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El Real estrena “La Traviata” de McVicar, con la conmovedora Ermonela Jaho

El Real estrena "La Traviata" de McVicar, con la conmovedora Ermonela Jaho

EFE

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El montaje de “La Traviata” de David McVicar que ha estrenado esta noche el Real, no es innovador ni radical, sino elegante y pegado al original, un enfoque que ha gustado al público, volcado con la primera de sus tres “violettas”, Ermonela Jaho, conmovedora y creíble hasta las lágrimas.

Esta versión del que es el título lírico más representado en el mundo se estrenó en 2008 en la Scottish Opera de Glasgow, que la coproduce junto al Liceo, la Welsh National Opera de Cardiff -teatros donde ya se ha representado- y el Real, en el que dirige a la orquesta desde esta noche el especialista verdiano Renato Palumbo.

Jaho, que se alternará con Irina Lungu y Venera Gimadieva en el papel de Violetta, ha surcado con extraordinaria solvencia la difícil travesía que supone ser en el primer acto tan vivaz y alegre “como una pulsera de monedas”; en el segundo, transmitir “amor y humanidad”, y en el tercero, “abnegación, dolor y muerte”.

Cada una de sus intervenciones ha sido reconocida con calurosos aplausos, al igual que las del barítono Juan Jesús Rodríguez, en el papel de Giorgio Germont, que se repartirá las funciones con Ángel Ódena y Leo Nucci.

En el papel de Alfredo, Francesco Demuro -Antonio Gandía y Teodor Ilincai le darán el relevo- ha resuelto el reto aunque no ha conectado con el público al mismo nivel que Jaho y Rodríguez.

La escena, que firma Tanya McCallin, es fría y brillante como el interior de un ataúd, con unos omnipresentes cortinajes negros, arañas y candelabros, y el nombre de la protagonista, la prostituta de lujo Violetta Valery, grabado en el suelo de mármol gris con grandes letras.

Ese “look” desarrolla la idea de McVicar de que la Traviata, es decir Valery, a su vez inspirada en la cortesana Marie Duplessis (1824-1847), se movía no en un mundo suntuoso, divertido y placentero, sino en otro de apariencias, en el que la prostitución era “el necesario tributo de las servidumbres humanas”, en palabras de la época.

Las mujeres “perdidas” de y por un mundo moralmente hipócrita, muy fin de siglo, dominado por una sociedad burguesa tan elegante como inquietante, eran las “reinas” de una fiesta continua en la que ser prostituta de lujo, “extraviatas”, era algo de buen tono, no edificante, pero tampoco “tan malo” porque, argumenta la propia Traviata, “el placer alarga la vida”.

La “exposición, peripecia, catástrofe y epílogo” del drama de Giuseppe Verdi, reparte la “tinta” mundana, superficial y divertida, asociada al vals, y la solemne y austera del ambiente doméstico con equilibrio, sin caer en el error de cargar el peso en el famoso primer acto.

Como decía el director artístico del Real, Joan Matabosch, en la presentación de la producción, “si una 'violetta' está muy bien, brillante, dándolo todo, en el primer acto, ya sabes que la ópera se ha acabado porque no llegará bien al tercero”.

McVicar ha despojado de elementos suntuarios la escena, bañada en colores grises, y ha hecho, como hizo Alejandro Dumas en “La dama de las camelias”, en la que se inspira la obra: “destripa” el final, con los operarios desmontando la casa de la protagonista, que acaba de fallecer.

Durante la obertura se sugiere que la acción ocurre en la memoria de Alfredo y se le ve atravesando el escenario y mirando hacia el que era el apartamento de Violetta, pero esa idea no se desarrolla luego.

El primer acto es la escena de una fiesta que recuerda a las largas noches del Moulin Rouge, dominado por los colores fríos, del morado al gris, “el hedonismo y la lujuria”, mientras que el segundo está dominado por los blancos, “el color del amor profundo”.

Después de semejante despliegue, el acto final se desarrolla en una simplicidad espartana y una iluminación sobrecogedora, desarrollada por Jennifer Tipton, que en esta producción, como parte del programa Rolex para Mentores y Discípulos ha desarrollado su trabajo enseñando al joven artista mexicano Sebastián Solórzano.

Programar “La Traviata” en cualquier teatro del mundo es un éxito asegurado, sus arias o la famosa cabaletta del brindis son las piezas más populares de la lírica y eso explica, quizá, que ahora, como siempre, se hayan agotado prácticamente las entradas para las 16 funciones que ofrecerá el Real.

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