Martínez Almeida -con o sin guion- es que el otro día presentó sus propuestas para Madrid en una escuela de negocios de Azca que se llama The Valley. ¿Revelador? Peccata minuta: al alcaldable lo recibió allí un robot llamado Isidro que dicen los que estuvieron presentes que tuvo muchos fallos. Isidro iba y venía de la vida tecnológica como quien está en estado terminal pero no termina de despedirse, aferrado a unos cables como hilillos. Isidro como interlocutor, como alter ego de Almeida, como símbolo, como metáfora del PP. Mucha presunta inteligencia artificial para acabar apelando a los antidisturbios, como ha hecho Martínez Almeida tras la agresión sufrida por un chaval en la pradera de San Isidro. Antidisturbios: el proyecto de Cristina.

Total, un desastre. Para el PP, claro. Los resultados electorales que se deducen de la elección de estos dos candidatos pueden suponer para la ciudadanía madrileña recuperar el gobierno regional tras décadas en manos como las de Aguirre, González y Cifuentes. Ahí es nada. Si la ciudadanía tiene un ápice de memoria, se quitará de encima ese muerto que es el PP y el PP perderá el bastión que Madrid fue para su formación. Los resultados de las elecciones nacionales ya fueron un adelanto. El PSOE y la izquierda les comen el terreno. Y en su espacio, el de la derecha, les adelanta Ciudadanos con la otra moto. Al fin puede que Madrid sea la tumba definitiva del PP. Díaz Ayuso dirá que habrá sido cosa de los periodistas que hacen activismo político. Pero después habrá nombres que no recordaremos. Salvo, acaso, el del robot Isidro. 

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